Los 25 favoritos de Música Internacional 2023

Cada año lo noto más, mi cuota de música diaria ha bajado considerablemente. La urgencia extrema en el ámbito cultural (sobretodo en la escena urbana) se ha convertido en una seña de identidad de la nueva industria musical, algo que, a los que venimos de lejos, nos llega a agobiar.

Por otra parte está la cantidad ingente de discos y artistas por escuchar a la semana, otro de los signos de los tiempos que comienza a saturar tanto el mercado como al oyente.

Todavía sigo siendo de los que cuando un disco me cala de verdad, puedo llevarlo prácticamente todo el año a cuestas, eso hace que cada vez me encuentre más alejado de los tempos que nos marca el mercado. Para disfrutar algo hay que saborearlo bien, verlo desde varios puntos de vista e imbuirse de la obra como es debido.

Hay que hacer un ejercicio de concentración, de conexión con el trabajo que estamos escuchando, hay que escuchar mejor y oír menos. Pero para eso hay que educar al oyente y hay muy pocos capaces de captar esa atención necesaria para pasar la barrera del entretenimiento y el divertimento y entrar en el siguiente nivel, el del arte.

Por cierto, novedad de este año, los discos no tienen un orden concreto, los he intentado repartir en bloques por estilo y así no tengo que partirme la cabeza con un orden que un día me parece totalmente lógico, y al día siguiente no me cuadra nada. Ahí mi lista, espero que la disfrutéis

RAP - TRAP - REGGAETÓN

Con ese carácter ultra prolífico que le ha caracterizado siempre, tanto en su época de singles como ahora con sus discos largos Benito tiene una capacidad creativa desorbitada, el Conejo Malo está de vuelta. Sin previo aviso y nada de promoción, Bad Bunny se saca de la manga su trabajo más largo, personal, sucio, vanidoso, sobrado, chulesco, exagerado, contestatario y polémico hasta la fecha con este Nadie Sabe Lo Que Va A Pasar Mañana, su séptimo disco de estudio (si contamos el Oasis con Balvin) desde su referencial debut del 2018 titulado X100PRE. Dejando totalmente de lado la fórmula veraniega mega exitosa que puso en práctica con el sonado Un Verano Sin Ti (2022), Nadie Sabe Lo Que.. es claramente la otra cara de la moneda. Pasando nuevamente de la veintena de cortes y la hora de duración, Benitoha querido dejar clara una cosa, -ni trapero, ni reggaetonero, yo soy la estrella más grande en el mundo entero-, al menos eso es lo que dice en el primer tema del disco. Por de pronto nos encontramos con un Bad Bunny mucho más sexualizado (sí, aún más), sobretodo desde un carácter más explícito. También nos encontramos con el Bad Bunny menos divertido, menos festivo, más serio y más trap en detrimento de su faceta más masificada y simpática que va de la mano con su estilo más reggaetonero. Drill, trap, rap, EDM y electrónica de club es lo que vamos a encontrar aquí. Quizás para muchos sea su disco menos arriesgado, por supuesto es su disco menos accesible, con menos fusión latina y con menos virguerías en la producción, de eso no hay duda. NSLQVAPM es un disco seco, denso, tristón por momentos, sin esas ganas de epatar ni de poner en evidencia sus habilidades compositivas, sus giros inesperados o sus variaciones tan comentadas. Pero bajo mi punto de vista, sí que estamos ante el disco más arriesgado de Benito, al menos en el aspecto comercial. Y eso es así porqué cuando lo escuchas, sabes perfectamente que este no es el disco que estaba esperando del puertorriqueño la mayoría de sus seguidores, será criticado de nuevo, pero está vez incluso por más razones, lo que sí que tengo claro, es que el conejo se ha vuelto más malo que nunca y eso le puede costar que le corten la cabeza.

Poco vais a encontrar de la escena urbana internacional en la lista de este año, en cambio la nacional tiene varias entradas, pero este Mañana Será Bonito de la Bichota no podía faltar. Después de la traumática separación de Anuel, culebrón que todavía hoy sigue dando algún que otro coletazo, Karol se ha puesto sus mejores galas, ha hablado con sus productores favoritos y ha llamado a sus mejores amigos en la escena para regalarnos un disco emotivo, vitalista, positivo, feminista, sensual y sexual como nunca antes. Convertida en una artista internacional apreciada y querida como pocas y coronada como la reina absoluta del estilo actualmente, Mañana Será Bonito toca todos los palos posibles, reggaetón, bachata, salsa, pop, dembow y urban, con un carácter claramente festivo y de celebración de la vida. Karol ha conseguido conquistar un mayor número de fans con cada nuevo disco, pero está claro que con este Mañana Será Bonito su popularidad ha subido como la espuma. Con ciertas concesiones al mercado español a la hora de escoger las colaboraciones, Quevedo y Bad Gyalaparecen en dos de los cortes del disco, conocidos de la escena como Ovy On The Drums, Romeo Santos, Justin Quiles, Sech y Carla Morrison van pasando a lo largo y ancho del disco. Eso sí, el tema que más ha sonado del disco ha sido su colaboración con Shakira que vino justo después del hit mundial de la colombiana con Bizarrap, todo muy bien planteado, cronometrado y calculado.

