‘Yung Beef’, pervirtiendo menores desde 2015

Puede que el título que he escogido para ilustrar mi comentario sobre el show ofrecido por Fernandito Kit Kat (a.k.a. Yung Beef) a razón de la presentación de su última mixtape titulada El Perreo De La Muerte 2 suene un poco alarmista, pero también hay que entender que yendo a dicho concierto con mi hijo de 16 años, es una situación que me genera cierto tipo concreto de preguntas y dudas sobre mi capacidad como padre, educador y guía moral de un adolescente en plena ebullición hormonal y absorción de conceptos.

Por suerte, tengo la certeza de que él es mucho más consciente y capaz de discernir entre lo real y la ficción que yo, entre lo que cada uno de nosotros somos capaces de conseguir en la vida y los caminos que tomamos para conseguir dichos objetivos, y eso es algo que calma mis dudas considerablemente. 

En un correcto orden de las cosas, escuchar música debería tener esta correlación de ideas para convertirse en un ciclo completo: identificar-disfrutar-entender-educar.

Porque está muy claro que el primer input que reciben los chavales a la hora de acercarse a un personaje tan dual y contradictorio como Yung Beef es la identificación, ya sea de manera estética, estilística o moral, y no me estoy refiriendo concretamente al personaje en cuestión, sino a sus formas de expresar y contextualizar los problemas y causas de toda una generación de manera que ésta pueda sentirse identificada, ese momento en el que saboreas las frases y las palabras del artista como identificador propio vale su peso en oro.

Disfrutar viene inmediatamente después de identificar.

Llega el momento de divertirse, cantar, bailar y compartir ese artista con personas afines a las que les ocurre lo mismo que a tí cuando lo escuchan consiguiendo elevar tanto al artista como a los que lo escuchan en una conjunción global que no entiende de razas, géneros, estatus social o nivel económico.

¿Pero qué ocurre cuándo no se pasa de esas dos primeras fases?.

Pues ocurre que te quedas en la superficie, no llegas a utilizar tu capacidad crítica ni moral para discernir cuáles son las causas y las razones del porqué te gusta este tipo de música y te sientes identificado con ella, y ese es el ejercicio obligatorio de los oyentes, o en su defecto, de los tutores legales, padres, amigos, hermanos y demás gente que nos rodea en nuestra vida cotidiana para no convertir a una figura de este calibre en tu modelo a seguir, porque no nos engañemos, Yung Beef será todo lo que nosotros (y él) queramos que sea (incluso uno de los referentes culturales actuales), pero jamás un modelo a seguir dentro de la sociedad actual. Por eso hay que entender las causas y motivos, para luego educar sobre el tema.

Puede que toda esta chapa pseudo-filosófica y social que me he marcado sea simplemente para excusar o justificar mi comportamiento de manera inconsciente como padre de un adolescente, pero creo firmemente que tenía que decirlo para exponer la teoría de que no hay música mala o tóxica, simplemente gente que así lo ve y no es capaz de escarbar la superficie para intentar entender el momento y el marco social dentro del que se ha creado dicho movimiento “cultural-social” y el porqué.

Vale, ya podéis mandarme al paredón para el fusilamiento inmediato.

Sobre el concierto diré que fue una fiesta descomunal en la que el perreo, el reggaeton, el malianteo, el dinero, las drogas y el sexo se convirtieron en los protagonistas desde las tablas del escenario del Apolo como nunca antes había visto, ni tan siquiera imaginado.

La primera imagen impactante con la que se presentó Yung Beef a sus acólitos fue dentro de una jaula mientras La Zowi, pareja del trapero granadino, escupía las primeras rimas de la Intro de la mixtape presentada esa noche y su marido le contestaba con las suyas desde la jaula lanzándole montones de billetes de 10 euros (reales), billetes que uno de los colaboradores (Alias) iba recogiendo y tirando al público de las primeras filas. Un espectáculo tan bizarro y desconcertante como la propia pareja y las letras de sus canciones.

A partir de aquí, y desgranando prácticamente al completo su Perreo De La Muerte 2 (ni el 1, ni el 3 como diría Yung Beef en un momento del show), la hora que siguió de show en el lugar se convirtió en una olla a presión descomunal en la que los impactos visuales y desprejuiciados se sucedían constantemente en un contínuo ir y venir de hits descomunales, caderazos de potencia supersónica y culos rebotando a diestro y siniestro en toda la sala.

Ver a Albany y a Fernandito devorando visual, manual y oralmente (en todo tipo de posturas explícitas)  los pechos y las posaderas de las dos voluptuosas bailarinas en paños menores se convirtió en una forma continuada de ofrecer espectáculo dentro del set-list y de mostrar el sexo de la manera más natural y divertida posible.

Momentos en los que Fernandito hizo saber a sus colaboradores en el backstage con el micro abierto que quería una raya -¿alguien me puede poner una raya o qué?-, o cuando Hakim dijo -esto se acaba pero a mi todavía me queda droga-, suponen un antes y un después dentro de la normalización y permisibilidad de las drogas dentro de la sala (al menos en la parte del backstage y el escenario) bastante libertina y amoral al respecto, no es una crítica, sino una puntualización.

Aunque recordemos que los mayores de 16 años podían entrar a la sala sin la supervisión de un adulto, otra puntualización sin más.

Pero no todo iba a ser apología de las drogas, devoción por el perreo y sexo explícito.

Cuando Yung Beef y La Zowi salieron juntos al escenario (sin nadie más sobre las tablas) para cantar Luna Llena, tema que se marcan a medias en El Perreo De La Muerte 2, el amor se podía palpar en el ambiente. Obviamente la escenificación tuvo sus dosis de perreo entre la pareja y un momento beso de tornillo simplemente precioso, pero el romanticismo real implícito en ese tema, inundó sobremanera el ambiente fiestero y despreocupado de la sala para convertirlo en algo sumamente tierno y emocional.

Con la colaboración de Kid Favelas, Soto Asa y la nombrada Albany en el apartado lírico y un espontáneo Steve Lean que salió simplemente a bailar y abrazar a su hermano Yung Beef, el show acabó en su momento más álgido para despedirnos hasta la próxima, que esperemos sea lo más pronto posible. 

YUNG BEEF A.K.A. FERNANDITO KIT KAT: 7 septiembre 2019 / Sala Apolo (Barcelona) / Precio: 12 euros + gastos

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