Mis 25 discos internacionales favoritos de 2022, por Àlex Caballero

Pues bien, ha llegado ese momento del año en el que los que pensamos que entendemos algo de música, damos a conocer nuestro ranking personal de favoritos del año. Como siempre, la única intención de la misma es procurar descubrimientos musicales a todo aquel que esté interesado en ello.

En la que nos ocupa, la internacional, vais a encontrar de todo, posiblemente una de las más eclécticas y faltas de criterio de las miles que os podéis encontrar en la red, pero al fin al cabo así soy yo, un culo de mal asiento, sin criterio y con una educación musical que es igual de válida que la caca de canguro. Los que me conocéis ya sabéis de sobras sobre mi veletismo y chaqueterismo musical, y los que todavía no, esperad a que salga un nuevo estilo musical que ahí estaré yo para defenderlo.

Lo más arriesgado, valiente, loco y descocado que hemos escuchado este año ha llegado de la mano de Jack White y su nuevo y efervescente Fear Of The Dawn , un álbum del que, a mi parecer,  no se ha hablado lo suficiente. Con unas canciones dotadas de una producción casi marciana y unas estructuras que rayan la bipolaridad extrema, la capacidad de White para sorprender, abusar y retar al oyente está cada vez a un nivel mayor de FUCK YOU. White va totalmente por libre sin que le importe una mierda lo que piense el resto. Algo bastante loable a día de hoy. No le hace falta contentar a nadie, seguir una corriente concreta o hacer que sus fans se cuenten por millones, Jack White hace lo que le viene en gana, toma la inspiración de donde le apetece y además lo hace de una manera tan personal y única que lo que consigue es llevar a su audiencia a un nivel mayor de apertura y credibilidad. Y quizás la mejor y mayor muestra de ello sea la colaboración que hay en el disco con el rapero Q-Tip , una cosa tan esperpéntica, descerebrada y graciosa que, una vez te engancha, no la podrás soltar. Para los que necesiten de un Jack White más domesticado y meloso tenéis el Entering Heaven Alive, segundo disco que ha sacado Mr. White este año y con el que nos ofrece su cara más amable. ¿Disfrutable?, mucho, ¿arriesgado?, nada. Por ello me quedo antes con el miedo que con el cielo. 

Mi posición actual con el metal en general es bastante vaga, algo que ha derivado del mismo sentimiento que me transmite la escena a día de hoy. Después de una década en la que todo valía, el metal adoptó mil formas diferentes tan indescriptibles e inclasificables como lo era de inspirador y atractivo durante los 10’s, hemos llegado a un punto en el que la escena no aporta todo lo prometido y vuelve a encerrarse en los sonidos y estilos más clásicos asegurándose el tiro lo máximo posible y arriesgando lo mínimo. No es que me parezca mal, sino simplemente menos estimulante. Pero obviamente siempre hay algo que llama mi atención poderosamente, y este año me ha tocado el gordo con Witch Fever. Combo de Manchester que adopta las formas del metal más rabioso y musculado para mezclarlo con una actitud y formas punk (incluso grunge) más que evidentes. Tomando como referencia la anulación femenina como dato histórico de la misma manera que lo llevan al presente a través de sus frustraciones y experiencias personales, el cuarteto inglés insufla a su disco un claro carácter oscuro, diabólico y confrontacional que funciona a las mil maravillas con el registro cabreado y quejumbroso de su vocalista. Una combinación que, sin que haya sido inventada por ellas, la llevan a un terreno tan personal y único, que podríamos estar hablando de una banda difícil de encasillar y aún más complicada de etiquetar. 