METAL X HARDCORE X PUNK

Con el combo de Pennsylvania ya nada nos puede sorprender. Eso fue lo que pensamos la mayoría cuando degustamos su anterior Underneath (2020, Roadrunner). Un disco con el que nos dieron en toda la cara depurando una mezcla de estilos que dejaba a algunos de sus fans en el camino, pero que ampliaba su público considerablemente gracias a un planteamiento que, sin ser más accesible, sí que ponía su punto de mira en otros estilos más allá del hardcore que los vio nacer cuando se conocían como Code Orange Kids (Love Is Love/Return To Dust, 2012), y el metalcore evolutivo que transitaron en el I Am King (2014) y el Forever (2017). No vamos a negar que los de Pittsburgh siempre ha sido una banda a la que las etiquetas le rehuyen bastante, tomando cada vez más riesgos en su fórmula y llevando a su público a un terreno inexplorado para ambos, pero lo conseguido con su último álbum The Above (Blue Grape Music, 2023) los pone a la cabeza de la vanguardia y la experimentación más arriesgada y sorpresiva. The Above tiene ciertos retazos de su primera época hardcore, mucho del metalcore y el deathcore que los caracterizaba a mediados de la década pasada, ese poso industrial adquirido en sus últimos álbumes, alteraciones rítmicas aquí y allá, y reminiscencias noventeras que van desde el nu-metal, pasando por el ambient y el trip-hop. Producido por ellos mismos y con las santas manos del mítico Steve Albini como ingeniero del mismo, The Above ofrece una amalgama de estilos, décadas y sonidos aptos únicamente para los más abiertos de mente. Otra contundencia como esta dentro de tres años más y revientan la escena.

Desde Estocolmo nos llega el debut de ExistenceGo To Heaven es un disco que no te dejará indiferente si lo que significó la H8000 para el hardcore de carácter europeo durante la década de los 90, hizo mella en tu desarrollo dentro del estilo. En él se concentran algunos de los mejores instantes de Arkangel Integrity sin que en ningún momento se quieran parecer deliberadamente a ellos. El metal de corte extremo, con Slayer como claro referente una vez más, y el hardcore de calado teológico, con Cro-Mags como una de sus mayores influencias, se dan cita en uno de los discos que mejor absorbe las enseñanzas del thrashcore épico para confirmarse como una de las personalidades del estilo más imponentes de la actualidad. Su complejidad en la composición y sus múltiples variables a la hora de ejecutar su propuesta, los convierten en una de las bandas más excitantes del momento. Lo triste de todo esto es la inexistente promo para una banda que existe gracias a la nostalgia y que no tiene capacidad de movimiento y proyección en el momento actual que vive el hardcore, el metal o más concretamente, un estilo que es más de nicho aún como el metalcore o el thrashcore, que es con lo que ellos más se identifican. Por suerte la actitud DIY que promueve la banda y ese festival que organizan ellos mismos en Estocolmo llamado Alive And Well, los pone a la cabeza del movimiento dentro de ese microcosmos que han conseguido hermetizar y poner en pié.

Con dos Ep’s (Unrelenting Force2016 Rain City2021) en su haber y un debut de estudio para el sello BDHW Records (River Of Lies2019), los de Manchester nos han dejado nada menos que cuatro años sin disco largo para acabar escupiendo este Severance, una obra maestra del estilo firmada con su recién estrenado nuevo sello MLVLTD Records. El cuarteto inglés ha conseguido elevar, ampliar y mejorar su propuesta hasta niveles impensables. Si empezamos por la producción, solo podemos decir que tanto para las voces, ya sea en su registro más contundente como en su versión más clean las vocales de Jay Valantine suenan tan equilibradas como el yin y el yang, como si hablamos del sonido de la banda, la batería de Tom Aimson suena como si la tuvieras en el comedor de tu casa y los riffs machacones de Jak Maden junto con las extrañas melodías de Sam Baker se te meten en cuerpo cuál demonios sin control, todo suena mucho mejor de lo que cabría esperar en un disco de estas características. La claridad de Jay al micro es una maravilla, siendo alguien de origen británico se nota una dicción prácticamente perfecta y sumamente entendible, algo que no suele ocurrir demasiado en estos casos. La calidad de la banda a la hora de añadir coros, variar los moods de las canciones y ofrecer una versatilidad apabullante es otro de sus ases en la manga. Pero lo que realmente hace grande a este Severance es su trabajo, su concepción, su intención y su ejecución. A estas alturas ya no vale facturar un disco de hardcore machote plagado de breaks, baterías demoledoras, riffs aéreos y una actitud hostil y violenta, en 2023 los discos de hardcore tienen que ser obras completas, en las que el arte y el potencial van de la mano para ofrecer un trabajo que difiera del resto, y ahí es donde radica la grandeza de Severance

