Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

La mascarilla, el nuevo complemento de temporada

Si hay algo que nunca debemos menospreciar es la capacidad de hacer el ridículo de la gente.

Porque es sencillo decir algo fuera de lugar dejándose llevar por la situación o la falta de inteligencia, o tropezar en el momento más inoportuno, pero si a algunas de las amebas con piernas que nos rodean les dejas, son capaces de superar con creces las situaciones más ridículas que uno pueda imaginar.

Por eso Agatha Ruiz de la Prada es millonaria.

Pero estamos viviendo nuevos tiempos, capaces de competir con las distopías más grandes de nuestra historia literaria, y desde luego que los adalides de la moda y los payasos de Instagram no iban a quedarse atrás a la hora de añadir, a su ya de por si estúpido modo de vida, el complemento de la temporada: la mascarilla.

Y que nadie empiece a lanzarme insultos o tomates (porque con los que recibo en Facebook por parte de opacas mentes y podridas personas ya tengo para hacerme CEO de Heinz) porque de ninguna de las maneras estoy atacando a los que cosen en sus casas mascarillas para sus familiares o amigos, ni mucho menos ando aquí metiendo el dedo en el ojo a los que se han pasado la cuarentena, y todavía están ahí, cosiendo y modelando para caridad esos trozos de tela que en cierta medida nos están salvando en lugares cerrados. Para nada. Entender esto en mis palabras es sinónimo de ceguera autoimpuesta y de trollismo de manual.

A quienes estoy llamando idiotas es a los que a raíz de esto se están dedicando a organizar una carpa de modernidad y egocentrismo bajo la que esperan esconderse y forrarse llegado el momento.

Porque, en mi opinión, las mascarillas solo tienen razón de ser en lugares cerrados o muy concurridos, y ya, y por eso que mucha gente esté apostando por ellas con el único fin de sacar dinero de esto (un dinero que, seguramente y si son tan creativos, podrían sacar de algún otro lado; o yendo a ayudar a los que están pasándolo mal en el campo) y señalándolas como algo que tienes que tener SÍ O SÍ si quieres seguir estando dentro del círculo de acomplejados que basan su felicidad en la ropa que llevan o el número de abdominales o amantes que se tenga, es de miserables.

¿Pero qué puedes esperar de gente que lleva camisetas de MotörHead o Ramones solo por moda?

Las mascarillas, algo de relativa necesidad en nuestra presente realidad, se han convertido en la diana sobre la que lanzar nuestros gustos y deseos, algo que hay que conjuntar con los zapatos o la falda, para que a pesar de estar con la mierda hasta el cuello y sin frenos, ¡joder!, al menos debemos permanecer aceptables.

Y si encima te gastas cerca de 40 euros (sí… hay genios del marketing con el amor propio tan grande, o que les han dicho muy pocas veces que su trabajo es una enorme basura, que se creen que ESO es un precio aceptable) en ellas, ¡MADRE MÍA, TÍA!, o sea, eres lo más.

He pensado mucho esta frase, y tras hacerlo me he decidido a decirla y, espero, que entendáis lo que quiero decir: lo bueno que ha tenido esta mierda de pandemia es que definitivamente los completos inútiles de nuestra sociedad han quedado expuestos ante nuestras narices.

Porque ya no veo a niñas tontas insultándome por atacar a su “feminismo” que señala a los hombres por el simple hecho de serlos, ni escucho a tantos indepes unicelulares con el puño en alto hablando del honor de ser catalán (es decir, formar parte de una de las comunidades autónomas que peor ha gestionado la crisis), porque cuando el problema es real y el dolor te llega cerca, lo primero de lo que nos despojamos es de los apéndices, y únicamente los excrementos sociales se agarran con uñas y dientes de la siguiente ola de estupidez, posiblemente, porque no valen para nada más.

Queridos idiotas: ¿Cómo sienta hacer negocio con humo mientras a tu alrededor la realidad sigue dándote patadas en el cuello?, no es agradable, ¿verdad?

Bienvenidos a nuestro mundo, ese en el que llevamos demasiado tiempo aguantándoos.