El mejor Bret Easton Ellis en el peor mundo posible
por Manuel Gris
En el mundo de la literatura hay libros entretenidos, que te enseñan, que te abren los ojos, y también muy necesarios para que la sociedad siga adelante y de una vez tome las riendas de su libertad.
Y la nueva obra de Bret Easton Ellis, Blanco, es todo eso junto y mucho, muchísimo más.
No negaré que para mi este incuestionable genio de las letras siempre me ha llenado el alma y las ganas de vivir con cada libro suyo que ha escrito, y eso que la mayoría de ellos son más pesimistas que otra cosa, pero se debe a que nunca, jamás, ha escrito con ganas de gustar a nadie. Nunca.
Sus historias lo que buscan es plantearnos dudas, enigmas, que tratemos de conocernos a nosotros mismos a base de puñetazos en el estómago y mucha mala baba directa a esa parte que todos creemos tener oculta en nuestras entrañas, a salvo.
Por eso, después tantos años sin publicar, encontrarme con Blanco y descubrir que no ha perdido ni un ápice de su poder comunicativo, reivindicativo y transgresor, es algo que no solo me ha alegrado los tres días que he tardado en acabármelo confinado en mi casa, sino que me ha dado ganas de seguir escribiendo y pensando, y escribiendo, y pensando.
En esta “novela autobiográfica a modo de ensayo”, o así creo que debería ser descrita, el mayor exponente de la generación X en la literatura americana vuelve a dar un salto mortal igual que hizo en una de sus, en mi opinión, mejores novelas, Luna Park, e intercala escenas vividas en sus propias carnes, o lo que recuerda de ellas, con sus opiniones respecto al enfermizo victimismo progre de la sociedad actual, el feminismo mal entendido y mezquino, el mal uso de la homosexualidad en el cine, la falta de humor y de autocrítica de los más jóvenes, y todo sin perder ni un poco de lo que le ha hecho una de las mentes más importantes de la cultura americana: su libertad a la hora de ser, hablar, escribir y opinar.
Una de las cosas que todo el mundo debería sacar de este libro (de obligada lectura, repito), es el aprender a ser nosotros mismos sin miedo al que dirán, o al agujero en el que te meterán por salirte del circulo clasista de buenrollismo repugnante y del todo enfermizo que nos han dibujado alrededor.
Porque sí, el señor Easton Ellis estuvo en el lugar oportuno escribiendo la novela perfecta para esa generación, y a partir de ahí la fama, pero su fortuna nunca le ha robado ni un milímetro de las inseguridades, la agudeza, y la libertad con la que siempre se ha paseado por el mundo, y que es la misma que, bien entendida, nos puede sacar de esta guerra cultural estúpida que se empeñan en meternos todos los medios y los políticos por la garganta.
A través de sus vivencias con personajes públicos tan diferentes como Tarantino, Kaney West o David Foster Wallace, el gran Easton Ellis nos lleva vertiginosamente de una idea a otra, y todas y cada una de las situaciones y reflexiones tienen una base clara y sencilla de seguir, y que no es otra que tratar de ser felices, libres, y alejarnos de problemas como el racismo, el sexismo o el odio a todo aquel que se aleje de nuestros dogmas, pues esa es la mayor lacra que tiene el ser humano y que, por desgracia, ahora la izquierda ha adoptado como arma a la hora de implantarla en nuestro día a día leyes marginales, peleas ideológicas que nadie ha pedido, y ceguera permanente cuando se tiene delante la verdad más dura e inquebrantable.
Blanco es un libro que mucha gente debería leer de principio a fin, empapándose y viendo todos sus defectos personales en él, como a mi me ha pasado en algunos momentos, porque solo podremos evolucionar y solucionar nuestros problemas si aprendemos a tener delante lo diferente, después abrir nuestras mentes, y finalmente tratar de comprender por qué se piensa de ese modo; en lugar de tachar, censurar, atacar o sacar balones fuera como niños pequeños.
Bret Easton Ellis ha vuelto, y en el mejor momento posible