Morgan (a.k.a. Evil) es el único miembro fundador de Marduk, uno de los estandartes más icónicos del black metal sueco, y también el único en sus filas que lleva la friolera de 33 años de carrera con su banda. Su vocalista actual sigue siendo Mortuus, el cual cumple ya 20 años con el combo sueco, llegando a ser su cantante más longevo. Después de eludir las acusaciones de estar relacionados con el nazismo, Morgan incluso llegó a despedir a su bajista Joel Lindhom por hacer el saludo nazi durante un concierto en Reino UnidoMorgan ha querido dejar de lado la temática bélica, algo que los ha caracterizado en prácticamente todos sus álbumes hasta la fecha, y para su disco número quince ha tomado la decisión de componer una obra que coge el concepto de la muerte y el imparable paso del tiempo como motor para sus nuevas canciones. Memento Mori es un disco en el que la velocidad, la violencia, el odio y el sonido abrasivo y técnico, conforman una obra que, sin llegar a poder competir con sus discos más emblemáticos, nos muestra una banda todavía con la capacidad de incomodar a la hora meterse en un estudio y crear un plaga de cortes absolutamente infernales y destructivos. Como sorpresa final, el último tema del disco, As We Are, cuenta con la colaboración del tristemente desaparecido L.G. Petrov de Entombed.

Venidos desde Leeds y con un debut bajo el brazo que no deja títere con cabeza, Pest Control llevan el crossover a niveles épicos con una capacidad destructiva de armas tomar. Capitaneados por Leah Massey a las voces, una mujer que en el estudio es una bestia parda y sobre las tablas del escenario una bomba de neutrones, el asalto de riffs metaleros y solos de infarto facturado por los Joes del grupo a las cortantes y la vitalidad y el groove que reparten Jack y Ben respectivamente al bajo y a la batería, formando una de las secciones rítmicas más potentes y variadas de la actualidad dentro del estilo, Don’t Test The Pest es la fusión perfecta de la violencia y la energía del hardcore burrote, con el tecnicismo y la versatilidad del thrash metal más acelerado. Siendo las vocales de Leah, en un registro que recoge las vocales más duras del estilo para desgarrarlas y vomitarlas con una precisión y una dicción exageradas, lo primero con lo que te das de frente cuando los escuchas, una vez te enganchas a los ritmos machacones y la potencia desmedida de su ejecución, todos y cada uno de los miembros de la banda brilla con luz propia durante toda la grabación. Formando unos pits en los que el violent dancing, el crowd surfing y el stage divingvan de la mando en todos sus shows, 30 minutos de Pest Control en las primeras filas son el equivalente a una semana de gimnasio a pleno rendimiento. Sin duda el disco de crossover del año de una de las bandas con mayor potencial como comerse el estilo, en la línea de Municipal Waste o Toxic Holocaust pero con una frescura y juventud mucho más atractiva.

Recién firmados con el sello Epitaph después de llamar la atención con su contundente debut California Cursed del 2020, el incendiario combo formado por Sammy Ciaramitaro a las vocales, Cody Chávez a la guitarra y Tim Flegal a la batería, demuestra una vez más su pasión y devoción por la cultura hardcore derivada de su lugar de residencia, Santa Cruz. Imbuidos de toda la filosofía surf y skate de la zona, su hardcore está plagado de breakdowns imposibles y riffs destructivos poniendo sobre la mesa las mayores y mejores bazas del estilo. Bebiendo algo del metal sin llegar a pisar el terreno del crossover, lo suyo es hardcore in your face del bueno, sorpresas como el interludio protagonizado por el rapero Shakewell o el carácter punk rocker de Good Good Things, nos muestran a una banda con los límites todavía por definir y unas características propias de un grupo con inquietudes variables. Actitud y personalidad no les falta, eso por descontado, pero quizás todavía tendrían que dar con una fórmula algo más accesible y pegadiza para subir un peldaño más y llegar a un público mayoritario. Bajo mi punto de vista, se podrían convertir en los nuevos Turnstile, por poner un ejemplo, pero eso es algo que solamente ellos pueden decidir. 

La única manera de escuchar un disco del combo de Brooklyn capitaneado por Haela Hunt-Hendrix es la abstracción más abierta, la concentración más absoluta y la entrega más devota. El universo que maneja Liturgy es único, tan único que solamente ellos son capaces de transitarlo. Tomando sus propios trabajos como un aprendizaje autorreferencial y desarrollando todas las ideas filosóficas que Hunt-Hendrix expuso en su día en el manifiesto “Transcendental Black Metal”, 93696 podría formar la trilogía perfecta con el Aesthethica (2011Thrill Jockey) y el The Ark Work (2015Thrill Jockey). Una triada no apta para todos los gustos, pero que ofrece una visión artística y musical que va mucho más allá de lo cotidiano, que rebusca en la psique humana para ofrecer teorías teológicas y trascendentales sobre la vida, la posición del humano en el cosmos y el equilibrio global a través de las formas del black metal. Sé que lo pretencioso, lo denso y el volúmen de la propuesta tirarán a la mayoría para atrás, pero esos que queden, esos, serán los elegidos. Ejerciendo de compositora, ideóloga, guitarrista, pensadora, cantante, productora y filósofa de la banda, Hunt-Hendrix crea un espacio enorme en el que perderse, encontrarse y volverse a perder, para finalmente salir de él de alguna manera herido y sanado al mismo tiempo, y, si quieres, también cambiado. 93696 genera una amalgama de estilos imposibles en la que caben el nombrado black metal como base reconocible, para mezclarlo con progresiones matemáticas, radicalismo sonoro, el avantgarde más complejo, el jazz desatado, los arreglos orquestales clásicos y una actitud radical e impositiva. El disco está separado en cuatro movimientos reconocibles por el ángel que los representa (sovereignty, hierarchy, emancipation e individuation) que te llevan a través de los 90 minutos más esquizofrénicos, desconcertantes y elevadores que he tenido la suerte de escuchar este año. Si en el 2011 los pude ver en directo presentando el Aesthethica en el Primavera Sound y consiguieron ponerme los calcetines por corbata, su concierto de este año en el mismo Festival ha acabado siendo mi concierto favorito del año. Es tan imposible explicar un disco de Liturgy, como lo es intentar traspasar al lector lo que sientes en uno de sus conciertos, pero os puedo garantizar que es una experiencia única en el mundo en ambas opciones.

