Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Celuloide VS Papel

Segunda parte: «Cuando el cine supera al libro»

Antes de que algún fan loco de la literatura o el cine (en ambos lados están zumbados) le dé por insultarme o mostrarme como un anormal ante los demás, dejadme, como hice en el anterior artículo, explicarme.

La batalla entre los que aman las adaptaciones cinematográficas y aquellos que defienden el libro ante todas las cosas es tan antigua como aburrida, sobre todo porque, en mi opinión, hay quien no sabe enfocar la discusión más allá del “la peli es mejor porque es espectacular” o “el libro toca temas más ricos y mejor que en la película”.

Lo siento, gallos de pelea, pero erráis el modo de hablar del tema porque, como ya dije la semana pasada, no se trata sólo de quién cuenta mejor la historia o cómo está mejor explicado todo, sino que hay mil cosas más que, tanto en un lado como en el otro, es imposible siquiera de igualar.

Repito, en ambos lados.

Y como a veces es mejor explicar las cosas con un ejemplo bien cogido del cuello, aquí van varias películas que, en mi opinión, supieron no solo llevar el libro al cine con soltura, sino que en muchos casos dejar en bragas la historia escrita.

REPITO: apartad los machetes del odio, y leed.

Y después, debatimos.

Jurassic Park y la magia del cine

Sí, lo sé, empiezo muuuuuy fuerte, pero echad de vuestro interior al niño que os obliga a odiarme, volved a leer la novela y, después, ved la película. ¿Qué me decís ahora?, ¿no veis más epicidad, más magia, más arte y espectáculo en la película?, ¿no os entran más ganas de disfrutarla en bucle que el libro? Pues el motivo se esconde tras dos simples palabra: Steven Spielberg.

Este genio del entretenimiento y el cine (que sólo nacen, con la suerte que tenemos, calculo que cada 100 años) volcó todo su talento en esta cinta, revolucionando no solamente el modo de utilizar los efectos especiales en el cine, sino en la manera de darle vida a las letras de un verdadero genio como lo fue Michael Crichton.

Y no lo hizo como Kubrick con El Resplandor (ahora iré a eso), sino respetando el alma y la filosofía de la obra original, consiguiendo superarla en muchos aspectos (aunque estoy con los que piensan que con el carácter del abuelo se pasaron de azúcar) y puliendo los apartados más técnicos y “pesados” de la gran obra maestra que es el libro.

Porque a veces, el cine puede lograr coger algo perfecto y, mediante unas técnicas totalmente imposibles de emular en la literatura sin caer en las pautas del guion, conseguir que dos horas de nuestras vidas sean mucho más inolvidables que las varias horas o incluso días que pasaríamos ante las páginas de un libro.

A veces, ¡ojo! Solo a veces.

El Resplandor y la anarquía del cine

Dejemos algo claro desde el principio; amo al maestro King casi tanto como al genio de Kubrick, por eso va a ser tan difícil de tratar de explicar este apartado porqué, en mi opinión, la obra cinematográfica es mucho mejor que el libro. Aunque hay un motivo de monumental peso: NO TIENEN NADA QUE VER LA UNA CON LA OTRA.

Este caso la película “coge” ideas y pocas cosillas del libro y, en lugar de crear algo con ganas de homenajear, decide parir una versión libre de la obra y verter en ella toda la experiencia y calidad acumulada durante años, toda la genialidad que una persona puede llevar dentro (y todo el hijoputismo posible), y conseguir que NADIE quiera leer el libro original tras verla.

 

Literalmente, no conozco a nadie que tras ver la película dijera “voy a leerme ahora el libro, a ver cómo es”.  Bueno… sí; sólo conozco a una persona, yo.

Y reconozco que pequé al ver primero la película, pero en ese momento mi alma todavía andaba traumatizado con la novela IT, así que dadme un poco de cancha.

La película es una montaña rusa que no te deja respirar jamás, y eso es mucho más de lo que puedo decir del libro del maestro King, que aún siendo una de sus obras más inolvidables y terroríficas, de esas que devoras al tiempo que tus uñas, Kubrick fue un paso más allá y uso todas sus herramientas para lograr que muchas personas, a día de hoy, sigan obsesionadas con su película y secretos, personajes, frases, escenas, laberintos o dolor de cabeza que ocasionó a sus actores.

Hay libros inolvidables y únicos, pero en este caso el film logró una gesta imposible para muchos directores: eclipsar por completo las páginas de las que bebe.

