‘El descapotable rojo’, Louise Erdrich

Oldsmobile

por J. Víctor Esteban.

Una perra parda, huesuda y flaca corre despavorida por una pradera sin límite. Huye de los gritos, los disparos y los golpes secos y mortales de los sables de caballería. Apenas destacaría sobre la hierba amarillenta de final de verano si no fuera por la frazada de colores que lleva alrededor del cuerpo. La niña, un bebé nacido en primavera, calla, como consciente de que su vida depende de su silencio y de la carrera eterna del animal al que va sujeta por la manta de lana.

Un soldado vestido de azul galopa sable en mano hacia el horizonte. Ya no quiere matar personas simplemente porque son distintas. Ya sólo ve personas dónde siempre hubo personas. Agotado y dolorido detiene el caballo y sólo entonces ve a la perra derrumbada sobre el suelo. Al acercarse la niña llora con toda su fuerza como si reconociera que el hombre sólo, ya no es el asesino que mataba en grupo. No hay comida, es un bebé, es la pradera,…y sin embargo.

Louise Erdrich es una escritora del centro norte de las grandes praderas de los Estados Unidos. Con abuelos de varias tribus diferentes, los ojibwe, los alemanes, los franceses, nos habla de un mundo en el que pasado y presente, modernidad y tradición, libertad y racismo, pobreza y comunión con la naturaleza ocupan diferentes planos de la realidad de forma simultánea. Y lo hace sin emitir juicios de valor o establecer criterios de superioridad sobre unas conductas u otras.

Una india embarazada sufre con alegría las patadas de su hijo revolviéndose en el vientre; quiere escapar de la cárcel que es su madre y que no le permite abrazarla. Es como su padre, dice feliz su madre. Su padre escapa una y otra vez de la cárcel del Estado a la que retorna una y otra vez,…por escaparse. Sólo quiere abrazar a la mujer que ama y sin la que no respira. Hasta que de tanto huir consigue no poder escaparse nunca más.

El Descapotable Rojo (Editorial Siruela) es un conjunto de relatos en la que aparecen, a veces en el presente a veces en el pasado, los personajes que conforman el paisaje literario de la autora; las tribus de las praderas heladas de Minnesota y las dos Dakotas, los suecos que poblaron la mayoría de estas tierras, los descendientes de los primeros ingleses y franceses que se aventuraron a explorarlas, aunque ya estaban exploradas, los indios las conocían perfectamente. Curioso el racismo inverso de los indios que critican a una de sus mujeres porque sólo sale con suecos.

Los hermanos Coen retrataron en Fargo (la película y la serie) este mundo invernal y fantasmagórico de las praderas de Dakota y los minúsculos pueblos de Minnesota dónde la pura realidad es a veces imposible.

En sus relatos la autora nos habla con enorme maestría de un mundo que se desvanece, como se desvanece el mundo cada vez que alguien muere y con la muerte desaparecen los recuerdos. Y quedan pocos chipebwas, lakotas y dakotas pero también suecos alemanes o franceses de otro tiempo.

Dos niños esperan sentados en un banco de la estación de tren a que vuelva su madre con los billetes que les permitirán huir de la Gran Depresión. Su padre había salido huyendo tiempo antes sin despedirse. El chico se moverá por todo el país durante cuarenta años antes de volver a buscar a su hermana que nunca consiguió alejarse de la estación más allá de unos pocos metros esperando a una madre que no regresó.

Pese a lo que pueda parecer no es una obra triste, ni quejumbrosa. Sólo es real. Con un manejo del lenguaje absolutamente formidable, nos desafía permanentemente y nos sorprende con lo inesperado. No es una obra triste y tiene relatos con una profunda alegría de vivir. Porque se trata de eso, de vivir. Y la vida se puede interpretar de muchas maneras distintas, casi tantas como las formas en que la entendían tus antepasados…, los ojibwe, los lakota, los franceses, los alemanes.

@JVictorEsteban3

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