Hay varias razones por las que el cuarto álbum de los new yorkers Drug Church es su mayor y mejor esfuerzo hasta la fecha. Siendo una banda claramente elusiva de una etiqueta en exclusiva, lo suyo es mezclar el punk, el grunge, el garage, el metal y el post-hardcore con una solidez y credibilidad innata, Hygiene nos presenta a una banda mucho más centrada en la estructura de canción. La melodía, tanto en el apartado vocal como en el instrumental, juega un papel mucho más importante que en anteriores entregas, la producción, mucho más oxigenada y espaciosa, y la capacidad de Patrick Kindlon para cantar estribillos que son puro fuego, centrándose en ellos como nunca antes había hecho, convierten a Hygiene en el disco más accesible, coreable, disfrutable y redondo de toda su carrera. Con un claro ingrediente emotivo y con un carácter sumamente sobrado ante su nueva encarnación, nada suena fuera de lugar, forzado o falso, el crecimiento creativo y estilístico de Drug Church se ha hecho patente con un disco que encuentra un lugar mucho más cómodo y disfrutable en el que desarrollarse.

Otra de mis pasiones de juventud, que ha ido perdiendo terreno en mis escuchas con los años, es el hardcore melódico o lo también entendido como punk pop, que son dos estilos diferentes aunque muy hermanados. En un momento en el que grupos como Blink-182 (punk-pop) con su sonada reunión al completo, o Bad Religion (hardcore melódico) llenando hasta la bandera el Pueblo Español y llamados a filas al Primavera Sound, bandas como No Pressure son más que necesarias. Explotando la vertiente más melódica, urgente e intensa del estilo, No Pressure firman un debut largo que de haber sido puesto en circulación en la década de los 90, los hubiera encumbrado a lo más alto del escalafón. El LP (que así se llama el disco) consta de 10 canciones que se expanden a lo largo de 23 minutos de puro bailoteo. Concentrando las estrofas en la velocidad (hardcore melódico) y sus estribillos en el pop más emotivo (punk-pop), LP es uno de los discos más perfectos, disfrutables, divertidos y contundentes del estilo de los últimos 10 años. Sin ninguna pretensión (ni presión), con la producción justa y necesaria, una química musical extraordinaria y unas canciones que son indomables pildorazos de punk rock enérgico, No Pressure nos regalan una carta de presentación en formato largo a prueba de bombas después de un EP previo igual de disfrutable.

Este año no vais a encontrar ni lo último de Bad Bunny, ni tampoco a Eladio Carrión o al FERXXO en mi lista, todos han sacado disco este año, pero creo que ninguno se ha arriesgado lo suficiente como para merecer un puesto. Por el contrario las sesiones de Bizarrap, cada vez más espaciadas y selectivas, nos han presentado a una artista nueva con una personalidad, un look y una actitud absolutamente necesaria y revolucionaria en la escena latina urbana actual. Lógicamente la sobresaturación de la escena, su machismo exacerbado y la misoginia latente de la que acusa el estilo, son ingredientes nocivos que todavía persisten, pero de la misma manera que la repetición se ha convertido en desidia, en la misma escena empiezan a despuntar propuestas totalmente contrarias a la corriente estandarizada, dispuestas a cambiar el paradigma actual a fuerza de hacer caer los convencionalismos del género e incluso darle la vuelta a todo lo malo para convertirlo en inclusivo, feminista y transgénero. Y desde la misma cuna del género, Puerto Rico, nos llega Villana Santiago, presentada ante el mundo como Villano Antillano. Su absoluto descaro desacomplejado y su condición trans funcionan como el carburante perfecto para unas letras que son puro fuego, pura provocación y pura verdad. Sus ritmos bailables, su trapeo incisivo, su reggaeton sucio y su rap de calle completan una propuesta tan necesaria y tan honesta, que nadie quedará indiferente ante ella. La vemos en el próximo Primavera Sound. 