POP / ROCK / FOLK

Karly Hartzman es la compositora, vocalista y guitarrista de la banda Wednesday, un combo venido de Carolina del Norte que mezcla a placer las enseñanzas noventeras del shoegaze más diluido (con My Bloody Valentine como cabezas referenciales) y un apartado más country-folk derivado de sus raíces sureñas. Su calidad en estudio no tiene nada que envidiar al sonido áspero, crudo y distorsionado de aquellas bandas, disfrutando al mismo tiempo de ese estilo venido de Nashville con el que casan a la perfección (algo que sobre el papel suena casi imposible, lo sé), pero cuando realmente explotan su verdadero potencial es sobre las tablas de un escenario. Fue curioso verlas en un festival como el Primavera Sound, a plena luz del día, con un público en el que cabían desde las más curiosas hasta las más fans, y en el que Karly llegó a comentar su odio y rechazo a los titanes comerciales como Amazon. A modo de ironía extrema estaban tocando en el escenario Amazon Music. Potencia, calidad, actitud y un debut tan pétreo y sólido que no dejará a nadie indiferente. En estos momentos de saturación digital extrema, modernismos excesivos, outfits imposibles, intérpretes desganados y trucos de directo para aburrir, encontrarte con artistas tan jóvenes reivindicando y defendiendo el rock por sí mismo, es un extraño lujo a tener muy en cuenta.

Una de las figuras más importantes de la actualidad musical en EEUU y parte de mundo es la jovencísima Olivia Rodrigo que, con sólo dos discos en su haber, es ya una artista multiventas, multipremiada y capaz de tener la friolera de 60 millones de oyentes en Spotify. Si con su primer disco no te acabó de convencer del todo, por mucho que fuera una derivación suavizada del punk rock californiano, el regusto mainstream que tenía Sour, no era demasiado de mi agrado, pues espérate a darte de bruces con la calidad de Guts. Su segundo álbum es una extensión bastante obvia de lo ofrecido anteriormente, pero gracias a ese punto extra que ofrece una producción algo menos exagerada y una personalidad bastante más marcada, se nota un cambio considerable, o igual he sido yo el que he cambiado y ahora la escucho de otra manera. La capacidad de maduración que demuestra en temas como Lacy, Logical, Making Bed o el single con el que ha presentado el disco, Vampire, me ha parecido que podía venir de una autora mucho más mayor y experimentada, pero resulta que la chica tiene 20 años. Su calidad como artista y la versatilidad capaz de mostrar en este casi perfecto Guts ha sido toda una sorpresa, este podría ser su cuarto disco, pero es el segundo. Siguiendo en cierta medida la escuela de guitarras y la música generada orgánicamente por una banda, tan necesaria en estos momentos para las nuevas generaciones, el valor de lo que hace Olivia Rodrigo va más allá del ahora. Su importancia se ve y se verá reflejada en las generaciones musicales venideras. Necesitamos espacio en la escena para este tipo de propuestas, pero para eso hay que generarlas y yo creo que la Rodrigo ha venido aquí a eso.

El décimo disco de la inglesa Polly Jean Harvey es incómodo, extraño, sensible, etéreo, misterioso y místico a partes iguales. Según sus propias declaraciones I Inside ha sido uno de los partos musicales más complicados y largos (siete años han pasado desde su anterior The Hope Six Demolition Project) que ha tenido nunca. Darle vida a estos conceptos en forma de canción y al sonido envolvente y atmosférico de la obra no habría sido posible sin la calidad de Flood y la experiencia de John Parrish que se han vuelto a poner al servicio de la indomable creatividad de la de Corscombe. Explotando cada vez más su vertiente de artista inclasificable con vocación de poetisa y experimentando al máximo con las texturas, las emociones y las voces, resulta extraño escucharla en ese registro más agudo que ha escogido para la ocasión, Polly Jean sigue poniendo sobre la mesa una grandeza que, bajo mi punto de vista, todavía no es lo suficientemente reconocida y venerada como debería. Sobretodo más allá de la escena independiente, donde se la considera una de las más grandes, pero tu le hablas de PJ a cualquiera que no haya estado metida en la escena independiente de la época y ni le suena, una injusticia de proporciones bíblicas.

