Una patada en la espinilla para recordarnos que ‘Silicon Valley’ termina

Silicon Valley (HBO) nos abandona, después de 6 años, tras ofrecernos una de las mejores comedias jamás realizadas. Desde los personajes principales hasta los secundarios, con unas tramas de altura, y por supuesto, con numerosos momentos donde la carcajada evitaba que pudiéramos escuchar el show.

Tengo algo con esta serie. La hermana lista de Big Bang Theory, como así la llaman muchos, Silicon Valley no deja de ser una serie de Geeks para Geeks, y sin embargo, refuerza su discurso a nivel empresarial mientras su protagonista, Richard Hendricks, va pasando por todos los problemas posibles a los que el creador de una Startup acaba enfrentándose.

Recuerdo como empezaba la serie, con esos protagonistas acudiendo a la fiesta de una Startup venida a más. Una fiesta pretenciosa, soberbia y llena de lujos incorrectos amparados bajo el mensaje de “Nuestra aplicación hará del mundo un lugar mejor”, y todo círculo debe cerrarse, aunque a veces no es de buen agrado ver como termina, no solo por que lo haga, sino por como lo hace, aunque esa sea justo la manera correcta. 

Un cierre perfecto

Tras la emisión del último capítulo, que podéis disfrutar en HBO España, siento que me han pateado la espalda por veinte sitios distintos.

A fin de cuentas, alejados de la comedia costumbrista, Silicon Valley es una sitcom que hace honor a la semántica de su propio nombre, comedia de situaciones, y cada situación acababa por hacerte reír hasta llorar, y demostraba que podía tenerte en tensión en el asiento, temiendo por el futuro de El Flautista. Pero siempre lo ha hecho con la coherencia que el mundo empresarial presupone.

Pelea contra las más grandes que solo querrán aplastarte por la molestia que podrías suponer. Problemas con el que pone la pasta y quiere quedarse con tu proyecto. Problemas con la misma financiación, pues mientras más se apueste por ti, mayores son los riesgos. Problemas con tu propio equipo al descubrir que los egos chocan, y ¿si al final de todo tu proyecto no funciona? Pivota y cambia tu orientación al mercado, o incluso tu propio producto final. ¿Irá destinado a empresas o a usuarios?

Al final, volvemos al principio. “Cambiar el mundo a mejor”, y de mientras, el dinero fluctúa, cambia de manos, aparece en cantidades obscenas, y desaparece por arte de magia.

¿Algunos de los mejores momentos?

Citaré solo cinco, y me dejo un múltiplo de mil en el proceso.

_ El intento de compra de Gavin Belson (el archienemigo) por parte del Flautista y su algoritmo. Desde esos primeros 10 millones de dólares que Richard rechaza (a costa de su salud física y mental), hasta los siguientes intentos de presionar para comprar la empresa.

_ Elric Bachman vestido de Steve Jobs, tratando de apropiarse la idea que ha creado Richard Hendricks.

_ Todas las salidas de tono de Jared. El más tranquilo, ético y pacífico del grupo hasta que explota. Desde sus perturbadoras apreciaciones sobre su infancia, hasta los enfados con frases como “¿Quieres morir hoy, gilipollas?”

_ Las peleas de Dinesh y Gilfoyle. Cada una mejor que la anterior, y no olvidemos el momento en el que se descubre que la aplicación de chat de video del primero, resulta ser un escondite perfecto para depredadores sexuales.

_ De la primera temporada, el momento cumbre de Richard Hendricks, cuando realmente redescubre el potencial de su verdadero algoritmo gracias a una conversación conjunta del equipo tratando de averiguar, (con ecuaciones matemáticas complejas que fueron certificadas por gente de Stanford fuera de las cámaras) como tendría Elric que hacer para masturbar a todo el auditorio del concurso de tecnología en 10 minutos. Del centro hacia afuera.

Son solo cinco momentos, y os aseguro que he dejado muchos en el tintero por el simple hecho de no hacer spoilers. Y hablando de spoilers, hablemos del último capítulo, así que deja de leer aquí si aún no lo has visto:

SPOILERS GORDOS ¡OJO!

La forma de cerrar la serie es tan negra y agridulce como todo el viaje hasta llegar a su fin.

Volvamos a la frase, “Hacer del mundo un lugar mejor” entra tesitura con escalar la cumbre de su propio viaje.

¿Cuál es el final? ¿Fama, dinero, reconocimiento y una tecnología que acabará destruyendo el mundo tal y como lo conocemos… o acaso “hacer del mundo un lugar mejor” como se dijo desde el primer momento? Elegir lo segundo implica con deshacer lo andado, incluso peor, olvidarse de El Flautista, y de todos los obstáculos salvados para llegar hasta el final, y quedar como un fracaso comercial ante el resto del mundo.

El final es bueno. Buenísimo. Porque antes de querer contentar al espectador, sabe hacer fiel a su propio espíritu.

Yo terminé esos últimos segundos con el puño en la garganta diciendo “No puede ser”, y sin embargo, ¿Acaso toda la serie no nos ha ido indicando que todo lo malo le puede pasar a los más valientes?

Todo queda en la tecno-ética, la piedra angular creada por Gavin Belson, que a su vez, es probablemente la representación de TODO LO MALO que surge de las empresas de software.

Es ironía, sarcasmo existencial como pocos se atreven… y Silicon Valley termina tras seis hermosas, incorrectas políticamente, temporadas, como una patada en el estómago que nos recuerda que es algo más que treinta minutos de risa.

Es la realidad diezmada en la ecuación tragedia más tiempo, a la vez que nos descose el alma mientras sonreímos.