Francisco Valenzuela me tiene tomado el número. Siempre que saca nuevo disco pienso, -vale, éste es bastante inferior al anterior, no me va a enganchar-, pero siempre acaba pasando lo contrario. Cuando empiezo a darle espacio y repetirlo sin demasiadas expectativas, simplemente por disfrutar de sus letras y su sensibilidad pop, me veo enganchado sin remedio y dándole opciones incluso a superar a sus anteriores. No sé muy bien la razón, pero desde aquel ya muy lejano debut del 2008 llamado Muérdete La Lengua, la chilena me tiene atado a su dedo meñique para hacer conmigo lo que quiera, no consigo nunca desligarme de su embrujo. No es que quiera deshacerme de ella, pero es curioso como funcionan sus discos en mi emocionalidad. Casi me producen rechazo en primera instancia, para finalmente cantarlas todas a pleno pulmón y disfrutarlas casi a flor de piel. Para Vida Tan Bonita la Valenzuela ha vuelto a los inicios, al clasicismo, al pop de carácter festivo y alegre, de producción orgánica y de colores pastel. Mientras esperaba una nueva evolución en el camino del electro pop más bailable, la Valenzuela vuelve a darme en los morros con un disco tan redondo y precioso que me ha dado igual la preconcepción que tuviera de él.

Después de conseguir que Epitaph Records se fijaran en ellos para editar su debut Diaspora Problems, creado y grabado por ellos mismos en su local de ensayo, Soul Glo ha conseguido dar el pelotazo en la actual escena hardcore, en la que conviven bandas tan dispares como Turnstile, Code Orange o FEVER333, tomando como referencia combos tan particulares como Converge o Fucked Up.  Soul Glo mezclan el hardcore, el punk, el hip hop y el metal de la manera más visceral, expeditiva, contundente y natural, en parte gracias al enervado registro de su vocalista y a una producción que va directa a tu mandíbula como un puñetazo de Mike Tyson, sin que nada destaque, desentone o separe de alguna manera dichos estilos. Lo suyo es una bola enorme de ruidera gritada en la que las proclamas punk, la velocidad y la energía desbocada forman un todo de lo más sólido y contundente. No inventan nada, no renuevan nada, lo suyo viene directamente de gente como los míticos Bad Brains o incluso los Dead Kennedys, pero encontrarse con un disco que coge esos códigos musicales e ideológicos y los traslada a la actualidad de una forma tan refrescante y electrizante es digno de celebración.

Post Malone es ese tipo que a todo el mundo le cae bien, canta como los ángeles, se nutre de la cultura pop noventera, y encaja a la perfección dentro de la idiosincrasia musical actual en la caben el urban, el trap, el hip hop, el rock y el R&B, eso sin dejarnos en el tintero una estética que hace lo propio mezclando todo en su coctelera particular. Con su anterior Hollywood’s Bleeding ya realizó el salto al mainstream de manera irremediable, algo que estaba ya cantado, y con Twelve Carat Toothache ha hecho lo esperado, una continuación digna. Volviendo a una producción cristalina y punzante, dedicado en cuerpo y alma a unas letras positivistas y reaccionarias, su voz conduce la obra de manera tan aterciopelada y bonita que todo encaja de manera providencial, excitante y admirable. En global no consigue superar a su anterior, pero eso no quita que la capacidad para navegar por el pop urbano de nuevo cuño sea de las más disfrutables de la actualidad. Twelve Carat Toothache es una delicia envuelta en tatuajes faciales, producciones melosas y una voz celestial. 

Y mucho más alejados del mainstream pero dentro del mismo patrón estilístico, artista dedicado al pop urbano actual en el amplio espectro de la etiqueta (rock, hiphop, trap y RnB) y marcado tanto por la estética actual como por la de los 90 (Doobie es un adorador del metal noventero), el de Ohio ha sacado uno de los dípticos más sólidos y disfrutables del año con su Misery Loves Kompany seccionado en dos entregas separadas en el tiempo. Su capacidad para cantar, rapear y construir ritmos (Doobie es su propio productor y su propio letrista, algo de lo que no pueden presumir muchos en la escena), vuelve a quedar patente en la escucha de ambas mixtapes. Puede que sus letras machistas (que las tiene) y su apología sobre las drogas (en cantidades ingentes), lo dejen apartado en el reducto en el que se merece estar, pero como artista creador, Doobie se ha convertido en uno de mis personajes favoritos de la actualidad. Me gustaría recordar que había una banda en los 90 que se llamaba precisamente Misery Loves Co. (a la que recomiendo una escucha si no la conoces) , no sé si Doobie ha sacado la idea de ahí para titular ambas mixtapes, pero no me extrañaría nada.

