La cuarentena de las ideas

Ponte en la situación.

Estás con tu móvil aburrido y alguien te envía un meme o una crítica mordaz “a los que tanto detestas”, “a los otros”.

Haces tuyo ese meme porque refuerza aún más tu punto de vista (da igual que sea un fragmento de una entrevista donde ESE político al que tanto odias reciba un zasca del entrevistador sin entender el contexto total de la misma), sonríes y lo envías a diferentes grupos de WhatsApp o lo cuelgas en Facebook.

Disfrutas pensando en la cara de aquellos que no piensas como tú, de los que no comprenden “la verdad”, “tu verdad”. Da igual que seas de izquierdas o derechas, español o independentista, vegano o carnívoro.

Todos hacemos lo mismo porque, por mucho que vayamos de instruidos y tolerantes, nos creemos en posesión de la verdad absoluta. Por esa razón nos encerramos en nuestras ideas y las convertimos en una cárcel voluntaria porque no nos da la gana de salir de “nuestras posiciones morales”.

Pero ¿y si te dijera que la mayoría de esas ideas que defiendes con tanto fervor están huecas y no son tuyas? ¿Y si te dijera que esos valores que defiendes con tanto fervor no te hacen más inteligente, sino más bien al contrario?

¿Seguro que quieres seguir leyendo?

Vale, pues sigamos.

No conozco a ningún recién nacido que, nada más venir al mundo cante Els Segadors, la Internacional o el Himno de la Legión (del himno de España no pongo nada porque no tiene letra y es difícil cantar algo sin letra, como mucho se puede tatarear) y si tú has visto alguno, te recomiendo que lo compartas porque te vas a forrar. Tampoco ningún ser humano nace odiando a nadie.

Eso se inculca. De hecho, todo se inculca. Nacemos huecos y con el paso de los años cubrimos nuestro desconocimiento del mundo con ideas que otros nos han introducido con mejores o peores intenciones en nuestra cabeza.

Muchas veces esas influencias ni siquiera pretenden comernos la cabeza, simplemente sueltan sus mierdas (que otros han metido en su cabeza en un bucle casi eterno) y nosotros las cogemos al vuelo.

A medida que crecemos, nuestro ego olvida que esas ideas no son nuestras y las “secuestra”, adoptándolas como propias.

A veces el extremismo llega a tal punto que algunos desequilibrados están dispuestos a matar por ellas porque esas mismas ideas les definen.

Da igual la política, la religión o el nacionalismo, todas actúan igual en nuestro coco. Si le quitas a un estúpido sus “valores” se quedará tan desamparado como Neo tras descubrir cual es el “mundo real”.

El otro día me pasaron un tweet (no utilizo mucho la red del pajarito azul sociópata) en la que José Luis Ferreira (al que no conocía) recomendaba que, si eras de izquierdas, leyeras a gente sensata de derechas y si fueras de izquierdas leyeras a gente sensata de derechas.

Ese comentario tan sensato (y nunca mejor dicho) me hizo replantearme de lo que quería hablar, haciendo hincapié en esas ideas inculcadas por otros que nos hacen prisioneros de una cuarentena voluntaria, incapaz de hacernos abrir un poco la mente (y lo digo yo que a veces soy terco como una mula).

¿Todos los del otro lado están equivocados? ¿Seguro? ¿Puede alguien de la otra orilla tener razón en algunos aspectos o alguien de los tuyos estar equivocado? Y lo mejor de todo, ¿serias capaz de compartir esa afirmación, aunque “ataque” tus creencias?

¿Si hubieras crecido en otra familia y otro ambiente pensarías igual?

Ni de coña.

Así que piensa, querido ser humano con valores y creencias “robadas”, cuando te pongas tan vehemente piensa que hay de ti en todas esas ideas, cuáles son realmente tuyas.

Ninguna.

Cero patatero.

Es difícil, para la gran mayoría, “fabricar” nuevas ideas, incluso los mejores filósofos se han inspirado en otros anteriores para desarrollar sus teorías.

Entonces, ¿cuál es la solución? Aceptar que nuestro desconocimiento del entorno es mayor del que creemos (la mente es una perra que nos engaña constantemente) y abrir la mente porque como decían en Juego de Tronos: el bien y el mal están en ambos lados del muro.

Si tras este comentario piensas que no hay nadie sensato al otro lado (sea el que sea), tienes un problema, un serio problema porque a lo mejor el sensato no eres tú…

Más contenido en YB