Los Bad Boys también cantan nanas

Segundo guión para Will Smith en el que acaba enfrentándose a su prole. Topicazos de viejos cascarrabias y torpes millennials que, como dice Simon Sinek, están frustrados por no crear impacto en sus quehaceres profesionales. La representación racial y el equilibrio masculino y femenino en el reparto, impecables en esta última entrega de Bad Boys for Life.

por Amelia Deschamps

Los Bad Boys se despachan a gusto con los malos, como siempre, hasta para llegar a tiempo a la maternidad del condado. Salvo ese detalle, el resto es mucho como Hawaii 5.0. En la carrera por ser abuelo, pisotean la playa de arenas blancas. “Sorry, white, rich people”, se excusa Lowry al volante de su Ferrari. ¿No es racismo, también? Aunque no estoy segura de que sea algo racializado. En fin, los Bad Boys son más blandos y lo cantan como una nana.

Lo cierto es que los malos aspiran a vivir en la cúspide social de los buitres, con la diferencia de que nunca entierran el conflicto que les aupó, como si no hubieran superado el complejo de inferioridad que les creó y les hizo evolucionar con rabia hacia el éxito.

Kate del Castillo, qué increíble verte como jefa mafiosa y asesina después de airear la aventura con El Chapo en aquella mini serie de Netflix. No se puede decir que les hagas sombra a Will Smith y Martin Lawrence, ahora más en versión polis con biberón, jubilación y miedo al compromiso. Pero ahí estás tú, Kate.

La cárcel de mujeres en México parece más una maquiladora que una cárcel, así que algo de denuncia social hay también, aunque se presta más atención a las nuevas tendencias en brujería y espiritismo, tan de moda para los millennials (por ahí van los tiros con la serie Witch de Netflix).

Y en esa pseudo-maquiladora (guiño a la industria textil, tan contaminante) emerge Kate, orgullosa, inigualable con sus incomparables mofletes rellenos de botox y ni una arruga, ni si quiera algo de sudorcillo al calor de la lavandería industrial de la prisión.

Lo bueno es cómo saltamos de México DF hasta Miami, con playas y puertos que, a excepción de la Calle 8 de Little Habana, los apartamentos parecen más Dubai Marina y sus vecinos del Golfo. Ahora en la guerra contra los narcos también se usan drones y vídeos en YouTube, pero todo sigue tecnológicamente igual, todo sigue un poco vintage con los pendrives.

Sí mola mucho más cómo la realidad se asocia con los agentes, igual que los Navy Seals colaborando para dar realismo a la última versión de Call of Duty. Lo que da pena es cómo se sigue retratando a la la abuela como el “gobierno de ordeno y mando”. La madre es millennial y está desaparecida, de luna de miel con un marido millennial también desaparecido.

Lo importante es cómo el equipo que trabaja unido, se mantiene unido pese a la presencia de algún aguafiestas, que siempre cae uno en todos los guiones hollywoodienses.