Tomando como elección personal un nuevo nombre, ha quitado la T de Kate para llegar a un sonido neutro sin definición de género, y una estética que acompaña a su elección, Kae Tempest vuelve a la acción con un disco en el cual le da menos importancia a la narrativa continuada y más valor al concepto de canción unitaria. Hablando en muchos momentos del aislamiento, del amor, el trauma y de las relaciones humanas, algo que viene derivado del confinamiento y la pandemia, Kae renueva su ideario musical dejando entrar diferentes estilos y texturas que hasta la fecha eran bastante elusivos en su fórmula. Siguiendo la línea minimalista en sus ritmos y derrochando técnica con su marcado spoken-word, del que ha llegado a hacer bandera al más puro estilo Gil Scott-Heron, The Line Is A Curve vuelve a conseguir la foto perfecta de la sociedad británica de una manera casi cinemática. No estamos ante su mejor obra, pero es indudable que The Line Is A Curve es un paso adelante en la evolución de Kae Tempest. 

Los de Toronto vuelven a la carga con un tercer álbum prácticamente perfecto en su concepción y en su ejecución cinco años después de su anterior Antisocialites. Blue Rev son catorce cortes en casi cuarenta minutos llenos de distorsiones melosas, coros inflamables y construcciones pop sensoriales que harán las delicias de los más necesitados del sonido indie noventero. En sus influencias caben tanto las proezas eléctricas de Dinosaur Jr., omnipresentes en cualquier signo de revival guitarrero de la época, el pop redondo de Teenage Fanclub, de los que cogen la habilidad para concretar las canciones, o incluso The Cardigans, de los que toman la delicadeza y la emocionalidad. La persona elegida por la banda capitaneada por Molly Rankin y Kerri MacLellan para ponerse tras los mandos ha sido Shawn Everett (The Killers, War On Drugs, Kasey Musgraves) consiguiendo el equilibrio perfecto entre su carácter lo-fi y las ganas de sonar lo más grandilocuentes posible dentro de sus posibilidades. Blue Rev es bonito, alegre, áspero y sumamente adictivo, todo lo que un disco de pop debe ser. 

A los irlandeses Fountaines DC les había hecho poco caso. Por mucho que los medios especializados los defendieran como a los nuevos salvadores del rock, nunca llegaba a encontrar la conexión con su pop-rock afilado y seductor. Pero fue encontrarlos en el último Primavera Sound presentando su reciente Stinky Fia, nombre que proviene de un dicho irlandés que significa “la condenación del ciervo”, y mi concepción cambió de manera global y automática. Lo que me encontré allí era una máquina perfectamente engrasada , dotada de un sonido contundente, grandilocuente y muy personal, una actitud puramente irlandesa (chulesca y desprejuiciada), un estilismo que iba desde el barroquismo (ese guitarra con la camisa de chorreras y ese escenario decorado con flores), hasta el más puro outfit street thug (personificado en un cantante con botas, chandal y camiseta de Scarface), soltando una batería de temas absolutamente incontestable. Con una personalidad que lidia tanto con el post-punk oscuro como con el rock inglés de corte noventero, Fontaines D.C. se han convertido en uno de mis descubrimientos más preciados y su disco Skinty Fia en una de las mayores proezas rock del año.

Recientemente anunciado como uno de los cabezas de cartel del próximo Primavera Sound, que no pisaba desde los días del good kid, m.A.A.d. city, Kendrick Lamar ha hecho lo que se esperaba de él. Un álbum doble tan reivindicativo racial como normalmente y en el que caben colaboraciones tan variopintas como Ghostface Killah, Kodak Black o mi amada Beth Gibbons de Portishead. Con una duración que pasa de la hora y cuarto y un total de 19 cortes en los que no entra ni un skit, Mr. Morale and the Big Steppers es algo así como la culminación del rapero más comprometido, analista y punzante de la actualidad. Mezclando la espiritualidad, siempre busca consuelo y respuestas en el altísimo, con la terapia psicoanalítica, donde también busca las respuestas que atraviesan el trauma y la programación, Kendrick Lamar se ha querido despegar del concepto de héroe y salvador, de la misma manera que huye conscientemente de la etiqueta de mejor rapper vivo, para construir un disco tan personal como global del cual no se puede extraer prácticamente ni un single destacado. Denso, concentrado, concienzudo y analítico Kendrick Lamar se preocupa más de las relaciones humanas derivadas de la familia, que de lo que ocurre en las calles de su barrio.

