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Blog Tendencias Manu Gris: El Karaoke como metáfora de nuestra realidad

El Karaoke como metáfora de nuestra realidad

Por cierto… ¡Feliz Navidad!

Con motivo del día del calendario en el que nos encontramos (pues eso, que Feliz Navidad) todos, de un modo u otro, nos estamos viendo obligados/empujados a cenas, comidas, fiestas, y, en definitiva, a tener una agenda ocupada al nivel de un presidente del gobierno (uno de verdad, no el que estamos padeciendo ahora). Hay diferentes tipos de torturas, que no pasaré a enumerar por no transportaros a alguna de ellas o, con sinceridad, porque este artículo debe tener una extensión máxima de 3 folios, pero de entre todas las opciones hace poco estuve disfrutando de una cena en un chino, con karaoke.

Y sí, he dicho disfrutando.

Siempre me viene a la mente, al unir las palabras chinoy karaoke, la película Lost in Traslation,pero ni yo soy Bill Murrayni apareció por ahí Scarlett Johansson, así que nos tuvimos que conformar con una gran mayoría, en la que me incluyo, de individuos que una de tres: poco saben de música, creen que saben cantar, y solos van a divertirse y hacer el capullo. Yo, ¿adivináis?, soy socio medio fundador del tercer grupo, y es que, como comenté con un buen amigo mientras veía a un grupo de chicas contonearse y berrear mientras sonaba Wannabede las Spice Girls(que fue una oportunidad perdida de poder hace el anormal a un nivel superior al recetado por un médico), estábamos siendo testigos durante las casi dos horas en los que nos estaban dejando cantar a todos, de las diferentes formas de ser de las personas, de actuar en la vida y con los demás, y que a continuación pasaré a numerar sin extenderme mucho. O esa es la idea:

1_ Los que suben al escenario con un único motivo: lucirse.

Estos suelen estar, a su vez, divididos en diferentes subgrupos, entre los que destacan aquellos que necesitan eso para sentirse observado y, por desgracia, realizados en la vida; y los que saben cantar y eso lo hacen por el simple placer de hacer vibrar con talento sus cuerdas vocales. Contra estos últimos no tengo nada, y hasta los aplaudo con ganas, en parte porque en algunos momentos de mi vida yo, y creo que todos, hemos aprovechado una buena oportunidad para sacar a relucir nuestros puntos fuertes. Pero el otro subgrupo… podría decirse que son las mismas personas, o a eso huelen, que van por la vida dando pasos creyendo que les debemos algo porque alguien, otro ciego supongo, les dijo o les hizo creer que tienen una meta a lograr en la vida. Los reconoceréis porque no les importa lo más mínimo pisar o empujar a los demás con tal de llegar al primer puesto, el cual tienen claro que nadie más que ellos es digno de abrazar. En el escenario, que podría ser la metáfora perfecta de ese momento en el que todos, queramos o no, estaremos en algún momento en la vida, se enfrentan de verdad, y sin escudos, a la realidad, a lo que ellos creen que son para los demás, y acaban arrancando carcajadas del peor modo posible: las que nacen del patetismo que transmiten al ser el perfecto espejo de su inútil lucha contra la mediocridad que les corroe por dentro, y a la que tratan de tapar con mucho esfuerzo y poco acierto.

2_ Los que no saben ni que están en el escenario.

En este, lo reconozco, he estado alguna vez, y se caracteriza porque los protagonistas de estos momentos han necesitado un pequeño empujón (llámalo alcohol, necesidad, o el siempre efectivo No Hay Huevos) para atreverse a enfrentarse al reto. Porque en la vida no todo viene envuelto en un bonito papel de regalo, ni nos lo encontramos a medio hacer con solo una pieza para colocar y, ZAS, todo perfecto, pues en la mayoría de ocasiones necesitamos el apoyo de factores externos para poder luchar contra nuestros propios miedos e inseguridades, contra lo que creemos que no tiene solución y nos parece un muro tan duro y bien construido que ni saltarlo podemos. Y ese es el momento en que se demuestra de que pasta estamos hechos, si somos de los que saben pedir o aceptar ayuda, aceptando que no podemos hacerlo todo solos, o los que se dan media vuelta y lloramos de camino a nuestra circulo seguro en el que no vamos a ser nada más que el resto de gente; sin nada que nos caracterice ni nos haga ser especiales del modo que sea. Por desgracia, o quizá es bueno para el funcionamiento correcto de la sociedad, la mayoría son de los que no se atreven a subir al escenario con ayuda, la que sea, y acabamos perdiendo ese momento, esa canción, que quizá no iba a ser la mejor del mundo, pero sí que iba a dejar una pequeña huella en nuestra existencia. Una huella que, antes de nacer, la mayoría de veces ya se borra con tesón.

3_ Los que solo buscan una simple cosa: pasárselo bien.

En ese karaoke, ante amigos y desconocidos, fui protagonista de este grupo cuando, a duo con uno de mis mejores amigos, canté El Torito Bravocon tanta energía, risas, payasadas y gallos que, como nos explicaron después, una mesa colindante a la nuestra empezó a mirarse con terror, y comenzaron poco a poco a recoger sus abrigos, ponérselos, y salir de allí corriendo; y todo eso en los casi 4 minutos que dura la jodida canción (que no recordaba tan larga). No me avergüenza dar vergüenza ajena, y desde luego me la suda mucho, desde siempre, lo que opinen de mi personas cuya existencia no tiene ninguna relevancia especial en mi vida, porque si vas por la vida vigilando lo que dicen u opinan o critican de ti, si dejas que las malas caras o la incomprensión te prive de cantar a pleno pulmón un himno atemporal (mientras usa tu camina como una falda flamenca y das bailecitos a ritmo de los berridos de tu amigo), con la mano en el pecho os digo que estáis viviendo muy poco y mal, y que la seriedad en exceso y el no saber reírse de uno mismo y de los demás casi las 24 horas del día es un signo claro de estar muerto en vida.

La vida, como el karaoke, merece la misma seriedad y respeto que le darías a un extremista soltándote un discurso panfletario, porque si vamos por la calle, paso a paso, con el ceño fruncido y luchando en todo momento por medallas que creemos que nos harán felices, y no paramos ni un segundo a sonreír, hacer el payaso o señalar con el dedo algo antes de partirnos el culo, siento tener que decírtelo, pero estás malgastando los pocos minutos que dura la canción que has escogido.

Y ya te adelanto que no va a haber cara B.