Don´t worry, be happy en el curro

Job is done. Group of office workers happy to hit their own records and being successful

Happy Employee Experience (Ediciones Urano) por Manu Romero

El problema no es la felicidad, sino cómo mantener la motivación

¿Eres happy en tu empresa? ¿O has sido happy, o crees que lo serás? ¿En el trabajo, happy? Suena un tanto contradictorio, ¿verdad?

Manu Romero nos cuenta en la pestaña de su libro Happy Employee Experience (Ediciones Urano, Empresa Activa) que cinco millones y medio de personas han consultado su web sobre la felicidad laboral, y que le siguen desde cien países.

Imagino que la mayoría de los visitantes son empleados, no empleadores, por aquello de la proporción inversa. Lo cual denota la cantidad de gente que busca algo que no encuentra en el trabajo, ese Ikigai nipón que ya tratamos en otras citas, y que nos acercaron Héctor García (Kirai) y Francesc Miralles.

En esa alineación de las constelaciones para que tu pasión, tu misión, tu profesión y tu vocación confluyan en el nirvana de tu Ikigai de perfección personal, falta una variable importante: el salario.

Bueno, la parte de empresa, el cómo vas a pagar las facturas y los libros en la vuelta al cole de tus hijos. Lo menos que puede hacer tu empresa es hacerte feliz, vistas las horas que vas a dedicarle en tu vida, en tus sueños y en tus dolencias físicas, ¿no?

Más feliz, más negocio

Está claro que a la empresa también le interesa que tú estés a gusto, porque mejorará tu productividad y, en consecuencia, las cifras de negocio. Ni qué decir tiene que los mejores embajadores de marca de una compañía son sus propios empleados. Hasta hay empresas de social content que se dedican al branding de empresas a través de sus trabajadores (bueno, eso ya suena a círculo vicioso, o a peloteo con incentivos).

Si eres empresario —felicidades por encontrar tiempo para leernos—, sabrás que la felicidad de tu plantilla suele ir en consonancia con la productividad de tu marca. Y digo “suele”, porque no todo depende del buen hacer y de la dedicación, y menos aquí, donde las decisiones comerciales se suelen tomar a toro pasado y la mayoría se posiciona como laggard en lugar de innovator.

Yo sufro, como co-fundadora de startup, por no llegar al máximo en todo: que si los desarrolladores, que si los clientes dando largas,… al final, todo el mundo quieres ser guay y súper cool, pero el subidón, tanto como emplead@ como empresari@, es temporal: no puedes mantener el hype ni aunque estés en el coworking más cool de Madrid.

Simplemente, es que ni Red Bull Te Da Alas. No llegas. Y con la felicidad, es lo mismo: puedes seguir siendo innovator, pero empiezas a ver el espectáculo desde la barrera, como a cámara lenta. En la pirámide de Maslow, una vez cubiertas tus necesidades básicas, te dedicas a las espirituales. En la empresa, una vez que cobras a fin de mes, respiras y montas un Lego con tu hijo. Porque, aunque el autor del libro no lo diga, el trabajo no lo es todo.