Ahora que Migos como tal no podrán volver a existir, este año hemos tenido que lamentar la muerte de Takeoff tiroteado a la edad de 28 años, Future se queda sin competidores (aunque jamás llegaron a superar al rey) y vuelve a regalarnos el disco de trap más perfecto, disfrutable, sexual, gangster y drogodependiente de la actualidad musical. Noveno disco del padrino del trap de Atlanta acompañado de algunos de sus amigos más selectos como Drake, Kanye West (ahora simplemente Ye), Gunna, Young Thug o Kodak Black por nombrar algunos. Nada nos va a sorprender a día de hoy en cuanto al estilo (muy estricto en este I Never Liked You), ni en cuanto a las temáticas de las líricas de Future, no hay variaciones, no hay cambios, pero la manera que tiene Future de refinar y sofisticar la etiqueta trap, es algo que solamente está al alcance de un personaje con el bagaje, la experiencia y el dominio absoluto que Future tiene del estilo.

Tercer disco de la banda belga y ya han llegado a un nivel de concreción de un estilo propio que, por mucho que coja de varios, su aproximación (o fusión) es única e intransferible. El trío comandado por la baterista y vocalista Stefanie Mannaerts firma el disco más sólido, expeditivo y accesible de su carrera con Unison Life. La idea del disco era hacer que cada una de sus canciones funcionase como una unidad igual de intensa e importante en cada uno de los casos resultando en un disco que suena grandilocuente y deliberadamente crepuscular. La voz de Stephanie contiene el mayor grado de emoción y melodía hasta la fecha y la química con el resto de la banda vuelve a ser una de las bazas más sobresalientes del trabajo. Tuve la suerte de poder verlos con su segundo trabajo en el AMFest de Barcelona hace unos años y, sin que el sonido fuera perfecto, la pasión, la contundencia y la energía con la que el trío expone su obsesión por lo orgánico y lo matemático se convierte en una experiencia tan única como su propia personalidad. Si lo tuyo es el metal de aires adulterados y rebuscados, Brutus es la banda a tener en cuenta.

El cuarteto de angelinas Warpaint vuelve a cruzar el cielo con su cuarto álbum Radiate Like This. Un disco que toma de lo etéreo y la introspección para construir el disco más dreamy y de carácter más amable y delicado de toda su carrera. Poniendo tan sólo Champion, el primer corte del disco, como único single claro, todo aquí suena tan delicioso y disfrutable, como si los rayos de un sol intenso pero no abrasador, ese momento del día en el te pones al sol para recargar y disfrutar sin miedo, te acariciaran y llenarán tu cuerpo de placer astral. Puede que después de seis años, el disco que esperábamos de las Warpaint fuera algo más concreto, bailable y desenfadado, pero la serenidad, la profesionalidad y la búsqueda sonora de nuevos paisajes y lugares misteriosos de las que siempre han hecho bandera las Warpaint, las ha llevado a facturar el disco más inesperado e inclasificable de su carrera. Ritmos tropicales se filtran a través del pop sofisticado alcanzando unas cotas de belleza en los ritmos y las voces impresionantes. De nuevo, las pude disfrutar durante el Primavera Sound de este año y su concierto volvió a ser magia.