Sexto disco de la cantautora chilena de habilidades extrasensoriales. Después del flamante Vida Tan Bonita del pasado año, Francisca Valenzuela vuelve al estudio para componer una obra que la recompone, la sana y la expone de manera brutal. Siendo un disco que, en sus palabras, consta de once cortes que nos llevan a través de los procesos de una ruptura y la afectación personal sufrida en los mismos, Adentro es su obra más sincera y desnuda hasta la fecha, algo bastante evidente en su portada, foto en blanco y negro y con tan sólo un lazo negro en su brazo. Dejando de lado la pomposidad y el efectismo de la producción más aséptica y digital, la Valenzuela abraza fuerte y sin complejos lo orgánico de su sonido y sus letras para convertir Adentro en un ejercicio que va directo a tu corazón filtrado a través de un alma herida y con la necesidad de chillar sus frustraciones a los cuatro vientos. Con el piano como hilo conductor a la hora de componer el disco y la sinceridad como motor de sus líricas, la poetisa y activista de ascendencia chilena nos regala un catálogo de emociones que se llevará nuestros minutos sin remedio una vez metidos Adentro.

Lo primero que tengo que decir antes de empezar este comentario es que jamás he escuchado a los Rolling Stones más allá de Brown Sugar, Sympathy For The Devil, Paint It Black o el famoso Satisfaction. Ese es el poco (o nulo) conocimiento que tengo de la obra de los titanes ingleses, creo que era importante decirlo antes de ponerme en modo entusiasta con este Hackney Diamonds.

Pues bien, lo que me he encontrado detrás de la portada de disco más fea del año, es uno de los discos de rock n’ blues más fresco, sólido, disfrutable y perfecto que he escuchado jamás. Con la muerte de Charlie Watts todavía ensombreciendo a la banda, en el disco hay dos temas para los que Watts pudo grabar las baterías, el trabajo de Steve Jordan a los parches es de una clase y una contundencia indiscutibles.

Supongo que para los fans es duro tener a otro batería tocando con los Stones, pero para mí ha sido todo un hallazgo. 18 años después de su último álbum y con los 80 sobrevolando (o ya cumplidos) a los tres supervivientes, WoodRichards Jagger, me impresiona sobremanera como con esa edad son capaces de firmar temas tan imponentes como la inicial Angry, la popera Whole Wide World, la delicada Depending On You o la enraizada Dreamy Skies haciendo gala de un estado de forma compositivo y de ejecución soberbio. Puede que parte del mérito sea del productor Andrew Watt (Miley Cyrus, Justin Bieber, Post Malone, Ozzy Osborne, Pearl Jam, Iggy Pop) un tipo de 33 años que se ha ganado un lugar privilegiado en el Olimpo de los productores actuales por méritos propios y que está dotado de la frescura necesaria y el sonido deseado para poner en el mapa, de manera irrefutable, el regreso de los Rolling Stones.

No era tarea fácil retomar la carrera discográfica de una banda con más de 60 años de historia, pero gracias a las ganas de un Jagger con el puñado de canciones perfectas y a las mágicas manos de WattHackney Diamonds suena actual, adictivo y maravilloso. Para coronarlo todo no han escatimado en colaboradores y tenemos a Lady Gaga, a Elton John, a Paul McCartney, a Bill Wiman y a Stevie Wonder paseando por aquí como si nada. No sé si iré hacia atrás para darle la escucha que se merece a la holgada carrera de los Stones, pero por ahora me quedo a vivir en este Hackney Diamonds por un tiempo considerable. Como se suele decir, nunca es tarde si el disco es bueno. 

40 años después de su primer disco, la actriz francesa Isabel Adjani se rodea de un plantel de colaboradores de excepción para entregar Bande Originale. Un disco que empezó a fraguarse hace 17 años junto a Pascal Obispo y que tiene como concepto emparentar a la Adjanicon diferentes intérpretes masculinos, diametralmente opuestos entre ellos, para regalarnos uno de los discos de duetos más impresionantes de la historia de la música moderna. Temas como Hara-Kiri a medias con el británico SealD’Accord junto a Youssou N’DourJapan Airlines de la mano de Peter Murphy o Seule con el rapero Akhenaton, son algunas de las perlas más preciadas del disco. Por supuesto los momentos más estelares están protagonizados por una Adjani de voz sedosa y delicada dejándonos con la baba colgando en preciosidades como Ou Tu Ne M’Attendais Pas con ChristopheIl Manque Un Mot al aldo de David Sylvian o Homme Et Femme a dúo con Daniel Arc. Un disco que despliega el concepto de maravilla musical de manera impresionante y que nos presenta a la Adjani y a sus colaboradores navegando todo tipo de estilos y ritmos. Desde la electrónica más contenida, pasando por el pop de cámara, tocando algo del techno de baile, hasta llegar al estilo de la chanson francesa y redefinirla bajo sus propios conceptos. Nada sobra en un disco que sobrepasa la hora de duración, pero que no decae en ningún momento ni te da la impresión de que sobre ningún colaborador. Todo está en su sitio, calculado en su justa medida y ejecutado con una capacidad absolutamente arrebatadora.

