P.A.E. / La lucha de unos adictos

Es difícil empezar a hablar de algo que nació en la cabeza de dos escritores muy locos (Iván Albarracín y un servidor) mientras tomaban gin-tonics soñando con llevar sus historias a otro nivel; más allá de lo que pudieran imaginar. Muy difícil. Pero creo que ha llegado el momento de escribir un primer artículo sobre la verdadera historia de la Plataforma de Adictos a la Escritura (P.A.E.), porque a la velocidad a la que estamos empezando a movernos y del modo en el que estamos irrumpiendo en las letras, no puedo ni imaginar dónde estaremos dentro de un año.

Veamos… ¿empiezo por definirnos? Creo que será lo mejor.

Dentro de la asociación, siempre ha habido preguntas que nos ha rondado por la cabeza a todos: ¿qué es la P.A.E.? ¿A dónde quiere llegar? ¿Qué ofrece y promueve? Y como todo lo que cobra vida, igual que un bebé que en un principio solo sabes que te ha cambiar la existencia pero no sabes en qué dirección, ha hecho falta tiempo y mucho esfuerzo para que las respuestas se puedan responder, simplemente, con el currículum y nuestros historiales de Facebook.

Pero responderemos como está mandado.

La P.A.E. es un grupo de escritores de una cordura muy cuestionable que, al juntarnos, hemos demostrado que unidos llegamos más lejos que por separado, que podemos mover a mucha gente que quiere saber y les gusta lo que decimos y defendemos. Y, sobre todo, que con la sinceridad y el respeto hacia los lectores y escritores, huyendo siempre de favoritismos y alabanzas interesadas, el mundo de la literatura estará siempre a salvo y no perderá su integridad ni fuerza. Por poner un par de ejemplos (pero solo un par porque si no este artículo quedará larguiiiiiiiísimo), nombraré nuestra charla sobre “Vampiros en el cine y la literatura”, que ha llegado a reunir, en sus dos ediciones, a más de cincuenta personas durante cerca de 4 horas de charla. O la que más debate ha dado, hasta ahora, la titulada “Mi primera novela, ¿y ahora qué?”, donde, desde la sinceridad y la autocrítica, animamos a los asistentes a mover sus textos y les avisamos de los miles de baches y errores con los que hemos topado y con los que esperamos que nadie más tropiece.

Siempre hemos sido conscientes de lo difícil que es este mundo, sobre todo ahora que hay más escritores que lectores. Pero la ilusión y las ganas de romper moldes y de ir un paso más allá a la hora de enfocar esta carrera de obstáculos siempre ha estado en nuestros corazones. Ninguno sabe hacer las cosas de una forma “normal”, ni adoptando o mutando ideas ya establecidas, sino que jugamos a crear cosas nuevas, conceptos extraños o reuniones que nunca se han visto antes. Una de las más celebradas fue el Rock&Read (del que, en breve, puede haber nuevas noticias), donde reunimos, en ambas ediciones, a un gran número de escritores y músicos de toda índole, alternándonos en dos espacios diferenciados y de ambiente perfecto para cada especialidad. Las cerca de 300 personas que nos acompañaron nos enseñaron que no estábamos solos, y que hay mucha gente en Barcelona que busca y entiende que más allá de lo que ya existe, lejos de lo establecido o de lo convertido en ley, hay una línea que se puede cruzar.

Hace poco estuvimos en el increíble Festival Hispacon, en Navacerrada (Madrid), con un estand propio, ofreciendo tres charlas en tres días. Y eso es algo que, hasta hace unos años, era una fantasía de esas que, ni en sueños, se hacen realidad. Pudimos conocer escritores de primer orden (como Daína Chaviano o Rosa Montero), a expertos dentro del mundillo (Albert García Gutierrez y Paco Arellano, por poner solo dos ejemplos). Y dimos voz a todos los autores que tienen el sueño de publicar pero no se atreven a entrar en el juego, por los mismos motivos que todos hemos sentido, alguna vez. Y eso, además de ser increíble porque compartes tus ilusiones y sueños con desconocidos que los comparten contigo, hace que valga la pena haber creado esta asociación a partir de un casualidad tan enorme como querer hacer algo en el Corte Inglés. Porque esa fue la semilla. Y, como no me dejaban presentar solo, como un escritor sin editor, optamos por ir como una agrupación para hablar, rodeados de amigos, de nuestras novelas y planes de futuro. Aquel día, hace ya más de 2 años, es de esos que recordaré antes de morir porque sé que, junto a algunos más, son de los que llevarán mi vida al lugar donde acabaré, del modo que sea.

Esto lo digo a título propio, pero sé que mis hermanos de letras lo compartirán. Y es que, desde el momento en que la P.A.E. nació (y cuyo nombre creo que propuso Patricia López-Ortuño en un chat, mientras yo estaba frente a la sala Apolo) hemos sabido que nuestras carreras como escritores nunca volverían a ser las mismas, porque unidos hemos llegado más lejos de lo que, seguramente, habríamos rozado caminando solos.

Llevo un rato pensando cómo acabar este artículo, rezando porque no os haya parecido muy repetitivo en algún momento, pero igual que le pasa a la P.A.E. no hay un final claro, no hay nada escrito, y solo el amor por estas teclas y la cantidad de mundos, y palabras y personajes, que tenemos en nuestras cabezas puede ponernos freno a la hora de seguir adelante. Y sé que no encontraremos nunca ese freno porque, inconscientemente, pero con mucha razón, hace tiempo que lo hemos arrancado, y el límite de nuestras ganas, el muro donde algún día chocaremos, está tan lejano y lo han construido con materiales tan débiles que, os juro, nada podrá pararnos.

Somos P.A.E.

Siempre seremos P.A.E.

Y estáis invitados a disfrutar con nuestro viaje, si os atrevéis.