Con todas las entradas vendidas y un cartel del Crüilla que incluía a Pet Shop Boys y Smashing Pumpkins entre sus más esperados, nuestra primera parada del día la hacíamos en el escenario grande del Festival, el Estrella Damm, para disfrutar del concierto de The Tyets, ese dúo catalán que revolucionó la escena nacional el pasado año con su incombustible Èpic Solete y que alegró la mayoría de fiestas populares catalanas con aquel hit indiscutible que todavía resuena con fuerza en nuestras cabezas llamado Coti x Coti.
Sobre las ocho de la tarde salen a escena Oriol y Xavier, apoyados por una banda de recursos infalibles, para hacernos pasar el mejor momento del día.
Con un público que representaba el rango de edad más amplio de todo el Festival, lo suyo es inaudito si nos fijamos en que sus fans van desde los más pequeños, había niños desde los de cinco años acompañados de sus padres, hasta los más adultos, cuarentones moviendo el cucu a placer al son de sus enganchosas tonadillas había cientos, el dúo tomó el camino de sus singles más novedosos como Que Vinguis, Estaré Millor Demà, Grup De Pop o Tornem A Casa, para empezar el concierto por todo lo alto sin necesidad de apoyarse en su más reconocible Èpic Solete del que obviamente cayeron varios sus hits más sonados, siendo el acudido Coti X Coti el destinado a finalizar el concierto con decenas de grupos de sardanas improvisadas bailando al estilo del folklore catalán con orgullo. Una escena que se ha convertido en un clásico de todos sus conciertos cuando suena esa canción.
Para una pareja que sus primeros Cruïllas fueron detrás de la barra atendiendo a los asistentes y que su mayor logro dentro del Festival fue hace unos años en la carpa pequeña del recinto del Fòrum, ver esa evolución, esa entrega y ese amor que el público desprende hacia ellos, nos puso a todos con los pelos como escarpias e inundó de lágrimas de emoción a la mayoría de los allí presentes.
Pet Shop Boys no defraudaron
La siguiente parada después de patear la descomunal zona de food trucks en busca de algo rico para echarse al estómago, era de nuevo en el Estrella Damm para disfrutar de otro dúo incombustible, los Chicos de la Tienda de Animales. Pet Shop Boys, o lo que es lo mismo, Neil Tennant y Chris Lowe, son una de las bandas con más hits ochenteros y noventeros reconocibles de esa época.
Por mucho que no los controles demasiado, o incluso hayas pasado de ellos por falta de interés durante toda tu vida, es imposible no bailar al son de canciones tan memorables y permanentes como la inicial Suburbia, la descarada versión de U2 Where The Streets Have No Name (Can’t Take My Eyes Off You) contenida en su aclamado Behaviour del 90, la muy esperada Domino Dancing con su claro homenaje a Rudolph Nureyev, o la traca final formada por Go West, It’s A Sin, West End Girls y Being Boring. Un set-list realmente difícil de batir en un Festival con un público entregado hasta el alma con ellos y una banda con un despliegue de medios espectacular en todos los sentidos.
No es la primera ni la última vez que los veo, pero cada vez que tengo la oportunidad, lo disfruto como si fuera la primera y la última.
The Smashing Pumpkins casi al completo
Nuestra última cita nocturna y la despedida del Festival hasta el próximo año, venía marcada por el concierto que más expectación y ganas había generado en mí desde el anuncio de su cartel. The Smashing Pumpkins siempre ha sido una de las bandas de mi vida, los conseguí ver un par de veces en su peak creativo y de popularidad a finales de los 90 y por tercera vez con su esperado regreso en 2012, en la sala grande de la Razzmatazz de Barcelona. Siempre que los he visto, he disfrutado enormemente, aunque nunca como en los 90.
Esta vez teníamos el aliciente de contar prácticamente con la banda original al completo, Jimmy Chamberlin a las baquetas, James Iha a la segunda guitarra y, por supuesto, Billy Corgan a las vocales y la guitarra principal, una pena que D’Arcy no se haya sumado a la sonada reunión, en su puesto estaba Katie Cole cumpliendo su papel sin mayor repercusión.
El primer pero que le tengo que poner al concierto, es que no se realizara en el escenario grande del Festival. La afluencia de gente era tan grande, que era casi imposible posicionarse en la parte más cercana del concierto si no habías estado media hora antes guardando sitio.
El segundo, y más importante, fue el sonido. No sonaron mal en ningún momento, pero, para mi gusto, les faltaba algo de volumen y potencia para destacar sobre el resto, cosa que no ocurrió en ningún momento. Y la tercera, y quizás la más importante de todas, fue el repertorio escogido por el ego de Billy Corgan.
No es que sea una condición indispensable, pero los conciertos de festivales deberían contener, en su mayoría, los hits más destacados de la carrera del artista, y, por mucho que nos duela, Corgan vino dispuesto a desgranar un setlist en el que predominaron los temas de su última ópera rock titulada ATUM, un disco triple que muy pocos disfrutaron de su selección, hasta cinco cortes sonaron esa noche.
Por otro lado no se olvidó de tocar 1979, Bullet With Butterfly Wings, Jellybelly, Tonight y Zero, que hizo de clausura, de su afamado Mellon Collie And The Infinite Sadness. Del Siamese Dream cayeron únicamente Cherub Rock, Today y Disarm, las indispensables, y el setlist se completó con algún que otro momento estelar como el inicio con The Everlasting Gaze, el Ava Adore y la incluida en la banda sonora de Transformers Doomsday Clock. Como sorpresa poco apreciada tocaron el Zoo Station de U2 sin demasiada suerte.
En resumen, un concierto irregular que nos dejó a muchos con un sabor de boca menos dulce de lo esperado.