El regreso de los británicos Slowdive en 2017, con nuevo disco bajo el brazo y una serie de conciertos más grandes que la misma vida que recalaron en Barcelona hasta en dos ocasiones,  nos pilló a muchos por sorpresa. Nada hacía presagiar que una banda que tampoco es que tuviera una repercusión enorme durante la década de los 90, siendo Souvlaki del 93 su obra más reconocida y laureada, retomara el camino con tan buenas intenciones y una renovada propuesta, que no dejaba de lado ese dream-pop y ese shoegaze que llevaban por bandera en su primera etapa, pero eso sí, mejorando considerablemente la ejecución y la producción. Everything Is Alive llega nada menos que seis años después de su descomunal disco autotitulado, para algunos su mayor esfuerzo hasta la fecha, y lo hace con una capacidad de abstracción y embrujo incluso más potentes y personales que en el nombrado Slowdive del 2017. Pocas bandas en el mundo son capaces de doblar el espacio-tiempo y enviarme a una dimensión eterna e inabarcable, y Slowdive son uno de ellos. Como pequeño apunte decir que el filtro The Cure que llevan las guitarras, las melodías y los tempos de las canciones de este Everything Is Alive son de un gusto y un acierto incontestables.

El despegue brutal que ha supuesto en la carrera de la estadounidense Caroline Polachek este Desire… ha sido estelar. Para una artista que viene del underground synth-pop de carácter vanguardista, con Chairlift llegó a publicar varios discos durante la década pasada, ha tenido que ser con su segundo disco en solitario que ha conseguido crackear el mainstream, eso sí, a su manera y sin hacer ningún tipo de concesión sobre su concepción artística. Si en su momento la viste presentando en el Primavera Sound su anterior Pang y has tenido la suerte de verla en el mismo festival este año, sabes perfectamente de lo que estoy hablando. La evolución como artista se nota mucho en el disco, en la producciones, en las intenciones y en la inspiración, pero el concierto que dio la Polachek en el PS el junio pasado, sobrepasó con mucho cualquier expectativa previa. Decidida y convencida, Caroline subió al escenario grande del festival para conquistar a un público entregado en cuerpo y alma a hits incontestables como Bunny Is A RiderBillions o la inicial Welcome To My Island. Sorpresas esconde muchas el disco, desde ese rollito pop electrónico tan personal, pasando por el folclore de temas como Sunset, hasta llegar al trip-hop sinuoso de temas como Butterfly Net o el jungle redomado del single colaborativo Fly To You junto a Dido y GrimesDesire… es un disco variado, sorprendente, con una calidad en la interpretación y la producción descomunal y sobretodo sincero y sin miedo. Puede que la bajada de intensidad que suponen sus temas más tranquilos, no haya calado de la misma manera que lo han hecho sus singles más potentes, pero una vez te introduces en él, la adicción es de lo más excitante.

Siete años después de su último disco de estudio, obviando esa banda sonora de 2017 que el trío firmó con su nombre, y teniendo en cuenta la iniciada carrera en solitario de Elena Tonra bajo el alias de Ex:Re, publicando su debut en 2018 y un directo posterior en 2021, nadie esperaba un regreso del trío inglés y mucho menos con un disco bajo el brazo tan precioso, oscuro, sincero e inmenso como este Stereo Mind Game. Si tuviera que escoger uno como mi favorito absoluto, supongo que sería su Not To Disappear (2016), un disco con el que todavía me harto de llorar, pero está claro que cada obra de Daughter esconde un magia especial que te penetra, te invade y te desgarra de manera única e incomparable. El magnetismo de la voz de Tonra y la delicadeza de su guitarra, se funden con la programaciones de ensueño y los etéreos teclados de Igor Haefeli, para explotar junto a los tímidos muestreos y las percusiones adictivas de Remi Aguilella. Juntos son invencibles, insuperables y con Stereo Mind Game no han hecho otra cosa que confirmar y reivindicar esa idea, tanto desde dentro de la banda, como para el público. Siendo totalmente cierto que nunca se puede dar algo por finiquitado ni tan siquiera habiendo sido confirmado por la banda, que en este caso tampoco lo había hecho, encontrarte con un disco de Daughter así tan de repente y sin previo aviso, ha sido uno de los regalos más inesperados y preciados del año. Dándole vueltas a varias temáticas personales a través de ese sonido intimista y claroscuro en el que lo orgánico se restriega las manos con el alcance electrónico de la banda, letras que van sobre la adicción, el deseo, el amor, la decepción y todas esas cosas que se pueden manejar desde la tristeza y la melancolía más arraigada y revestida, componen un lienzo musical digno de la banda.

Lucy DacusPhoebe Bridgers y Julien Baker ya me habían conquistado con anterioridad por separado, siendo la Baker mi obsesión más concreta, pero desde que en 2018 se juntaran para dar vida a un proyecto tan atractivo y emocionante como Boygenius, facturando esa maravilla de EP autotitulado, mi expectativas sobre su disco conjunto habían alcanzado cotas considerables. Saliendo de gira juntas desde entonces las veces que sus carreras en solitario se lo han permitido, The Record llega a nuestras vidas para hacernos más felices, más conscientes, más conectados y más emotivos. Rodeando sus canciones de temática feminista de reafirmación, algo por lo que las tres se han caracterizado siempre, sus personalidades claramente diferenciadas resultan en la conjunción perfecta para un disco que suena vitalista y luminoso de principio a fin. Sus características pop se entremezclan con las influencias noventeras y esa habilidad indiscutible que tienen para teñir todo de un folk sumamente accesible y adictivo, dan como resultado uno de los discos más disfrutables, repetibles y agradables del año. Su potencial para escribir canciones prácticamente perfectas, las ha llevado incluso a editar un EP extra a finales de año para reafirmar lo que ya sabíamos, su calidad como banda está fuera de toda duda. Sólo tenemos que fijarnos en cortes como la inicial Without You Without Them, un tema a capella en el que las armonías vocales de las tres suenan como un coro de ángeles llamándote y dándote la bienvenida, para comprobar de lo que son capaces estas tres artistas cuando se juntan. 

