Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Destruir el pasado para ¿proteger? el ¿futuro?

Cada vez son más las propuestas y quejas y discursos que se centran en la censura de ciertos aspectos de nuestra sociedad y que, paradójicamente, buscan que seamos más libres y vivamos mejor. Como si a través de la prohibición más tonta y la censura sin sentido real (más allá de la autorealización) fuera posible corregir ciertos aspectos ¿nocivos? de nuestras vidas y que, encima, con esa desaparición logremos que la raza humana sea mejor, más inteligente, y muchísimo más segura.

Putas chorradas sin sentido.

Hay algo que muchos de estos abanderados de la corrección no entienden, o no quieren ver porque quizá les colocaría en un lugar donde no tendrían utilidad alguna, y es que de ese pasado “imperfecto” hemos salido muchos de los que no somos violadores, asesinos o maltratadores e, incluso y ¡sorpresa!, han salido los mismos que dicen qué debemos tachar o corregir para que las próximas generaciones sean mejores. ¿Mejores?, bueno, si lo que buscas es que no crezcan más becerros sin vida ni utilidad, como tú, o si lo que pretendes es que con esa malsana correcciones y censura blanca dejen de nacer descerebrados que se niegan a sí mismos con el único fin de llevarse aplausos fáciles entre sus tarados semejantes, ¡joder!, dime dónde hay que firmar que me lanzo de cabeza. Aunque, ¡espera!, si lo hiciera estaría vendiendo mi propia libertad en pos de una teoría tonta y fuera de toda lógica que os haría felices hasta que, no lo neguéis, encontraseis algo nuevo sobre lo que quejaros, porque como bien dicen en algún canal de Youtube o he leído en artículos de esos que ninguno de estos genios leen por miedo, son quejicas profesionales, personas que quieren ganar batallas solo para poder chulear de ellas y que, una vez logrado el objetivo, no saben disfrutarlas porque en ningún momento pensaron en ellas hasta que se les encendió la bombilla.

¿Y cuál es el motivo de que haya explotado mi bombilla?, por la noticia que leí hace unos días sobre que muchos padres cambian el final de los cuentos para no ¿traumatizar? a sus hijos.

Veamos, padres primerizos sin recuerdos de la infancia ni confianza en vosotros mismos, no me gusta repetirme pero, venga, voy a hacerlo solo una vez antes de entrar en materia: ¿Cómo eran los finales de los cuentos que os contaban de pequeños?, ¿en serio que el leñador le abría la tripa al lobo y salía Caperucita de dentro sin un rasguños?, ¿no jodas que después le llenaban la tripa de piedras y, sediento, el lobo se ahogaba en el río una vez se despertaba? ¿Y a cuantas personas has abierto en canal, llenado de piedras, y visto morir por vuestra culpa desde entonces?, ¿o a cuantas personas habéis querido comeros por culpa de este cuento?

Decir que posiblemente, que hay una posibilidad, que si no censuramos o cambiamos aspectos “nocivos” de nuestro pasado alguien puede tener una vena asesina o caníbal, es el mismo discurso sin sentido que los de extrema derecha usaban cuando culpaban a Marilyn Manson, a las películas de Stallone, y en definitiva a cualquier cosa que les ofendiera. Porque, ¡joder!, ofenderse es bueno para la salud, hace que nos conozcamos mejor (a veces para desgracia de la persona) y que sepamos pensar y razonar lo que para nosotros es bueno o malo, crear un carácter en definitiva, pero si le quitamos a los niños la posibilidad de sorprenderse, de pensar, de sentir asco, rabia, ira, felicidad, alivio, e incluso excitación con alguna de estas historias (yo mismo al ver por primera vez Akira me puse a mil al comprender que estaba viendo algo nuevo, con dos cojones, y muy loco, y, años más tarde, me sucedió lo mismo con Ichi The Killer. ¿Y a cuantas personas he golpeado con una barra de hierro mientras conducía una moto futurista o pezones de mujer he cortado con un cutter? Me da que Cero…) estaremos robándoles una parte muy importante de su personalidad; esa que nunca tendrán porque no dejasteis que germinase.

Censurar, sea lo que sea y venga de donde venga, no es más que impedir que la gente piense por sí misma y se relacione con los demás con total libertad.

Los supuestos caballeros de la corrección, esos que diciendo qué debe decirse, qué debe enseñarse, qué cosas deberían ser políticamente incorrectas usando solamente sus fascistas baremos, son los que están creando una generación llena de débiles que cuando tengan que enfrentarse de verdad contra el mundo van a sufrir de lo lindo. Van a toparse con una realidad en la que todo lo que sus chachi papis no les contaron va a golpearles en la cara con tanta fuerza que solo podrán huir, asustados, y con el rabo entre las piernas. Censurar, sea lo que sea y venga de donde venga, no es más que impedir que la gente piense por sí misma y se relacione con los demás con total libertad. Hay quienes no nos gustarán algunos discursos, quienes nos gustaría reventarles la cabeza por insultar a este colectivo, o por ridiculizar a tal otro, pero siempre he pensado que tiene el mismo derecho alguien a decir que no se matan suficientes mujeres que el que pide a gritos que se maten policías, y si alguien quiere darle de hostias a uno y construirle un altar al otro está en su derecho, pero no puedes apoyar la libertad de expresión al mismo tiempo que censuras a los que no son de tu mismo rollo.

Porque, sí amigos, eso es hipocresía moral.