‘La vida es la hostia’, de César Ortiz

Otro superventas de la estupidez

por Rosa Panadero.

Hasta la punta del cuerno del unicornio de estos libros de autoayuda y La vida es la hostia, de César Ortiz, es uno más. ¿Por qué hay tanto aspirantes a ser Robin Sharma, Tony Robbins, Daniel Pink, Tim Ferris, Deepak Chopra,…? ¿De verdad te crees todo lo que la positividad tóxica cuenta?

Tenemos un nuevo milagro verborreico hecho carne de escaparates. Si se trata de vender, se encargan las librerías. Si se trata de arreglar el barullo mental, ¿no tenemos psicólogos? Lo normal sería eso, que cada uno se ocupe de lo suyo, pero proliferan tantos libros de autoayuda con los mismos contenidos -agarra las riendas de tu vida, no te compares, créetelo y será verdad-, que ya sólo compiten con los colorines de la portada. Lo que es el interior, casi lo mismo en todos.

Incluida esa falsa cercanía de compadres con el lector, esa ausencia de diferenciación entre el discurso escrito y el discurso oral, … y siempre, siempre, siempre, los mil y un ejemplos de la vida propia del autor, que se cae y se levanta una y otra vez, y de cómo auxilió -cual mesías influencer– a sus clientes, amigos, familiares,…

Claro, claro, los cursos NLP y Coaching confieren caché.

También atraen a hordas de curiosos con ansias de convertirse en el nuevo monje que vendió su Ferrari.

Como en todo, muchos son los llamados, pocos los elegidos. Porque al final tienes que cargarte la mochila al hombro y triunfar.

Triunfar como emigrante del campo a la ciudad, y venirte a Madrid, o a Nueva York, y empezar a evangelizar con tus dogmas de “tú puedes”. “Aquí estoy, junto a ti que estás leyendo este libro editado por una de las editoriales más prestigiosas del mundo”. A ver, chaval, ¿cuándo hemos comido tú y yo gachas juntos para que me trates con esa familiaridad?

Marianne Power fue taxativa en su búsqueda de la felicidad eterna a través de la práctica de libros de autoayuda durante un año. Help Me fue el resultado de esa búsqueda, con práctica incluida, de esa peregrinación.

Saberse finito es la medida de la felicidad. Sin nada más que añadir. No me vaya a salir un libro de autoayuda.

Más contenido en YB