Nunca había dudado de la capacidad y la calidad de Mitski como compositora e intérprete, pero ha tenido que ser con este The Land Is So Inhospitable And So Are We, su séptimo disco de estudio, con el que ha conseguido amarrarme sin contemplaciones y sin ningún tipo de resistencia por mi parte. Discos como Puberty 2 (2016) o Be The Cowboy (2018) habían sobrevolado mi radar pero no había conseguido sacar nada concreto de ellos más que unas cuantas entretenidas escuchas. La estadounidense de ascendencia japonesa ha entrado en el estudio con su productor fetiche, Patrick Hyland, y junto al arreglista Drew Erickson ha conseguido atraparme sin remedio gracias a un clasicismo folk y una oscuridad inherente, en la que la soledad es la protagonista de prácticamente todas sus letras, con la que se desnuda y se abre en canal como si de un confesionario se tratase. Sus inseguridades, sus decepciones amorosas, su exposición, todo ello denota una personalidad en la que la tristeza por sentirse alienada toma visos autodestructivos e incluso de tendencias suicidas. Un disco poco esperanzador que espero le sirva para expiar sus demonios y convertirse en una persona que sabe apreciar la soledad de manera terapéutica y disfrutable. No sería el disco más aconsejable para gente con depresión o necesitada de compañía, si tomamos sus líricas más de uno lo hará con una cuchilla al lado preparado para cortarse las venas, pero si estás sano mentalmente y entendemos que todo es un aprendizaje, este disco es absolutamente precioso y arrebatador.

ELECTRÓNICA

Casi 30 años después de emborracharnos con su sorpresivo debut llamado Whiskey (RCA1996), de meterse bajo nuestra piel con los claroscuros de Tattoo (RCA1998), de envenenar nuestras almas con el insuperable Poison (RCA2000) y de poner a bailar hasta al más tímido con su desconcertante Antenna (RCA2003), cuatro discos que son auténticas obras de cabecera en mi desarrollo musical, estamos en 2023 y el crooner digital más meloso y melancólico sigue arrebatando mi tiempo en pos de su adictiva y sensual voz. No hay disco de Jay Jay que no disfrute de una manera u otra. Ya sea en su vertiente más experimental, defendiendo su particular pop bailable, inundando de seriedad los ritmos downtempo, navegando por el trip-hop majestuosamente, imbuido en el jazz más accesible, o demostrando de donde viene todo eso llamado neo-soul, todas sus facetas van coronadas por una cadencia de voz y una melodías vocales exquisitas e irresistibles. Su última etapa, que cubre desde principios de la década pasada hasta el momento, ha sido la más prolífica de su carrera dejándonos obras tan destacables como Spellbound (2011), Bury The Hatchet (2017) o el King Cross (2019), pero tengo que admitir que no imaginaba un disco tan variado, apoteósico, accesible y, porqué no decirlo, tan cerca de sus tres primeras obras como lo es este impresionante Fetish. No es que se haya alejado nunca de su propio estilo, que se resume en coger cualquier ritmo o estilo adaptable a su voz y cantar encima con la calidad innata que tiene, pero nunca ha conseguido llegar a las cotas de perfección de sus discos de finales de los noventa y principios de los dosmiles. En febrero lo tenemos por Barcelona como bien manda la tradición, no suele fallar en casi ninguna gira y para mí, es lo más parecido (o eso quiero pensar yo) que voy a estar de un concierto de Sade.

Prácticamente 25 años después de su último disco como pareja musical y con la barrera de los 60 ya propasada, ni en mis mejores sueños hubiera esperado un retorno de Tracey Thorn y Ben Watt con estos niveles de disfrute, sorpresa y calidad. No porqué no supiera que son capaces de ello, el Walking Wounded es un disco que llevo marcado a fuego en mi ADN y los EBTG son de esas bandas con las que crecí y maduré musicalmente teniéndolos en un pedestal para toda la eternidad, pero no esperaba que este Fuse estuviera tan a la altura de su legado haciéndose un sitio entre sus mejores discos. Sean cuales sean tus discos favoritos del dúo de Yorkshire, sus etapas han ido desde el pop de cámara, pasando por el folk, el jazz sintetizado y llegando hasta el electro pop y el drum n’ bass de los noventa, Fuse sabe concentrar todas sus partes sin sonar fechado, ni repetitivo, y tomando mucho del desarrollo que ellos mismos iniciaron dentro de la electrónica de baile, respeto ante todo. Obviamente la voz de Tracey tiene esos rasgos de la edad característicos y evidentes que aportan el paso del tiempo, pero su capacidad para emocionarte y hacerte llorar, algo que consigue aunque te esté dando el parte meteorológico, sigue absolutamente intacta. Con Ben pasa algo parecido, reciclado y retomando su trabajo con el grupo desde una perspectiva vanguardista y actualizada, algo sumamente valioso para apreciar un disco de estas características, sus habilidades para el club siguen haciéndote bailar sin complejos desde la melodía más sinuosa hasta el ritmo más infeccioso. Sé que va a ser imposible, dudo que se pongan a hacer gira, pero lo único que pido ahora mismo es poder ver esto en directo y volver a engrandecer mi alma en pena. Gracias a los dos, estas cosas son las que cobran un sentido especial dentro de mi vida. Kiss me while the world decays, kiss me while the music plays.

