Corría el año 1999 cuando en manos de un imberbe chaval, que por aquel entonces acababa de descubrir a Marilyn Manson, cayó una cinta de casete de un extraño grupo llamado Slipknot.
El amigo que se lo pasó había “dibujado” la carátula original del disco de su puño y letra en el cartón de la caja, y le reconoció que no sabía si le gustaba o no porque, literalmente, era un ruido muy raro pero que suena de puta madre.
Con esa intriga, el futuro faggot llegó a su casa después de clase con la cinta en la mochila, e igual que le pasaría años después al escuchar por primera vez a Linkin Park, su mundo cambió.
Se encontró con una música de pesadilla, una avalancha de timbales y guitarras loquísimas que no entendían el significado de la palabra tregua, y, sobre todo, un doble bombo demencial y preciso, totalmente ajeno a modas y pautas establecidas con anterioridad, de un chico de poco más de 20 años llamado Joey Jordison.
Y hoy ese chaval y su cinta, es decir yo, ha recibido sin saber qué decir ni hacer la noticia de que ese gran músico, ese eterno Número 1, ha muerto con tan sólo 46 años.
Y se ha detenido el mundo.
No creo que hoy dentro del mundo de la música no haya una sola persona, un solo amante de ella, que no llore la muerte de uno de los baterías más grandes que ha existido y, seguramente, existirá nunca.
Un genio fiel a si mismo y su arte, ajeno a lo establecido con anterioridad y que, por sorpresa y sin avisar, ha desaparecido de un mundo que hoy tiene mucho menos ritmo, pero muchísimas más ganas de bailar su música.
Ya sea con la legendaria banda Slipknot o con los desquiciados Murderdolls, Joey Jordison supo robarnos parte del corazón y del alma con ese amor irracional a la música que se leía en sus ojos y se sentía con sus baquetas y riffs, porque hay grupos que pueden gustarte más o menos y estilos que te sean más afines que otros, pero no he visto a nadie, jamás, que ante un video de Slipknot no haya dejado escapar un gesto de asombro y sorpresa de esos que ocultan, tras la máscara que todos llevamos puesta, una frase de las más importantes dentro del mundo artístico: nunca había escuchado/visto nada igual.
Hoy el mundo es un poco más triste y aburrido. Hoy todos y cada uno de los que amamos la música, y en especial el metal, estamos de luto por la desaparición tan temprana de una figura clave para entender toda una generación y, ante todo, un modo de afrontar la vida y la música.
Gracias, Joey.
Hasta siempre, Número 1.