Requiem es el disco más corto y melódico de la carrera de Korn, pero también es el más fresco y sólido de los últimos 10 años, y eso ya es motivo de celebración. Mientras la irregularidad y extensión de sus últimos discos ha jugado en contra de ellos en más de una ocasión, la concreción y la versatilidad melódica que han demostrado en Requiem es todo un acierto. A día de hoy van a convencer a pocos fans nuevos, pero si a los de toda la vida les sigues ofreciendo algo “nuevo”, atractivo y adictivo como lo conseguido en su último álbum, es que la vida sigue. Puede que personalmente no sean ya la banda más unida del mundo, incluso Fieldy ha plegado temporalmente después de grabar el disco, pero tengo que admitir que no me esperaba un disco de estas características y así de bueno a estas alturas de la película. No seré yo quien los critique, soy fan desde los inicios y nunca los he dejado de querer, siempre ahí con mis altibajos con sus discos pero, ¿en qué momento podía imaginar un disco de Korn de 9 canciones en 32 minutos?, lo dicho, algo impensable para Korn que les ha resultado a las mil maravillas.

Los canadienses Andrew Neufeld y Jeremy Heibert vuelven a darle forma a un nuevo disco de Comeback Kid cinco años después del anterior Outsider siendo éste Heavy Steps su segunda entrega bajo la mastodóntica Nuclear Blast Records. Heavy Steps se sitúa claramente en sus inicios, en esos discos agresivos, brutales y enérgicos facturados a principios de la década de los 2000’s como su debut Turn It Around o esa insuperable (al menos hasta la llegada del nuevo) maravilla llamada Wake The Dead, casualmente los dos discos en los que el vocalista era Scott Wade. En el momento en el que Andrew Neufeld tomó las tareas al micro, el grupo se amansó, experimentó y probó otros caminos, sin salirse nunca de la etiqueta hardcore, derivando en una banda quizá más interesante e impredecible, pero claramente menos contundente y agresiva. Haciendo que mi interés creciera con cada nueva entrega de la banda, endureciendo cada vez más su sonido, Heavy Steps llega en un momento en el que el grupo solo quiere demostrar su capacidad dentro del estilo que los vio nacer, el hardcore más estricto, visceral, grandilocuente y expeditivo. Bajo mi punto de vista estamos ante su mejor disco, superando a sus clásicos más imponentes. Heavy Steps es el disco de hardcore más fresco, clásico y contundente del año, y si alguien me lo quiere discutir nos vemos en el pit.

La culminación y el reconocimiento internacional que el proyecto del francés Franc Hueso merecía ha llegado con el cuarto disco de estudio de Carpenter Brut. Siendo uno de los originadores del revival synth-wave, lo conseguido por Carpenter Brut con Leather Terror es algo que nadie podía predecir. Ampliando su campo estilístico a niveles extremos y desdibujando los propios límites de la etiqueta a placer, Franc Hueso ha desgranado un ideario musical que va desde el metal, pasando por el atmosférico y llegando hasta el industrial para envolverlo todo en su mística electrónica de kilates, algo que sigue estando ahí por derecho propio y como seña de identidad de un artista crecido sobremanera en su propio concepto. Creado como una continuación de su celebrado Leather Teeth (2018), siguiendo la historia iniciada en aquel, Leather Terror ha contado con una cantidad de colaboradores externos tan sorpresivos como necesarios para crear dicha obra. Los británicos Gunship se ponen al servicio de Franc en el tercer corte del disco (The Widow Maker), Greg Pucciato aporta las vocales en Imaginary Fire, los noruegos Ulver nos regalan el tema más meloso y synth-pop del disco con Good Night, Goodbye, Persha se pone también al micro en Lipstick Masquerade, Sylvaine hace lo propio en el tema más etéreo del disco con Stabat Mater y el disco se cierra con el corte que da nombre al disco y la colaboración de Jonka Andersson para exponer su faceta más industrializada y apocalíptica. Una obra exponencial que lo pone a la cabeza del estilo (algo que ya era evidente prácticamente desde sus inicios) y a años luz de sus competidores (que lo seguirán viendo como un referente).

