Día 1. ¡Empieza la Scabconquista de Europa!

Pekín Expr… ¿Qué? ¡No! Esto es real señoras y señores. Me lanzo a la aventura, la hora S ha llegado y no me hace falta una capa ridícula ni calzoncillos rojos para saber que la suerte está conmigo (y si no, que se eche a un lado y no me estorbe en el camino), son las 5:00 AM del jueves 3 de agosto y la aventura no ha hecho más que empezar. 

Vale. Pongo en situación a los rezagados. ”Rumbo Europa Challenge 2017” consiste en: Salgo de Madrid rumbo a Budapest, para llegar hasta ”Island of Freedom”, que es el lugar donde se celebra Sziget, el mejor festival del mundo, en el cual tengo un abono ultra VIP y una cerveza bien fría esperándome (Inti, cada segundo estoy más cerca). ¿Hándicap? Tengo que conseguir hacer el camino y llegar hasta allí con 0€ de presupuesto para poder disfrutar de la gloria. ¿Ya? ¿Todo bien? Pues sigo con la crónica. 

Me encuentro en Madrid. Quiero salir. Necesito salir. ¿Qué hago? ¿Dónde irías tú si tuvieras que salir de Madrid con 0€? Pues yo lo tuve claro. Me fui a atocha.

Atocha. Punto de partida y nexo de caminos, esperaba que la diosa fortuna y mi ingenio de aguililla se fusionasen en el combo street show definitivo.

Y así fue. 

Estaba junto a la diabólica cabeza de bebé gigante y… una furgo paró a recoger a una chica que se encontraba allí. Me acerqué. Pregunté y… ¡VICTORIA PARA EL CAPITÁN! Partían dirección Europa y tenían sitio libre, me valía. 

A media mañana hicimos una parada para repostar a la altura de Zaragoza. En el área de servicio conocí a unos camioneros a los que me arrimé para conseguir algo crujiente para desayunar y sin demasiado esfuerzo conseguí sacar unos trozos de pan tostado con tomate. Not bad. 

En el camino compartimos anécdotas, aventuras y en 500 km ya habíamos forjado un vínculo imborrable, un vínculo ancestral del que se habla en los libros de colegas (si buscáis en el punto 12 de la página 37 de este manual viene así redactado) y es que tras descubrir que todos éramos fans de Goran Bregovic,  destapar la primera litrona (excepto para el conductor claro) y poner la canción ”The passenger”… ¡Ya éramos hermanos de carretera! ¡Eso no se podía borrar!

A la altura de Gerona hicimos la parada reglamentaria para comer, de nuevo, saqué mi ojo avizor y divisé un suculento manjar: ¡Una excursión de jubilados! 

Os voy a dar una lección de vida a continuación que puede que os salve de morir de hambre en alguna ocasión. Las abuelas, siempre, SIEMPRE, tienen galletas en el bolso. 

Pero mi sorpresa fue aún más disruptiva cuando me acerqué a olisquear entre sus bolsos y no solo tenían galletas, si no que estaban comiendo y tenían tarteras llenas de tortillas, san jacobos, filetes empanados, gazpacho… y un scabdelicioso etcétera. La sorpresa aumentó cuando les conté mi reto y se partieron de risa, alguna incluso me dijo que por qué no las llevaba conmigo mientras me guiñaban un ojo… ¡ABUELAS!

El caso es que comí mejor que si me hubiese quedado en mi propia casa (Mi nevera no sabe qué hay más allá del medio limón y los sobres de mahonesa). 

Entre unas cosas y otras llegamos a Perpiñán. Aquí la cosa se complica…  6 plazas. Íbamos 5. En Perpiñán subían 2. Nadie bajaba (o nadie quería bajar). Vaya, michelín tenemos un problema. 

Pero a grandes problemas, grandes soluciones. Y como siempre hay que hacer en estos casos, alguien se queda en tierra para que los demás puedan continu… jajajajaja ¡El último en llegar al maletero! De toda la vida de Dios.

Pues con una furgo hasta arriba de macutos, una nevera pasando entre los asientos, un tipo, del que nadie recuerda el nombre, metido en el maletero y unos altavoces que pedían clemencia, llegamos hasta la campiña francesa (siempre he querido usar esta expresión, aunque no sé si esta zona se llama campiña, sinceramente), la zona entre Montpellier y Marsella. Justo ahí tenía un alojamiento a coste 0, cortesía de uno de mis patrocinadores (De vuelta por el mundo), en un lugar llamado Aix-en-Provence. 

Me bajé de la furgo. Nos despedimos.

Ya solamente quedaba la parte final del día: conseguir algo de cena. Una tienda bastante dudosa era lo único abierto por la zona a estas horas (21:15h… sí… no sé qué hace esta gente con su vida… ¡Ay! cómo echas de menos tener tiendas abiertas hasta las 00:00h cuando sales fuera…) y una mujer que estaba allí comprando aguantó amablemente mi historia. No sé si para que me callase de una vez y me fuera, o por caridad de mademoiselle, pero me regaló unos creppes congelados. Horribles.

Ahora mismo me los estoy terminando. Me duele la barriga. Qué cosa más asquerosa. Me muero de sueño y me quedo dormido mientras termino la crónica del día. ¿Sabéis qué? No tengo plan para mañana. Supongo que llegar a Milán o intentar atravesar el norte de Italia… 

De momento voy a dormir un poco y dejaré que la carretera me sorprenda de nuevo. 

¡Un Scabeso! ¡Rumbo Sziget! ¡A por Europa!