“Nunca” significa “siempre” en el argot nuclear

Nunca, de Ken Follet

11 de noviembre: hoy sale a la venta el último libro de Ken Follet, un thriller movidito de espionaje y amenazas nucleares

Receta para un best-seller a la Ken Follet: un poco de Espías en el cielo (con Helen Mirren), una ración generosa de Sáhara (con Penélope Cruz), unas páginas de Fortaleza Digital de Dan Brown, dos pizcas de Todos los Hombres del presidente en la versión Hillary Clinton derrota a Donald Trump en 2016, sazona con La mujer del espía nipona, y al final le metes dos trallazos de Pearl Harbor, y lo tamizas por el chino con La larga marcha. Enfriar antes de servir, por si el botón nuclear lo calienta todo.

por Rosa Panadero.

Ahora que la adrenalina y la testosterona no son tan políticamente correctas como antaño pasaba con James Bond, hasta las novelas se adaptan a lo que más vende.

Si tienes que conocer bien a tu audiencia, los editores de Ken Follet la conocen como si fueran sus progenitores: saben que otro truño en una vega umbría y maloliente inglesa en el siglo nueve o diez, no lo aguanta ni el apuntador. Así que ligereza, palomitas, boom boom, tiroteo, fiestas de postín en el desierto, todo en estructuras de sujeto-verbo-predicado sin florituras literarias.

Y mucha amenaza nuclear de un lado a otro del globo. Lo que la pandemia ha unido, que no lo separe el hombre.

Dame veneno, que quiero morir

A los seguidores de John Le Carré les va a encantar, seguro. A los que han seguido las cinco temporadas de Oficina de Infiltrados, también. Si estás viéndola serie finlandesa Peacemaker, más aún. Aquí se habla inglés, francés, árabe, bereber, chino, coreano y una miajita de japonés.

Hay que echar mano del atlas histórico de la editorial Akal para captar las indirectas sobre las guerras del opio, los conflictos del mar de China, y las islas Senkaku. Con este libro, te pones al día también en la actualidad de la frontera entre Chad y Sudán, y te recomiendo que vayas anotando los aliados de cada bando para no perderte. Te quedará un precioso árbol de decisiones que no te enseñarán cuando estudies Relaciones Internacionales.

Péndulos, mariposas y amenazas nucleares

En esta historia de 840 páginas (tres traductores para sacar adelante el trabajo) Ken Follet se pasea por el mundo como si deambulara en dron, autor omnisciente en todos los saraos del mundo. Lo mismo te cocina una especialidad de comida chadiana que elige una botella de champán.

Folclore culinario aparte, también hay un fondo (muy cinematográfico, si es que este Ken es más perfecto que el novio de la Barbie). La historia podría empezar con esa cita que vincula la teoría del caos con el efecto mariposa: una mariposa bate sus alas en Pekín y causa una tormenta en Nueva York. También se podría vincular con la teoría de los dos péndulos, para explicar cómo complicamos las cosas cuando en lugar de un badajo colgando, hubiera otro suspendido del primero.

Pero lo que hace nuestro amigo Follet es guiarnos por los estados de alarma, desde el DEFCON1 hasta el DEFCON5, cuando hay que cerrar los ojos porque la guerra nuclear es inminente.

Y entonces entra en escena la teoría del caos y el aleteo de la mariposa. Cómo es posible lanzar un misil estadounidense a un portaaviones chino porque una inmigrante ilegal subsahariana, cargada con un crío de dos años y convertida en esclava en Libia, le ha pegado fuego a una mina de oro, explotada a cielo abierto y controlada por el Ejército Islámico.

Mi “take away” particular

Me llevo un par de datos súper chulis. Dice Follet que una guerra nuclear entre Estados Unidos y China, según los armamentos de cada contendiente, se saldaría con sólo 25 millones de muertos en Estados Unidos (la BBC los cifra en 39 millones y France24 dice que el arsenal nuclear chino se ha duplicado de 2020 a 2021).  Si el conflicto nuclear estallara entre Estados Unidos y Rusia, la cosa saldría por unos cien millones, así que mejor que Putin siga tranquilo en el Kremlin.

Ya se sabe que lo de las guerras nucleares es a ver quién la tiene más larga. Hasta los jabalíes lo hacen en los bosques: marcan los árboles con el colmillo, dejando la impronta de su tamaño, para que otros jabatos no vayan a mear a su territorio. Lo del botón nuclear, pues igual, hasta el más tonto tiene uno.

“Uno rapidito”

El libro se va a vender mucho porque salen muchas nacionalidades y escenarios variadísimos, que a todos nos gusta salir retratados. Para gustos los colores, como siempre.

Dice Ken Follet, en la entrevista preparada por la editorial, que para documentarse ha hablado con muchísima gente de primera línea diplomática, embajadores, primeros ministros y un general. Eso, y que también ha leído revistas de política internacional a las que yo también estoy suscrita. Y hay algo que no me cuadra, Ken. Te lo voy a preguntar aquí. Cómo es posible que la esposa del jefe del Guoanbu, la “CIA” china, le diga a su marido un domingo temprano por la mañana, “¿Quieres uno rapidito?”. No sé. No me encaja, Ken. Demasiado edulcorado, ¿no crees?

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