La británica Charlotte Aitchison, nacida al amparo de algo tan fechado como el Myspace y reina absoluta de las raves de principios de la década pasada, se ha coronado por todo lo alto con su último disco Crash. Defensora y practicante de lo que se ha venido a llamar hyper-pop y después de cuatro disco en los que las distorsiones musicales, los desajustes sonoros y la ética rave servían al pop de calado electrónico y acelerado, Charli XCX baja las revoluciones, doma los ritmos y limpia las distorsiones para adaptarse a un estilo que está mucho más cerca del electro-pop accesible que del hyper-pop desbocado. Con los 30 recién cumplidos y una actitud más profesional y madura en todos los sentidos, Crash es el disco más dance y agradable de la artista con diferencia. La jugada le ha salido bien y Crash se ha convertido en su trabajo más vendido y laureado hasta la fecha llegando a copar el mercado americano de manera decisiva y confirmándose como una de las divas actuales más en forma y refrescantes de la escena. Inspirada para el artwork y título del disco en el filme del mismo nombre estrenado por David Cronenberg en 1996 (eso en mi lista de amor le da una puntuación que se sale directamente de la tabla) y trufado de nada menos que catorce nombres en el apartado de la producción, dato que no afecta en nada a la solidez y cohesión del disco, Crash es el perfecto disco de pop actualizado que de sus doce canciones, podrías extraer doce singles perfectos para ser radiados. Amor infinito a Charli XCX y a sus conciertos que se convierten en una de las fiestas más sudorosas, divertidas y bailables de la actual escena pop.

H6LLB6ND6R es el nombre de una película americana independiente del pasado 2021 que resulta en un coming-of-age en el que la brujería tiene un papel protagonista, de la misma manera que la tiene la herencia familiar y genética. En la película aparece un grupo musical del mismo nombre formado por madre e hija (que en la vida real también lo son) y que para el rodaje llegaron a componer algunas canciones de las que aparecen en la banda sonora (alguna de ellas tocadas en el sótano de la casa familiar y utilizadas como metraje de la película). Pues bien, al parecer madre e hija se lo pasaron tan bien y se ilusionaron tanto con el grupo ficticio que montaron para encuadrarlo dentro de la narrativa de la película, que finalmente decidieron tomar las canciones compuestas para la banda sonora, componer otras tantas más, darle forma al grupo en el mundo real, editar su disco en formato vinilo y dejarnos uno de los discos de indie rock más experimentales, oscuros, punzantes, atmosféricos, logrados, minimalistas y adictivos del año. Espero que no se quede solamente en una anécdota y las H6LLB6ND3R sigan adelante con sus maquillajes a la Kiss, su siniestro sonido lo-fi y esa capacidad sobrenatural para erizarte el vello de todo tu cuerpo. Si tuviera que escoger uno de los cortes como mi favorito de los 17 que contiene el disco (atentos a Spotify que está separado en dos partes Side A y Side B), esa sería Armageddon, uno de mis bucles excesivos del año.

Mi relación con la californiana Jilian Rose Banks siempre ha sido bastante estrecha. Mi corazón quedó totalmente atravesado por aquel debut del 2014 titulado Goddess, un título que la colocaba en mi ranking personal como una de las nuevas divas del R’n’B y el pop actual a tener más en cuenta. En 2016 vuelve a la palestra con The Altar, su mejor obra hasta la fecha y uno de los discos de esa década que escucho con más frecuencia, la adicción que sigo teniendo con The Altar no es ni medio normal. En 2019 pone en circulación III, un disco algo más disperso y en el que prueba nuevas facetas estilísticas sin llegar a las cotas de calidad y emoción que había logrado con sus dos anteriores. Pero llega el 2022 y Jilian Banks vuelve a dar de lleno en la diana del R’n’B más adictivo, delicioso, emocional, bailable y actual con este Serpentina. Su capacidad para acercarse (y crear) las producciones que mejor encajan en su visión artística, esa habilidad lírica que tiene para seducirte e imponerse como vocalista de altura y esa variedad estilística que maneja en la que el electro-pop, el R’n’B, el downtempo, el trip hop y el pop de cámara confluyen de manera providencial, es algo absolutamente irresistible para mi persona.

