Esta vez quiero empezar diciendo algo que me sale de dentro y es que el cine, queridos lectores, es maravilloso. El cine es algo que te pone ahí, a unos cuantos metros de distancia, historias, hazañas, personas y personajes que nunca podrías haber imaginado. Aunque lo más espectacular, es cómo puede inmortalizar la historia de alguien, convirtiendo su vida en un recuerdo eterno.
Los niños de Winton es la historia de la honorable vida de Nicholas Winton. Un héroe de verdad, que sacrificó su estatus y retó a la Alemania nazi salvando a más de 600 niños. Si este caballero no es un héroe, yo ya apago y me bajo.
Una auténtica hazaña
En la tumultuosa Segunda Guerra Mundial, un distinguido corredor de bolsa del Reino Unido, conocido cariñosamente por sus allegados como Nicholas “Nicky” Winton, se convirtió en un inesperado héroe al emprender una valerosa misión de rescate.
Junto con el inestimable apoyo de su madre, este intrépido británico logró salvar a cientos de niños del implacable avance de los nazis, quienes amenazaban con sumir a Europa en la oscuridad.
Este noble esfuerzo, impulsado por un profundo sentido de la compasión y la humanidad, permaneció casi en el anonimato durante cinco décadas, oculto bajo el velo del tiempo y la historia.
La vida de Nicky, no obstante, se vio marcada por una lucha interna constante, un tormento personal alimentado por los recuerdos de aquellos rostros inocentes a los que no logró extender su mano salvadora.
A pesar de las innumerables vidas que logró resguardar del horror nazi, Winton se vio asediado por un persistente sentimiento de culpa, torturado por la idea de no haber hecho lo suficiente.
La memoria de los niños que no pudo salvar se convirtió en fantasmas que lo acompañaron, cuestionando cada decisión, cada acción que tomó durante aquellos días cargados de desesperación y valentía.
Este complejo mosaico de emociones define la esencia de un hombre que, a pesar de sus extraordinarias acciones, se ve a sí mismo atrapado en un ciclo interminable de reflexión y arrepentimiento por lo que pudo haber sido y no fue.
Una hazaña que lo llevó a ser condecorado por la mismísima reina de Inglaterra nombrándolo caballero de la corona. Los pelos de punta y mi cara llena de lágrimas.
Gracias al cine por contar estas historias
Nada más y nada menos, interpretado por el magnífico Anthony Hopkins. Un titán del séptimo arte, que en esta película hace un ejercicio de contención brutal evitando romperse en cada recuerdo furtivo que le invade.
Hasta que llegado el clímax de la película y tras mucho esfuerzo por mantenerse sereno, explota en una escena de llanto de una interpretación brutal, que me erizó la piel e hizo que me destruyera a la par con él.
Un diez al director, que no solo se atreve a mostrar las viejas heridas de aquella catástrofe, sino que encima las abre mostrando el dolor desgarrador que los niños y sus familias tuvieron que soportar. No se olvida del orgullo mostrado por la hazaña y del reconocimiento televisivo y de masas que se le dio tarde, casi tres décadas después, pero se le dio alzándolo como el héroe que fue.
Los niños de Winton es de esas películas que deberían existir más a menudo, de esas que acercan a todos las historias de personas que sí merecen un reconocimiento y estar en la mente y el cariño de todo el mundo.
Ver esta película, no solo me hizo llorar a moco tendido, sino que también me ayudó a reconectar con la parte del mundo, ayudando a darme cuenta que a pesar de todo, todo nunca está perdido, existe algo o alguien que te está ahí para salvarte.
¡Bravo por Nicholas “Nicky” Winton!
Todos mis respetos