‘Thrice’, un puñetazo en toda la cara

20 años después de la salida de su tercer disco de estudio, (The Artist In The Ambulance, Island Records 2023), Thrice, el cuarteto californiano compuesto por Dustin Kensrue  a la guitarra y las vocales, Teppei Teranmishi a la segunda guitarra y los hermanos Breckenridge a cargo de la sección rítmica, decide regrabarlo, prácticamente sin ninguna diferencia, y salir de gira para celebrar el vigésimo cumpleaños del disco. Mi posición ante estas jugadas de los grupos es siempre algo escéptica e incluso crítica.

Para una persona, como yo,  que pudo disfrutar en sus propias carnes el estreno del disco hace 20 años con su concierto en la sala Zeleste de Barcelona (actualmente sala Razzmatazz) y que vivió intensamente esa época del post-hardcore melódico, emo-core, o como narices se os diera a bien llamarlo, este movimiento repetitivo puede convertirse en un arma de doble filo.

Thrice ya no están en esa onda gritona e intensa, obviamente 20 años después, yo tampoco, y si ya lo has vivido de esa manera tan presente en el momento en el que tuvo importancia, revivirlo de una forma tan impostada o superficial, me parece algo insustancial, al menos desde una visión totalmente personal.

Y como me gusta cuando me dan con toda la barra en las narices y me tengo que comer mis palabras, pensamientos y comentarios odiosos.

Pero es que además, Thrice no me dieron solamente con la barra en las narices, estamos hablando de un pan de payés de kilo y medio, duro como una roca y que me hizo saltar la dentadura entera del golpetazo supremo que supuso su concierto de anoche en la sala Apolo.

Dejando de lado si hacía falta o no regrabar un disco perfecto, que sigue sonando a las mil maravillas y del que no han conseguido mejorar nada, retomarlo en directo, en un formato que lo comprende en su totalidad y tocado en el orden original en el que están sus canciones, ha sido una experiencia bastante superior a lo que recuerdo de aquel lejano concierto de hace 20 años.

Sí, he dicho superior, eso significa que, solo por esa razón, todo lo que he dicho anteriormente sobre mis prejuicios con estos temas, se convierten en papel mojado ganando la partida mi nostalgia y la calidad indiscutible de una banda que, a día de hoy, es capaz de reventar una sala como el Apolo, colgando el cartel de sold-out semanas antes del show, y hacerlo de la manera más excelsa, perfecta e intensa que jamás hubiera soñado.

Sería prácticamente imposible, para cualquier banda de la época y del estilo, superar una primera mitad de disco tan perfecto como el que conforman Cold Cash And Colder Hearts, Under A Killing Moon, All That’s Left, Silhouette, Stare At The Sun, Paper Tigers y Hoods On Peregrine, una colección de riffs, cambios de ritmos, breakdowns, locura, melodía e intensidad absolutamente imbatible y que en directo se elevaron al nivel de comunión religiosa con un público absolutamente entregado al grito desmedido, pogos descomunales y lagrimilla de emoción.

Ejecutadas con un sonido y una puesta en escena que las intensificaban sobremanera, he de admitir que durante esa primera media hora de concierto, me sentí como si realmente tuviera 20 años menos.

A partir de ahí el disco tira más hacia los medios tiempos, sin perder la calidad en ninguno de ellos, para cerrar con la magnífica Don’t Tell And We Don’t Ask, finiquitando los poco más de 45 minutos que dura el trabajo, para dejar la noche en su punto más álgido.

Pero, como era de esperar, Thrice continuaron con el show ejecutando algunos de sus hits más reconocibles, englobando de manera equilibrada, casi todas las diferentes etapas y discos que han representado a lo largo de su carrera.

Hubo muy poco de cada, pero visitaron prácticamente su discografía al completo, dejando únicamente de lado su debut Identity Crisis (2001) y el más reciente Palms (2018), cerrando una hora y media de show que fue de lo épico a lo notable, reforzada por una entrega del público que pasaba, de lo emocionante a lo intenso, con una euforia y una vitalidad descomunal.

Como dato curioso decir que hubo mucha gente que aprovechó la circunstancia para hacer crowd-surfing durante el concierto con el inconveniente de que siempre acababan en el foso donde la seguridad estaba colocada.

Si bien es cierto que la gente de seguridad no abusaba en ningún momento de su autoridad maltratando a los fans que llegaban flotando entre la gente hasta su lugar de trabajo, acompañándolos en cada ocasión a los laterales de la sala para que se volvieran a mezclar con el público, hubo una de las veces que una de las personas que llegaron hasta allí, llegó con demasiada inercia y, en vez de ayudarla para que no cayera al suelo, se apartaron para que el golpe que se diera, le sirviera de escarmiento.

Pues bien, fue acabar el tema, y un Dustin muy enfadado con lo que había visto, empezó a darle una bronca a los de seguridad que nos dejó a todos sorprendidos.