La sanación espiritual (alma) y física (cuerpo) a través de la música. Esa es la concepción que tienen de su arte las hermanas Díaz. Gemelas de herencia cubana y nacionalidad francesa que filtran las influencias lingüísticas del Yoruba, de la misma manera que lo hacen con el Inglés, el Español y el Francés en su propuesta musical haciéndola de lo más universal. Pero no sólo de influencias lingüísticas está plagada su música, el folclore cubano, el jazz, el pop, la salsa, los instrumentos tradicionales (Naomi es experta en las percusiones latinas) y la conciencia social y feminista inundan sus músicas y sus líricas exponiéndolas a través de una actualidad, tanto estilística como de producción, que hace que sus canciones lleguen de una manera tan fácil y tengan una vigencia tan imponente (por mucho que estén plagadas de herencia y tradicionalismo), que no podrás parar de bailar y sonreir al mismo tiempo. ¿Y qué hay más sanador que el baile y la alegría?, pues que además te lo canten y toquen con la dulzura y la cercanía con lo que lo hacen Lisa y Naomi Díaz. He tenido la suerte de verlas en Barcelona en las tres veces que han sacado disco, (Apolo grande, Primavera Sound escenario pequeño y Apolo pequeño), en cada ocasión con una mayor envergadura y montaje escénico, pero bajo mi punto de vista, estas Ibeyi deberían estar llenando la Razzmatazz desde su primer disco.

Danielle Balbuena nos regala un segundo disco mucho más orgánico, espiritual y pop que lo mostrado en su debut hace un par años. You Can’t Kill Me me pareció tan diferente, inesperado y rupturista cuando lo escuché por primera vez, que mi reacción fue la de no aceptarlo ni abrazarlo como esperaba. Tuve que volver a introducirme en sus efectos vocales codificados, sus producciones extrasensoriales, su emotividad adictiva y sus volteretas rítmicas, para disfrutar al máximo nivel del descomunal You Can’t Kill Me. Tengo que admitir que me costó, no era por aquí por donde me decía mi cerebro que la de New Jersey tenía que tirar, pero una vez entró en mi corazón, todo mi ser se dió cuenta de que esto era exactamente lo que Danielle quería hacer y lo que mi alma necesitaba y pedía de manera inconsciente. Adaptar a tu audiencia a tus propios conceptos, tu propio estilo, tus formas y tus maneras, es algo que siempre he admirado de una artista, pero si además lo que consigues es de una calidad artística y humana casi divina, mi rendición absoluta no podía estar más justificada. Una vez más, el concierto de Danielle en la sala Apolo, y fuera de ella ya que, de la misma manera que la última vez el concierto finalizó en la calle a fuerza de proclamas positivas e inclusivas, en esta ocasión ocurrió lo mismo, se convirtió en la experiencia musical y humana más valiosa del año.

Que a estas alturas de mi vida (44) pueda seguir sintiendo el flechazo más directo y romántico con una banda de power pop adolescente que se viralizó gracias a su éxito en Tik Tok, su tema Prom Queen lo petó en la red social de la que hablamos, es algo que no me esperaba. Fue presentar el cartel del Primavera Sound 2022, donde siempre rasco en los nombres que no conozco para hacerme una idea de lo que me puede gustar, y enamorar al momento de primer disco de estudio (Honeymoon, 2020) y su EP posterior (Blame Game, 2021), del que tengo que decir que es mi favorito hasta fecha. Un flechazo a primera escucha y perdurable en el tiempo, más aún cuando fueron sacando singles incendiarios de su inminente nuevo disco y pude verlos en directo hasta en dos ocasiones dentro del marco del Primavera Sound, que se afianzó hasta el infinito y más allá cuando sacaron a la luz Emotional Creature a principios de Agosto conformando la banda sonora más emotiva, coreable y deliciosa de mis vacaciones veraniegas. La capacidad para conectar con las emociones de tu juventud, la habilidad que tiene Lili Trifilio para las melodías pop, lo acertado de convertir algunas de sus canciones en himnos generacionales y la importancia y el peso específico que tienen sus letras, hacen de Beach Bunny mi descubrimiento favorito del año.