‘Un pie en el paraíso’ de Ron Rush

Un pie en el paraíso / Ron Rash

Un caballo herido

por J. Víctor Esteban

El coche patrulla asciende lentamente desde las tierras bajas hasta el valle encajonado entre montañas. Un campesino y su caballo preparan la tierra, reseca por el calor de un verano que se alarga sin que se alcance a vislumbrar cuando llegará la lluvia. La creciente industrialización en torno a la capital del condado acentúa la diferencia entre la ciudad y el campo donde a pesar de los tractores y las nuevas máquinas la vida del labrador apenas se diferencia de la de sus abuelos, siempre pendientes de una plaga, una nube negra, el granizo o la sequía.

En los últimos años hemos comentado aquí algunas piezas maestras de la literatura norteamericana moderna, desde La luz que no puedes ver de Anthony Doerr, ganadora del Pulitzer a El hijo de todos y El descapotable rojo de Louise Erdrich o más recientemente Uno de los nuestros de Tawni O´Dell. Excelente literatura, con la Erdrich sobresaliendo de los demás (en mi opinión, por supuesto) y con una característica común, es literatura alejada de las ciudades y de la modernidad. Sin la sofisticación de Tom Wolfe o la complejidad de Philip Roth. Literatura apegada a la tierra, a la piel, a los sentimientos. Literatura en la que puedes sentir el aire entre las montañas, la inteligencia de la trucha que una y otra vez escapa del mejor de los pescadores o el dolor y la impotencia del campesino que apenas sobrevive tras deslomarse a trabajar.  Literatura de los viejos mundos que se desvanecen y de los pueblos que se hunden bajo las aguas del pantano del progreso.

Ron Rush publicó esta novela, Un pie en el paraíso, hace ya varios años y nos llega ahora en esta edición de Siruela, aureolada por el reconocimiento de crítica y público norteamericanos. No es de extrañar. Es una novela excelente. Extraordinariamente bien escrita, de sólida estructura clásica y rompedora a la vez. Buena de verdad.

Los personajes son gente reconocible, con la que podrías cruzarte en cada calle de tu vida, con actitudes y costumbres que son reflejo de su propia historia con minúsculas. Habituales de los buenos sentimientos y capaces de la mayor de las atrocidades sin que la normalidad cambie aunque haya cambiado para siempre.

Controlamos nuestras vidas en los pequeños detalles, los que dependen de cada una de nuestras decisiones pero nuestra vida se descontrola sin que podamos influir en nada, por una enfermedad que nos cambia para siempre o porque el valle en el que vivimos desaparece bajo el agua de una presa.

Esta novela esta llena de detalles entrañables propios de las comunidades pequeñas en las que se crece junto a otros y se envejece con ellos. Si tienes los ojos de tus antepasados no puedes negar quién no es tu padre. Y de detalles tenebrosos. La crueldad anida también en las almas más sencillas y en ocasiones, en demasiadas tal vez, la justicia tarda en llegar porque nadie necesita que llegue.

El sheriff envejecido y pronto a retirarse recorre una vez más el valle para enfrentar el fin de su propia comunidad mientras las nubes de tormenta, por fin llueve tras la sequía, se arremolinan en el horizonte para traer el agua que arrastrará para siempre el recuerdo de un pueblo.