Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

La generación del mínimo esfuerzo

La generación
del mínimo esfuerzo

Antes incluso de empezar sé que esta entrada del blog va a tener más preguntas que respuestas, y eso está bien, porque lo que le pasa a la sociedad en que vivimos es que nos decimos demasiadas cosas y, la gran mayoría, no tienen ninguna pregunta delante. Eso hace que en lugar de debate o intercambio de opiniones nuestras relaciones se basen en una serie de monólogos que en realidad nos decimos a nosotros mismos con el único fin de convencernos, olvidándonos de que delante tenemos a alguien, porque (y ahí van las primeras preguntas): ¿de verdad nos interesa lo que digan los demás cuando no opinan igual que nosotros?; ¿cuándo hemos dejado de interesarnos por las opiniones ajenas, sobre todo cuando no son las misma que las nuestras? ¿No nos hace eso mucho menos inteligentes y muchísimo más fascistas en cuanto a lo que piensan los demás?

Cuando la gente de YellowBreak me comentó que estaría bien hablar del tema en que voy a centrarme hoy, estuve encantado, al 100% dispuesto, porque es algo que me ronda por la cabeza desde hace tanto tiempo que prácticamente he dado por pérdida cualquier opción para solucionarlo. Sin más, no hay manera de volver atrás.

Lo que me ofrecieron esta vez empezaba con esta “simple” pregunta: ¿de dónde viene la obsesión de los jóvenes de ser youtubers o tronistas? Y sí, yo también pensé al momento que muy simple, la verdad, no era.

La mayoría de nosotros pensamos que los chavales de ahora están perdidos, así de entrada, porque ahí están los estandartes de belleza superficial que todo cuantos nos rodea nos escupe en la cara, y la manía de poner en el pedestal a personas de encefalograma plano pero mucho dinero en el banco, y esto es, de lógica, lo más dañino que existe para una mente que acaba de llegar al mundo y trata de comprenderlo. ¿Cómo vamos a decirle a nuestro hijo que termine los deberes, que estudie, que lea, si en la tele por darle una patada a un balón, peinarse como dicta la moda e ir al gimnasio, operarse los pechos, o hacer el subnormal (no siempre, pero si la mayoría de veces) delante de la cámara de un ordenador ya tienes la vida solucionada?, ¿quién en su sano juicio no vería que el mínimo esfuerzo intelectual da más beneficios que ser inteligente o estudiar los enigmas de la vida o hacer algo mínimamente cultural? Aunque en este último tema, la verdad, mejor no me meto mucho, porque incluso en el ámbito cultural hay un tufo a snob barato y bocazas come orejas que podrían, sin problema, superar en mentiras por segundo y en postureo de papel maché al mejor político nacionalista o al cachas que en la tele habla del culo de sus pretendientas.

Lo que se ve en casa…

Entonces, ¿cómo hacemos que aquellos que tendrán en sus espaldas el futuro del mundo no busquen desesperadamente ser el próximo El Rubius, cuando todas las demás salidas quedan eclipsadas mires por dónde mires? Podría optar por las teorías conspiratorias que dicen que nos quieren aborregados y que todo es culpa de la educación y los profesores y que los chicos tienen demasiados deberes y bla bla bla y gilipolleces varias, pero nada de eso. La primera barrera que los niños tienen antes de tratar con el mundo son los padres y hermanos y lo que se respiran en casa y con la familia más cercana, porque no nos engañemos, si en casa todo el mundo tienen como mandamiento la ley del mínimo esfuerzo, y esa otra que antepone la apariencia y el qué dirán al sé tú mismo sin miedo, después que no vayan llorando al Hermano Mayor porque su hijo les pega o se avergüencen porque su hija habla en la tele de que no sabe si quiere o no a ese chico después de ver como se come la boca con otra. Lo que se ve en casa, GRABÁROSLO EN LA FRENTE, es lo más importante en el crecimiento de un niño, y si nadie de su entorno cercano le anima a luchar y a llegar a ser alguien de provecho, lo más normal es que agarre el primer atajo que vea, y se encierre en su cuarto y viva en Youtube y los videojuegos, porque en esas islas desiertas nadie les grita ni les insulta, nadie les dice que no sirven para nada y, encima, los que están tan perdidos como ellos les dan Likes o los Trolean, haciendo que sea más emocionante esa realidad que la que hay detrás de la puerta de su habitación.

La juventud está muy perdida, eso está claro, ¿pero son menos útiles de lo que fuimos nosotros en el pasado?, ¿evolucionará todo en algo nuevo y mejor?, ¿podemos estar tranquilos? Desde un punto de vista catastrofista y totalmente obtuso, podríamos decir que el hecho de que la gran mayoría de los jóvenes tengan como héroes a personas poco inteligentes o a los que todo les ha venido hecho y de color de rosa en la vida no es (sobre todo cuando les vaya algo más a los críos y se les hunda la existencia) sano, ¿pero quien sabe si no es ese tipo de gente y de mentalidad la que será normal pasados treinta años?, ¿no estamos todos los que pensamos así anticuados igual que lo estaban aquellos que no aceptaban el mp3 y seguían liados con los discman? ¿Vale la pena preocuparse?

Voy a festivales de música y literatura, hago viajes a lugares raros o que piden mentalidades abiertas, y siempre veo padres llevando a sus hijos, que son los que más disfrutan y compran y atienden a lo que se les pone delante, así que no son todos tontos del culo que buscan en la facilidad y el mínimo esfuerzo el futuro; pero entonces me pasan cosas como la que viví ayer, y vuelves a preocuparte. Porque es normal que los niños se acerquen a acariciar a tu perro, que hagan tonterías con ellos o jueguen, o te preguntan chorradas como ¿puedo llevarlo un rato? o ¿me dejas tirarle del rabo?, los niños son así, pero que una niña te pregunte cuánto pesa, le respondas 37 kilos, y ella te diga que pesa más que ella, porque ella 29, hace que te preguntes porqué una niña de menos de 10 años sabe su peso, ¿cuál es la utilidad?, ¿por qué una niña, que debería estar pensando en mil cosas antes que en su peso y en su físico, tiene tan presente ese detalle?

No todo está perdido, desde luego, pero caminar demasiado rato cerca del borde del precipicio ya sabemos todos como acaba: con nosotros gritando.