Una apuesta perdida
por J. Víctor Esteban.
Cuando llegó a mis manos Un tío con una bolsa en la cabeza de Alexis Ravelo pensé, ¡qué difícil lo tienes! Acababa de terminar una de las grandes obras de la historia de la literatura mundial, La muerte de Iván Ilich.
León Tolstoi fue capaz de narrar, con toda la maestría de su inmenso talento literario, la obligada necesidad que todos tenemos de afrontar nuestro propio fin. Una obra breve, en la que no sobra una sola letra, no falta una sola palabra.
Y sin embargo Alexis Ravelo me enganchó con la primera frase.
He pensado encabezar esta crítica con esa frase formidable, que anuncia y resume todo lo que viene detrás, pero no quiero robarles ese placer. Descúbranla porque a pesar de su fuerza inmensa sólo es el principio. Palabra tras palabra, frase a frase, una página tras otra, Ravelo despliega una enorme capacidad narrativa para hablarnos de las pequeñas cosas innecesarias y absolutamente imprescindibles. De la niñez, del amor, del deseo y la pasión. De la sensatez y la decencia, de la ambición y la soberbia. Del amor fraterno y la traición cainita, del amor filial y el dolor infinito. De cómo la pasión muda en lujuria, la ambición en codicia, la dignidad en orgullo. De cómo construir tu mansión al tiempo que vas cavando tú fosa como un faraón antiguo.
Tolstoi cuenta la historia de Iván Ilich, el juez, el genuino representante de la burguesía rural con aspiraciones y aprovecha sus virtudes y sus miserias para describir la Rusia zarista en su final decimonónico, con sus ambiciones, sus zancadillas, sus envidias, las mentiras y las trampas de todas las sociedades humanas, conscientes de que la mediocridad abunda mucho más que el talento, pero siempre deja huecos para quién quiere medrar por ser válido o despiadado. ¡Y cuantas veces ambas cosas a la vez!
Ravelo despliega su asombroso talento narrativo para contarnos paso a paso, detalle a detalle, logro a logro, traición a traición, el ascenso del hijo de un albañil de aldea hasta la cima del poder en su isla. Esta obra maestra, que lo es, Un tío con una bolsa en la cabeza (Ediciones Siruela) es una fabulosa descripción del cambio tan brutal que ha sufrido la sociedad española en su paso de la pobreza del desarrollismo tardofranquista, a la modernidad europeísta, salvaguardando a la vez nuestras más puras tradiciones de caciquismo y corrupción que se modernizan en las formas pero mantienen su raigambre localista.
¿Evolucionamos?
Además de una crítica feroz a una sociedad que mejora tan despacio y sin embargo mejora, la obra de Ravelo es también la desnuda descripción de cómo nos vamos dejando jirones de nuestra propia decencia, de nuestro amor verdadero, mientras creemos alcanzar una vida mejor. Y todo ello aderezado con ironía, humor negro y mala leche a hectolitros. Con expresiones canarias que suenan a un sur aún más lejano y con machangos que tiran de naife, pollabobas desnortados y algún cachanchán tontorrón y lameculos. Y al final de nuestra vida, útil o desperdiciada, plena o inconclusa, está el balance inevitable de nuestros actos.
A Tolstoi nunca le dieron el Nobel. No sé si Ravelo lo conseguirá alguna vez. Pero ¡que importa! Alexis Ravelo ha escrito Un tío con una bolsa en la cabeza. No necesita premios (él no, pero su ego sí. No se los nieguen, por favor).