Cosas que echamos de menos en los videojuegos (Vol.1)
Cada vez que abro la caja de un videojuego -y no es que abra pocas al cabo del día- me invade esa sensación de pena, como de añoranza, al ver un panfleto con información más bien escasa e irrelevante sobre cómo funciona el mando de mi consola. Y eso, en el mejor de los casos.
No es que sea yo la más veterana dentro de la industria -y concretamente, del sector de jugadores- de los videojuegos, pero desde mi infancia y hasta unos cuantos años después, cuando a uno le caía un juego nuevo entre manos no podía esperar a abrirlo para leer de cabo a rabo el manual que acompañaba al juego. Manuales que, además de más extensos que los actuales, te contaban parte de la historia del juego y sus personajes, los controles y hasta un apartado de notas; y todo ello en diferentes idiomas. ¿Cómo es posible que el precio de los videojuegos físicos no haya caído en picado con lo que deben ahorrarse en manuales como los de antes?
También, junto con los manuales, me da que pensar lo que supone comprar un juego “completo” hoy en día. Antes, comprabas el juego y se acabó. Ahí estaba todo. Como mucho, para aquellos más exigentes o menos hábiles, estaban las guías que solían venir con las revistas especializadas y que ayudaban a completar el juego al 100%. Ese era el único gasto extra con respecto al juego. Si concretamos aún más, un periférico, para algún juego de carreras de coches, por ejemplo. ¿Y ahora? Gasta una cifra nada desdeñable en el “juego base”, luego compra las expansiones o el pase de temporada, compra personajes, armas, mejoras, compra la guía, compra periféricos y, ah, no olvides comprar la suscripción para poder jugar online, o no podrás utilizar nada de lo mencionado anteriormente en cada vez más juegos.
Quizá sea porque esa frase hecha de “todo tiempo pasado fue mejor” se acaba cumpliendo según uno va creciendo -y acaba por recordar el pasado con una aura de perfección- o es que la evolución de la industria del videojuego -al menos aquí en España- no termina de llevar un camino muy coherente. Al menos, como cualquier mercado/industria, podemos afirmar que cambiará y nos gustará más o menos; pero en nuestra mano estará siempre la decisión de subirnos al carro o esperar al siguiente que pase.