Escrito, producido e interpretado por Romy, la que fuera guitarrista y cantante de The xx, Mid Air es mi disco de baile favorito del año. Con algún que otro colaborador rondándola, Fred Again es uno de ellos, el gusto por el electro-pop y su habilidad para surfear los ritmos house más cálidos y delicados, hacen del debut en solitario de la inglesa otro de los discos más disfrutables y positivos de este 2022. A Romy no le hace falta innovar, sorprender o experimentar, anclada en sonidos familiares, cercanos y fáciles, su secreto está en esa voz aterciopelada y seductora que resuena de manera primordial en la mezcla y su pasión por combinar las emociones que ofrece el pop electrónico y la pista de baile con unos resultados absolutamente deliciosos. Mucho hemos tenido que esperar para que se pronunciara, demasiado tiempo sin escuchar su voz, pero tengo que admitir que el enganche y la adicción extrema que me ha provocado este Mid Air me ha sorprendido muy gratamente. Romy, por supuesto deudora de la escuela Tracey Horn, toma prestadas las entradas y salidas del estilo noventero y dosmilero para construir un disco plagado de rompepistas con los que sudar hasta el amanecer. El típico disco que te puedes poner en bucle horas y horas (y a cualquier hora) y jamás se te hará pesado o repetitivo. A veces lo único que quieres es bailar y disfrutar, este año la opción es Mid Air.

El segundo largo del londinense Jacob Allen, conocido artísticamente como Puma Blue, es la consagración indiscutible de un artista al que la elegancia, la sensibilidad y el romanticismo le sientan como un guante de terciopelo. Holy Waters es un disco que te deja suspendido en el tiempo, una obra sobre la que flotar y con la que morir extasiado de melancolía. Su soul de carácter anestésico y etéreo, a la par que sensual y adictivo, está compuesto por retazos de R&B vanguardista, trip-hop de la vieja escuela, y una electrónica delicada y sugerente que nos hipnotiza y nos conmueve sin que podamos (ni queramos) hacer nada para evitarlo. Referentes claros como SadeMassive AttackPortisheadJames Blake o, los también en esta lista, Jay Jay Johansson y Everything But The Girl, aparecen y desaparecen en sus canciones como fogonazos cegadores, pero no por ello estamos ante un artista falto de personalidad o autoría. Produciendo, interpretando y componiendo sus propias perlas sonoras, Jacob Allen es una de esas figuras que sabe manejar a la perfección el equilibrio entre el misterio de lo siniestro y la belleza de las emociones inundando de ambas sus canciones a través de una habilidad impresionante para penetrar en tu alma y canalizar sus emociones en una comunión con el oyente absolutamente preciosa y arrebatadora. No es un disco fácil, ni tampoco es para todo el mundo, hay que encontrar su momento y aceptarlo, pero una vez dentro de las oscuras aguas de este Holy Waters, jamás querrás salir de ellas.

Cuando en 2014 Shaun López (Far) y Chino Moreno (Deftones) nos entregaron aquel oscuro e impresionante debut autotitulado, de ninguna manera nos pilló por sorpresa. La deriva electrónica de Deftones en sus últimos discos y la pasión de Chino por las vocales fantasmagóricas y etéreas era algo que ya habíamos comprobado, por eso darle vida a un proyecto como Crosses era algo que funcionaba como una evolución natural de las inquietudes musicales de Chino y Shaun. Pero por mucho que nos gustara aquel debut, han tenido que pasar casi 10 años para poder tener otro largo firmado por este dúo maravillas. Ya avisaron el pasado 2022 con un EP que nos dejó a todos boquiabiertos y con ganas de más, pero nada hacía presagiar la obra magna que nos iban a entregar Crosses en este 2023Goodnight, God Bless, I Love U, Delete es un disco que tiene canciones más accesibles, sin dejar de lados los claroscuros, una producción más personal, en la que los teclados y los samplers brillan sobremanera, y una cohesión absolutamente irrefutable, algo de lo que carecía su debut. En sus 15 cortes y 50 minutos de duración nos encontramos con todas las facetas posibles de la banda, desde momentos más bailables, hasta otros sumamente melancólicos y emocionales. En el tema Big Youth tenemos la sorpresiva colaboración del rapero y productor El-P (Run The Jewels) y otra, bastante menos sorpresiva, en Girls Float Boys Cry con Robert Smith de The Cure tomando protagonismo. Disco del que enamorarse, con el que desear, con el que soñar, con el que borrarse y volver a programarse.