Primer día: 15 de junio 2023
Antes de nada me gustaría destacar el mimo y el cuidado con el que se trata a la prensa en el Sónar Festival de Barcelona, algo bastante raro hoy en día en los festivales. Para los que llegan el miércoles por la noche a recoger sus acreditaciones, la organización tiene preparada una cena colectiva a base de paella, eso para empezar. El jueves a primera hora ofrecen una visita guiada por todas las exposiciones y los emplazamientos del festival para explicar con detalle el concepto que desarrollan. Y como extra ponen un autobús que conecta el recinto del Sónar de día con el de noche exclusivo para prensa, VIPS e invitados. Un lujo que es muy de agradecer.
Mi primera parada del día…
A las 15.30 de la tarde en el Sónar Hall para disfrutar del concierto de KYNE. Una catalana que con su propuesta de carácter urbano en la que caben el rap, pasando por el reggaeton y un muy acentuando R & B, consiguió ofrecer el concierto más disfrutable y entretenido del día. Quién le iba a decir a KYNE que después de su fugaz aparición en el Sónar de hace 5 años con los Big Menú, estaría en el 2023 presentando su propio espectáculo con un nivel de profesionalidad tan destacado.
Batería y teclados en directo, bases de fondo, cuatro bailarines, coreografías conjuntas, unas visuales sumamente llamativas e incluso algún cambio de indumentaria, redondearon un show plagado de momentos estelares.
La sorpresiva aparición de Dano en Insha’allah y el momento en el que KYNE se abrió en canal para cantar la canción sobre su padre (Daughter Issues), de manera tan intimista que la hizo llorar, fueron para enmarcar. Y también hay que decir que para sacar una barra de pole dance y hacértelo ahí en medio ante todo el mundo hay que tener unos ovarios cuadrados, y ella los tienes para dar y tomar.
La segunda parada…
Me llevó al escenario Sónar Village. Un lugar enorme al aire libre, cubierto para evitar la brutal acometida del sol a esas horas, y en el que se personó un trío de féminas de armas tomar.
Una asociación multicultural que nos permitió tener sobre las tablas a Kitty100, LaBlackie y L’Beel fusionando de manera natural y reveladora la electrónica de club, el rap, el drill, el reggaeton y todo el abanico de posibilidades que ofrece el urban a día de hoy, fundiéndose con ciertos palos africanos y árabes para darle ese plus extra de originalidad y empaque.
Al escenario acabaron subiendo varias colaboradoras que hacían lo suyo equiparando la calidad y repartiendo el mérito como buenas hermanas. Montar esa fiesta con el calor que hacía a las 16:00 de la tarde ya es una locura, pero si además lo haces con ese nivel de baile y sudoración, la cosa se convierte en algo bastante divertido y adictivo, impresionante.
Tanto es así que cuando se fueron, la gente les rogaba que se quedaran. Destacaron mucho sus sencillas visuales, coloristas, vitalistas y chicleteras.
Por segunda vez en el día…
Regresé al Sónar Hall para ver a la radiante y estelar Marina Herlop. Lo que Marina consigue con su inquietud artística desbordante y su voz privilegiada sobre las tablas de un escenario es muy difícil de describir con palabras. Absolutamente todo lo que está en juego en sus directos tiene relación con las emociones más viscerales y ancestrales. Unas emociones que conectan con otras culturas (la asiática sobre todo) y que nos presenta unos paisajes únicos, inexplorados para la mayoría, de nuevas formas, nuevas texturas, nuevos colores y nuevos sabores.
Creando todo un nuevo espectáculo especialmente para su aparición en el Sónar, la catalana nos trajo una sección de vientos, percusiones, baterías, castañuelas, teclados, samplers y sintes para formar una banda de infarto con el añadido de contar con dos coristas que hacían las veces de complemento armónico a las melodías vocales que componían entre las tres, conectando la tradición más ancestral con la electrónica más vanguardista de manera exponencial.
Su directo es hipnótico, experimental, sensorial, creativo, enigmático, misterioso y espiritual a partes iguales, superando cualquier expectativa que tuvieras puesta en ella. Con referencias tan variadas como Björk, Ryuichi Sakamoto, Baiuca o las bandas sonoras de los animés de los 90’s (con Ghost in The Shell y Akira como estandartes ineludibles), la experiencia de ver en directo Pripyat, el nombre del debut de Marina Herlop, me la guardo para toda la vida en el recuerdo.
En los festivales siempre es agradable probar, ojear los perfiles de los artistas en el programa, para cuando tengas un rato muerto, poder recurrir a algo rápidamente. En mi caso me acerqué al Sónar Park, otro de los escenarios interiores del complejo del Sónar de día, para ver al dúo de noise rap 700 Bliss. Formado por DJ Haram y Moor Mother, lo suyo es combinar las proclamas políticas, con el sustrato industrial de la ciudad, el house más desbordante y el hip hop más crudo y visceral. Sus ritmos infernales sincopados, sus samplers del abismo y sus sintetizadores de la desolación, se envolvían con la sudoración del baile, el caos energético y la personificación de dos armas de destrucción masiva sobre el escenario.
Una sesión violenta, cruda y excesiva (en el mejor sentido de las palabras), al alcance de muy pocos.
Para seguir con la racha de sesiones épicas…
Decidí quedarme en el Sónar Park para disfrutar de Soda Plains, o lo que es lo mismo, Alexis Chan. Estandarte de la música de club actual de sello personal y personalidad propia, Alexis Chan venía a presentar, bajo su pseudónimo más conocido, su último EP del 2022 titulado Living With Elvis, del que cayeron varias canciones.
Concentrado hasta el infinito y con unas visuales que en algún estadío evidenciaban su pasión por el anime japonés, la clase, la calidad, las habilidades para poner a bailar al personal en todo momento y su enormes capacidades para alterar los ritmos y los patrones, hicieron del set una maravilla de kilates. Pero la sorpresa que nos tenía preparada Alexis para el final nadie se la esperaba. Después de haber firmado recientemente un EP llamado Tearmisu en colaboración con la artista japonesa Fotan Laika, Alexis se la trajo para finalizar el concierto por todo lo alto cantando dos de los temas del EP mientras Alexis le seguía dando a los sintes.
Cuando el colectivo Jokkoo trabaja, la madre tierra y el espacio exterior se ponen a su disposición. Después de hacer una residencia artística en Kenya, el colectivo viene al Sónar de día a presentar un espectáculo que combina lo audiovisual, con lo sensorial y lo rítmico.
Ejecutado todo como un solo bloque al que se iban añadiendo diferentes capas de sonido y ejecutadas por la adición sincronizada de los miembros del colectivo, la narrativa implícita en la performativa actuación del colectivo, nos llevaba a un viaje en el que la tierra se forma de manera libre, es expoliada por el humano, y finalmente salvada gracias al avance tecnológico.
Con cuatro apartados muy concretos en los que la naturaleza, la industrialización, la guerra y el desarrollo tecnológico son los claros protagonistas, todo ello explicado de manera concreta en las visuales, el trabajo de su vocalista destacaba por sus mantras mesiánicos, sus voces cavernosas y su carácter fantasmagórico. Un viaje único, inexplicable e inigualable en el que vas pasando por todos los estados de ánimo a los que te llevan los ritmos, los ambientes y las visuales del colectivo. Finalizando con un mensaje claro y esperanzador, sus últimas letras en las visuales formaban la frase The Earth Re-centres, The Future Is Save.