‘The Sinking City’, un videojuego ambicioso venido a menos

 

El terror de Lovercraft nos ha ido dejando pequeñas joyitas a lo largo de la cultura popular, y los videojuegos no son una excepción. Tras una larga lista de promesas mal cumplidas, los chicos de Frogwares nos traen una adaptación muy interesante con The Sinking City

El horror como algo más allá de lo que el ser humano puede explicar. Un ente cósmico del que nos protege la cordura para evitar que nos fundamos en la histeria. The Sinking City no es el primer desembarco del terror cósmico que Lovercraft inició, pero aparece en un momento bastante taciturno para el género.

Durante los últimos años muchas promesas se han ido desmoronando a media que llegaba el momento de dar un puñetazo en la mesa, incluso el juego de la franquicia Call Of Cthulhu, desembarcó al tiempo sin pena ni gloria dejando claro que lejos nos hemos quedado de aquel majestuoso Call of Cthulhu: Dark Corner of Earths que ya tiene unos quince años encima.

Los chicos de Frogwares, precursores de la aventura gráfica detectivesca y que tienen a sus espaldas la saga de Sherlcok Holmes, fueron la última promesa. La de abordar el universo de los mitos con un juego que mezclara tanto el survival horror clásico con su sistema de investigación en los juegos donde consiguieron renombre. ¿El resultado? Pues… a eso vamos.

The Sinking City

Charles Reed, antiguo buzo de la marina reconvertido a detective privado, sufre de una serie de pesadillas y visiones que, si bien le permiten desempeñar su actual trabajo como ningún otro, son una maldición que poco a poco le está costando la cordura.

Investigando dichos achaques acaba dando con alguien que le indica que la raíz de todos sus males se encuentra en la localidad costera de Oakmont.

Cuando llega descubre que el pueblo entero acaba de sucumbir ante una horrible inundación que ha levantado extrañas bestias, y que hay más de un forastero que ha llegado a dicho lugar debido a extrañas visiones.

Esa es la sinopsis del juego, y a poco que caminamos por los caminos que nos pacta descubrimos que el juego tiene todo lo que uno puede esperar de algo ambientado en los mitos; lugareños con malas pulgas, ocultismo, dioses infames cuyos nombres no solo ponen en jaque la cordura, sino la dicción (¡prueba a pronunciar Nyarlathotep con un mazapán en la boca!), y un profundo horror escondido bajo el manto celeste del mar.

¿Cómo se juega a esto?

Una vez hayamos desembarcado y cojamos el papel de Charles Reed el juego comienza a piñón fijo.

Olvidaos de tutoriales, largos y sesudos preámbulos en el que el jugador debe adaptarse a algo que ya ha jugado una mil veces en otros juegos.

Al igual que los lugareños de Oakmont, The Sinking City no es amigable, y en ciertos momentos, puede pecar hasta de ser huraño con el jugador. ¿Es eso malo? En absoluto, todo lo contrario.

El sistema de juego consiste en investigar distintos casos a lo largo de toda la ciudad, a medida que vamos desentrañando la trama y el “por qué” de las visiones que nos atormentan.

Gente desaparecida, asesinatos, objetos robados y distintas intrigas nos harán pasar por los escenarios del crimen recopilando todas las pruebas posibles, y el juego no nos va a echar una mano en nada.

¿Necesitas ir a algún sitio en especial? Abre el mapa y busca la calle ¿Sabemos que un testigo recibió un disparo? Ve al hospital y revisa en los archivos con las pruebas que ya tienes hasta dar con el objetivo.

Olvídate de un “punto” en el mapa que te indique el objetivo. Aquí tu eres el detective, y te toca investigar y caminar hasta el sitio fruto de tus deducciones para saber si estabas en lo correcto… ¡Y la sensación es magnífica cuando aciertas!

Por último, El Palacio de la mente, un apartado en el menú donde podemos combinar las pistas para dar con deducciones, y hay múltiples combinaciones validas que pueden alterar nuestra compresión de lo sucedido.

La investigación es el punto fuerte del juego, a fin de cuentas, esta gente tiene experiencia en dicho campo ¿Y el resto? Aquí la cosa comienza a flojear.

Contra los distintos monstruos que asolan la ciudad deberemos combatir a tiro limpio, y ni hay variedad, ni el gunplay está pulido.

Se siente tosco al apuntar, los monstruos tienen la inteligencia de una patata de feria, y aunque se hace mucho hincapié en que los suministros y las balas son limitadas, lo cierto es que la gente del lugar tiende a dejar cartuchos de escopeta a cada dos metros para facilitarnos la tarea.

Es un añadido resultón, y que se agradece tras tantos juegos de “correr y llorar”, pero que no deja de ser muy regular para el resto de la aventura.

¿Y como se nos cuenta la historia?

La historia, que es bastante buena, se ve canibalizada por el afán de “agrandar” algo que funciona bien de forma breve.

Al final, Charles Reed se ve inmerso en tantos casos intrascendentes con el ánimo de alargar el juego, diluyendo la importancia de la trama principal al llenarla de paja innecesaria.

Eso sin contar que nos tocará patearnos la ciudad de cabo a rabo, y aunque la ambientación es bastante buena, deja de impresionar cuando descubrimos que el sitio está bastante vacío, y los NPCs que hacen de viandantes, apenas tienen algo que decir o hacer salvo caminar erráticamente para hacer creer al jugador que la ciudad está viva. Lo hacen mal, y eso diezma una ambientación muy jugosa.

Luego el sistema no deja de ser un hacer, repetir y continuar. Entre medias tenemos algunas secciones de buceo que, tras jugar la primera, solo esperas que haya “pocas y cortas”, porque sin ser malas del todo, lo cierto es que no aportan nada, ni siquiera diversión.

¿Entonces el juego es bueno o es malo?

El juego es ambicioso, y aquí está el problema. Es un AA que trata de ser un AAA. Su pecado es querer abarcar muchísimas cosas, ideas muy buenas, pero que a la hora de la verdad, la ejecución de las mismas se queda en algo anecdótico.

Es algo que uno no deja de notar a medida que juega, y os aseguro que, si os molan las antiguas aventuras gráficas y la sensación de ser un detective de verdad, os enganchará.

Por desgracia, esos pequeños apartados van tumbando el juego cada vez que sientes que despega.

Hay pocas cosas que sean realmente buenas en el juego, pero tampoco hay nada que llegue al concepto “mal hecho”. Es irregular.

Ni en lo técnico, ni en lo jugable despunta, y tal vez nos habría dejado un producto mucho más redondo si se hubiera buscado algo más modesto, pero mucho más cuidado.

Aún con todo lo recomiendo, en especial si te apasionan este tipo de ambientaciones, y tienes muy en claro que vas a jugar a un juego donde lo importante es investigar, y todo lo demás son añadidos poco trascendentes.

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