Tiburón, Frankestein, Drácula, o el terror de lo visual

Ahora es el momento en el que los fans de Stoker y Shelley buscan mi dirección en internet para tener un sitio donde lanzar sus antorchas, pero esperad un segundo antes de desmembrarme, por favor.

Sé lo obsesivos que sois los lectores de terror, creyéndoos en muchos casos que sin este género no existiría la literatura, pero estos hooligans lo que no entienden es que el terror, les guste o no, es algo que leído puede atraparte y hacerte temblar, pero cuando te ponen delante una imagen (o peor aún, la completa falta de ella…) el terror puede hacer que llegues a mearte encima o querer salir corriendo por la calle buscando un lugar donde convertirte en un ovillo y llorar.

Una imagen, aquí sí, vale más que mil palabras. El cine es la mejor muestra de ellos, no sólo en estos tres ejemplos nombrados, sino en cuentos o relatos que, al pasarlos a la pantalla, hacen que aquello intangible y que es difícil dejar salir de una frase, se convierta en una amenaza real con rostro y manos/mandíbulas que ves como se acercan a ti.

Por eso, pese a quien le pese, hay pocos libros de terror que al ser dignamente adaptados al cine puedan hacer gritar y llorar con tanta eficacia como sus hermanas de celuloide, porque con un libro puedes crear tu propio mundo, pero cuando te muestran la peor de las pesadillas en persona y, lo peor, sin que tu tengas opción alguna, prepárate para que el corazón se te salga por la boca sin que nada puedas hacer.

Forest Gump, Alta Fidelidad, El color púrpura, Los puentes de Madison o la comedia y el drama visual

Si bien es cierto que mucha gente puede llegar a reírse a carcajadas o llorar a moco tendido con un buen libro, en estos casos pasa lo mismo que con el terror; algo es más triste o gracioso cuando te lo muestran en directo con maestría o está interpretado con talento.

Los ejemplos que he nombrado representan, a groso modo, películas que superaron a sus hermanos de papel sin casi despeinarse y, exceptuando a Forrest Gump (cuyo libro es infumable y del todo aburrido y sin sentido), eso se debió a que respetaron la trama, personajes y diálogos de unas muy buenas novelas y, sobre todo, supieron darle tres dimensiones, hasta tal punto que a muy poca gente se le ocurrió pensar que estaban basadas en libros (reconocedlo).

Es lógico que se lograra, si lo pensamos con calma, pues todas ellas, tanto las que buscan que llores como que te rías, tocan temas fundamentales para arrancar del alma del espectador pequeñas joyas que nos hacen ser mejores o plantearnos nuestra existencia desde un nuevo prisma, y en esto, aunque en la literatura puede hacerse con más soltura debido a su falta de prisa y libertad a la hora de tocarlos, que alguien sepa unir música, actores, dirección, fotografía o montaje de un modo que el espectador necesite quedarse en la butaca unos minutos una vez acabado todo para poder digerirlo o llorarlo o reírlo con calma, es algo digno de aplauso y de reconocérselo y que, excepto en contadas ocasiones, un libro es incapaz de conseguir.

Ahora es el momento en que os toca a vosotros tomar uno de dos caminos: ese en el que comprendéis de lo que hablo y, en parte, me dais algo de razón o no, y ya está; o el que os convertirá en hienas de Twitter sedientas de hundir al que dice algo que no os gusta porque creéis, erróneamente, que si se elimina a alguien o se le insulta lo suficiente os otorga inmediatamente la medalla de oro.

Porque este artículo, como el anterior, no va de convenceros o imponer mi opinión, sino de entender que en el arte TODAS las opiniones tienen que ser tomadas en cuenta, pues no hay sólo una manera de comprenderlo o disfrutarlo. No hay unos seres de luz que sepan siempre la verdad en cuanto a arte se refiere.

Todos y cada uno de nosotros saboreamos los libros y el cine de un modo distinto (sin ir más lejos yo siempre lloro 3 veces al ver Pánico en el Túnel…) y anteponer unos a los otros como una regla irrompible es de sectarios sin cerebro que buscan en estos temas algo con lo que apuñalar al “enemigo”.

Hay películas que para una gente son parte de su vida, y otros que aquel libro de allí le cambió para siempre, y nadie va a quitaros eso, así que la única pregunta que nos quedaría hacernos es: ¿sois personas con cerebro, o sabéis que en el caso de Cincuenta Sombras de Grey ninguna de las dos versiones es buena?