El humor en los tiempos del cólera

(Título modificado de la novela de García Márquez)

¿No os ha pasado muchas veces que estáis de bajón por algo (y en una cuarentena es muy normal estar triste), os envían un vídeo gracioso, soltáis una carcajada y vuestro estado anímico cambia por completo?

No me refiero a forzar esa carcajada porque a veces no apetece reír, sino a esa risa espontánea y sincera (alejada de la falsa filosofía happy de algunos gurús de mierda que se forran a costa de las desgracias ajenas).  

Eso es maravilloso porque, amigos míos, la risa es el orgasmo del alma. Pero, si es tan maravilloso reír hasta que no puedas más, ¿por qué no damos la importancia que se merece al humor y lo menospreciamos como si fuera el chico simpático y feo de las artes?

Lo que me sigue asombrando es que, si le preguntas a cualquiera sobre sus libros o películas favoritos, pocos reconocerán alguna obra humorística entre sus preferidos. No conozco a nadie que diga que Aterriza como puedas esté entre sus favoritas (por poner un ejemplo).

Parece que ponerse serio o dramático da “más cache” intelectualoide (Dios, que daño han hecho algunos gafapastas trágicos y su falsa superioridad intelectual con sus pelis de Europa del Este. Seamos sinceros, por favor porque la gran mayoría de esas películas profundas y trágicas son infumables. Repito: infumables).

Un supuesto

Piensa en novelas o películas cuyo eje central sea el humor (y no me refiero a la ultima trilogía de Star Wars o a 50 sombras de Grey) y que sean una referencia para la crítica sesuda.

¿Qué número de comedias han ganado un Oscar o cuantas novelas cuyo eje central sea el humor han ganado un premio importante? La que se me ocurre, aunque es mucho más compleja de lo que aparenta ser, es La conjura de los necios que ganó el Pulitzer tras el suicidio de su autor, pero poco más.

Recuerdo que ya con treinta tacos me llevé un cómic de Mortadelo y Filemón para leer en el metro (qué tiempos aquellos que se podía salir sin miedo a ningún virus). Mientras leía solté varias carcajadas, suceso que pareció indignar a algunos viajeros, provocando que me miraran como si fuera retrasado mental. (Parece que en el metro te miran mejor si te masturbas que si te ríes).

Aquello me hizo sentir algo incómodo y, sobre todo, me hizo reflexionar. ¿Si hubiera leído un dramón la gente me hubiera ignorado? En cambio, ¿si hubiera sido un niño con el cómic de Mortadelo me habrían mirado con ternura? (Sin contar a los pederastas).

Siempre queda mejor poner drama y drama hasta casi rozar la escatología. Pongamos un ejemplo inventado, el próximo pelotazo de una editorial de renombre.

Ya lo veo, próximamente en sus librerías (si es que queda alguna de pie cuando acabe la cuarentena): El muro espiritual de la adversidad protagonizada por un enano albino, sordomudo, ciego, tetrapléjico, leproso y simpatizante del Real Madrid (cuantas más desgracias mejor) llamado Torcuato, un ser desvalido y huérfano (sus padres murieron atropellados por un carromato que transportaba 1714 mascarillas a Ripoll).

Torcuato llegó al tétrico orfanato de nombre: “no tienes padres, jódete” e intenta integrarse, pero su mera presencia provoca la ira del director del centro, Rodolfo, que no soporta a los enanos (su padre se lio con un enano gallego y abandonó a su familia para bailar muñeiras y comer percebes, así ponemos un poco de drama al villano de la historia).

Nuestro protagonista tuvo un amigo en el orfanato que se llamaba Pedrito y una novia llamada Margarita, pero los dos eran muy secundarios y murieron al tropezar con una baldosa mal puesta por Torcuato (no me preguntéis cómo, con la boca quizás). Torcuato es un jodido cenizo, pero al final, para reencontrarnos con la esperanza, nuestro protagonista encuentra la felicidad cuando es adoptado por una familia de trapecistas bielorrusos (así metemos el rollo multicultural) que lo salvan de las garras del malvado Rodolfo.

Ya sin motivación, el pérfido Rodolfo pasa las noches en soledad mientras ve Intereconomía y se masturba compulsivamente fantaseando con el presentador ese que lleva un parche de la cadena facha. Si, uno que da bastante grima.

Al final, Rodolfo muere siendo gay. (Antes no lo era).

Argumento absurdo, ¿verdad?

Pero, seguro que alguna vez habéis leído un libro (o visto una peli) que, de tanto drama, acaba siendo una obra que roza lo cómico, una de esas historias que acumulan desgracias y desgracias y que son aclamadas por el crítico de turno y sus borregos.

El mundo actual es una desgracia tan surrealista como la historia de Torcuato porque quien nos iba a decir que el chino ese que se zampó un murciélago (o se lo tiró, vete tú a saber) liaría la que liaría.

Así que como estamos escasos de risas sinceras y pienso que son necesarias para soportar tantas penurias, creo que deberíamos valorar el humor como el mejor antídoto contra la tristeza. Así que, si alguien te pregunta por tus pelis o novelas favoritas, ínflate como un pavo real y si te viene a la mente alguna con la que te hayas partido el culo, dilo, joder y no te cortes. Si “tus colegas” se cachondean de ti, ni caso porque a lo mejor, los tontos son ellos, no tú.

También puedes descuartizarlos, pero no te lo aconsejo porque es un engorro después para limpiar.

Además, descuartizar ahora con la cuarentena es un poco complicado. Espérate un poco y les haces una “agradable” visita. Ya verás cómo te ríes…

Más contenido en YB