‘Las tinieblas y el alba’, de Ken Follet

Los Pilares de la Tierra se cimentan en más tinieblas que luces

Follett refuerza su ideario ubicando los orígenes históricos anteriores a su trilogía

por Rosa Panadero

Parece que lo que menos interesa en Las Tinieblas y el Alba es que la historia sea real, por mucho que Ken Follett agradeza la asesoría de historiadores al final de novecientas páginas, todas ellas bostezables.

Continuar justificando leyendas se complicaba en Una Columna de Fuego porque existen referentes históricos sobre Isabel I, así que Follett ha buscado reforzar los cimientos de Los Pilares de la Tierra narrándonos los albores anteriores a esa época.

Es el mismo truco que la Guerra de las Galaxias: avanza en cada entrega pero luego termina en los inicios. O como la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos, que continúa con la juventud de tío Bilbo en El Hobbit. No pasa nada por no avanzar de forma lineal, nadie lleva estampado un friso cronológico sobre la frente para procesar acontecimientos.

Lo decepcionante es una historia que adopta y adapta el romanticismo cuasi adolescente de nuestros tiempos a una etapa en que los nobles ingleses habitaban en casas de madera. Que la vida era dura, vaya. Esos nobles de pacotilla eran simples hooligans sin modales.

Aúpa la mujer

Siempre es difícil adjudicar sentimientos a personajes históricos, pero si estos vivieron en épocas lejanas y con esperanza de vida de cuatro a cinco décadas, ya es menos verosímil.

Claro que a Follett no le falta perspectiva de género, y a pesar de que es bastante poco creíble, pone el puntillo picante entre una veinteañera y un cuarentón. Ella es la que manda, porque el rosa oprime y reprime, y le dará tiempo a darse homenajes con el jovenzuelo del populacho. Por momentos parece que el argumento se endereza, pero esto es como La Teniente O’Neill, para ser la mejor hay que pasar por la violación continuada.

Los diez mandamientos

Y por supuesto, no podía faltar alguien a quien echarle las culpas de todos los males de lo que pasa en Inglaterra. Como buen anglicano, el autor galés carga -de nuevo- contra la Iglesia católica. Parece que todos los vicios de cintura para abajo se originan entonces y afectan exclusivamente a aquellos que visten sotana. Con hábitos o sin ellos, los ingleses que desfilan por las páginas de Follett se bastan ellos solos para pasarse por el forro las tablas de Moisés sin pestañear y varias veces.

Entre tantas tinieblas, al final lo que parece es que el origen del Brexit tuvo lugar cuando una noble normanda cambió su castillo de piedra por la casa de madera de un noble inglés. Y ahí siguen las rencillas inglesas, decidiendo a orillas del Támesis cómo excluir a Europa de su visión umbilical del mundo.

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