‘El festival de la fatanza’, de Lou W. Morrison

Rica y deliciosa casquería

Por Manu Gutiérrez

Supongo que he de comenzar esta reseña aclarando que no es mi sección. Que os hablo como consumidor, no como experto. Solo soy un ávido lector que agarra una obra para disfrutarla. Pero me tomé la libertad de salirme de mi campo para traeros una opinión subjetiva y argumentada. La de alguien como tú, lector, que disfrutas lo que disfrutas. Otros os darán opiniones más sesudas y minuciosas, pero yo os traigo la mía. Si la compartes, entonces es muy probable que El Festival de la Matanza de Lou Wild Morrison, te guste tanto como a mí.

Lo primero es, por supuesto, que te guste la rica y deliciosa casquería.

El gore siempre ha sido un placer prohibido. La novela lo sabe. Sabe que la muerte, y sus formas, agrian los estómagos de una sociedad a la que le gusta mirar, pero que le horroriza admitirlo.

Nos encanta mirar entre la rendijas de nuestros dedos, y Lou Wild te quita la mano. No quiere que te pierdas nada.

La sangre y la carne se convierten en tabúes, y la obra está llena de eso: mutilaciones, desmembramientos, canibalismo… Un popurrí generoso de vísceras de todo tipo, y expresado de una forma interesante y divertida.

Estamos ante lo que en cine llamaríamos un Slasher, y toco el séptimo arte por que la misma novela se ampara en el mismo.

El argumento nos sitúa en un plató de cine donde se está rodando una película autofinanciada, y donde los trabajadores comienzan a ser asesinados. La novela está compuesta por diversos capítulos que protagonizan los diferentes miembros del equipo técnico y artístico. Capítulos cortos y desordenados cronológicamente, donde lo que realmente importa aquí es la matanza.

Y eso es algo que realmente me encanta de la novela.

Las muertes son cruentas, imaginativas y algunas muy terroríficas. Se respira un aroma a lo viejo del genial Wes Craven. Incluso me recuerda a las primeras películas de Pesadilla en Elm Street; donde la sangre salpica dentro de una inventiva ingeniosa. Aún recuerdo a ese Johnny Deep siendo succionado por su cama, para acabar convirtiéndose en vómito rojo expelido al techo de su habitación.

No, no es engañéis. No quiero decir con esto que El Festival de la Matanza acomode a su killer dentro de lo paranormal. Hablo de que “¿Quién?” o “¿Qué?” sea, importa menos que la carne.

Hay mal humano y hay mal sobrenatural: todo y todos son susceptibles de acabar en la picadora.    

Estamos ante un libro de terror que, a su vez, juega con sal gruesa la broma del mismo. Estudia una maldad que nos remueve tanto por historia humana, como por el ejercicio literario. Y no creo que se quede solo en la literatura. Lou Wild Morrison hace un genial trabajo; inteligente y sin límites; donde se tocan los palos del género Slasher mientras se profundiza en el asco que suscita al lector. Corto, divertido, ameno e interesante. Se regurgita a gusto, porque ¡Oye! Si se come una vez, sabrá mejor dos veces.

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