‘Una historia de España’

Sin complejos ni complejas: la historia de España con gorrinos mal capados y pavos a la sombra

por Rosa Panadero

Es más que probable que te quedaras sin él para el 19 de marzo, así que date una vuelta por tu librería antes de las vacaciones de Semana Santa para comprar el regalo del Día de la Madre. Es así. Se agota por minutos. Arturo Pérez-Reverte siempre arrasa en las estanterías y en libro electrónico, incluso antes de ponerse a la venta ya estaba reservado. Así que todavía estás a tiempo de quedar bien con mami con una segunda edición. Qué le vamos a hacer, a lo mejor un libro para el Día de la Madre no es muy original, pero Una historia de España lo merece. Para que luego no te digan que estás todo el día pensando en Sekiro Shadows Die Twice.

Amén. Hay pocas cosas que podamos añadir a lo que diga Arturo Pérez-Reverte. Amén en cada twitter, amén en cada conferencia de prensa, amén en cada capítulo de un libro. Amén con Alatriste, amén con el pintor de batallas enfermo de  cáncer, amén con el espía de Tango, amén con el húsar sangrando en las encías, amén con el profesor de esgrima, amén con los reporteros del puente en Bosnia en territorio comanche, amén con sus reportajes bélicos y las minas del camino que vuelan piernas, tobillos, rodillas…Amén.

Don Arturo nos alegró el espíritu durante 92 semanas con su resumen de la historia de España. No es algo al estilo de Indro Montanelli retratando la historia romana, sino algo más tipo barra del bar, con las aceitunas, cerveza de barril y alguna que otra gracieta mientras “Manolo, trae otra tapa o cambiamos de parroquia”. Amén. Llegan los cacahuetes y sigue la conversación. “Les salió el gorrino mal capado”, dice varias veces cuando habla bien de la Pérfida Albión o de las hienas continentales que acosaban al imperio español. “Le puso los pavos a la sombra”, por no decir que lo dejó con vida para mayor ignominia del perdonado. Y en el bar mental que se ha instalado en la cabeza del lector@, “sin complejos ni complejas”, se escucha la carcajada del personal.

El caso es que, si tuviera que explicarle historia a alguien, echaría mano de Una historia de España para darle credibilidad y simplificar las cosas, porque la vida, al final, es más simple de lo que nos creemos.

Algunas perlas

Algunas perlas con las que don Arturo nos describe en realidad demuestran que nada ha cambiado desde la prehistoria. Así que regale unos instantes para llorar de la risa:

“Fueras cántabro, astur, bastetano, mastieno, ilergete o lo que se terciara, que te fuera bien las cosas era suficiente para que se juntaran unas cuantas tribus a las que les caías mal y te pasaran por la piedra, o por el bronce, o por el hierro, según la época prehistórica que te tocara. Envidia y mala leche eran marca de la tierra ya entonces”.

“Hay que reconocer que, en el arte de picar carne propia o ajena, tanto iberos como celtas, y luego esos celtíberos resultado de tantas incursiones en plan romántico piel de toro arriba o piel de toro abajo, eran auténticos virtuosos”.

“Por esa época, en Aragón, un rey llamado Ramiro II El Monje (…) tuvo un detalle simpático: convocó a la nobleza local, los decapitó a todos y con sus cabezas hizo una bonita exposición -hoy lo llamaríamos arte moderno- conocida como la Campana de Huesca”.

 “Colón (…) acabó descubriendo América para los españoles, de momento, y con el tiempo haría posibles las películas de John Ford, Wall Street, a Bob Dylan y al presidente Kennedy”. Quien se atreva a hablar de invasión en español – ¿por qué no en lengua azteca, presidente AMLO? -, se quedará sin argumentos ante este razonamiento.

“Sólo en Europa, teníamos la península ibérica, Cerdeña, Nápoles y Sicilia, el Milanesado, el Franco-Condado, media Suiza, las actuales Bélgica, Holanda, Alemania y Austria, Polonia casi hasta Cracovia y Hungría. Así que calculen con qué ojos nos miraba la peña, y qué ganas tenían de que nos agacháramos a coger el jabón de la ducha. El que peor nos miraba (…) era el rey de Francia, Francisco I, cursi, guaperas y divino de la muerte”. Digamos que la explicación escolar que escuché en su momento en un centro religioso concertado omitía los detalles graciosos, claro, pero lo me recordó mucho al actor Alfonso Bassave en “Carlos V” en la serie protagonizada por Álvaro Cervantes y Blanca Suárez.

“Ya de nuevo y por fin, en esa gozosa guerra civil en la que tan a gusto nos sentimos los españoles (…), nuestro constante “estás conmigo o contra mí” (…) váyanse ustedes haciendo una idea de la represión del adversario en ambos bandos”. No deja títere con cabeza entre los contendientes, responsabilizando más al bando rojo de la muerte de la Segunda República por sus continuas divisiones, a pesar de tanto “Frente Popular” como se quiso escenificar. Y mientras su espía literario idea el rescate de Primo de Rivera en la cárcel de Alicante, el pueblo español sigue sin fiarse unos de otros, tal y como comenzamos en la Prehistoria. Me apena pensar que el derrotismo del 98, don Arturo, sigue fluyendo por nuestras venas, y que el cainismo es marga genética de esta piel de toro tan simpática que con su nariz portuguesa mira al Atlántico.  El único momento en el que todo fue “win-win situation” tuvo lugar en la Transición, como si fuera un anuncio de Coca-Cola en el que todas las facciones fueran capaces de procesar su propio dolor y mirar hacia delante todos a uno. Como Fuenteovejuna. Todos a una.