Libros distópicos para leer durante el #confinamiento

Que esta situación que estamos viviendo no es normal creo que todos lo tenemos claro. Y aún así, algunos autores ya fueron capaces de imaginar escenarios parecidos, o incluso peores. Aquí os recomendamos tres títulos para leer en el #confinamiento.

por Rosa Panadero

Silencio. La realidad, a veces, es como un vídeo sin sonido, mirando desde el balcón las calles sin ruido, las personas que caminan como marionetas sin hilos hacia el supermercado, disimulando con bolsas vacías al hombro y carritos de la compra sin llenar. Todo esto existe. Distópico y existe. Era más fácil ver Doce Monos que convertirse en sus protagonistas. Curioso que Alexander Adler resumiera en 2005 en su informe de la CIA, publicado en Francia por Robert Laffon, que en el 2020 tendríamos una pandemia global, cuyo repunte más homicida será en una década. Apúntalo ya en tu agenda, en el 2030 habrá otra crisis sanitaria.

Todo esto existe, de Íñigo Redondo

En esta realidad extraña, aventurarse a leer Todo esto existe, de Íñigo Redondo (Penguin Random House), parece, tragando saliva, una tarea fácil. Sencilla sí, porque basta recorrer las páginas con la mirada, con leer sin pensar que algo así podría sucedernos a nosotros. Al menos no estamos en un pueblo ucraniano bajo el yugo soviético. No estamos encerrados en casa de un extraño de forma voluntaria, a la espera de cumplir la mayoría de edad que nos exima de la custodia parental.

Mientras la relación hombre adulta y joven adolescente evoluciona con menos altibajos que la normal entre un padre y una hija en esas edades, el mundo se abre. El pueblo de Armero, la subida de Gorbachov al poder, la muerte de este o aquel actor. En la ternura de ese adulto que intenta guiar la transformación de la joven subyace la agonía por el matrimonio fallido, en la inexperiencia juvenil se oculta un miedo irracional a la casa parental y una culpabilidad por la distancia con hermana, madre y abuela. Hace dos meses, nadie se habría identificado con ellos. Hoy, cualquiera de nosotros, en este mundo distópico, podría hacerlo.

Olor a muerte en Pioz, de Beatriz Osa

 “Yo soy una mala persona. La gente cree que tengo carita de bobo, pero soy una mala persona”. Eso lo dijo ni más ni menos, que Patrick Nogueira, el sobrino-asesino de una familia bien brasileña, afincada en Guadalajara, cuyo caso nos cortó la digestión en 2016.

Olor a muerte en Pioz, de Beatriz Osa (Al Revés Editorial), desgrana los pasos de uno de los presos más peligrosos de la cárcel de Estremera. Ese Centro Penitenciario VII, conocido como cárcel cinco estrellas, es hoy un foco de infección por coronavirus: una reclusa muerta, una docena de presidiarios y varios funcionarios contagiados. El que salvará a todas luces es el mismo Patrick, en aislamiento desde entonces, y que no busca relacionarse con nadie, salvo con algún que otro yihadista, nos cuenta Osa.

Excelente la investigación de la Guardia Civil. Otra cosa es narrarlo, punto por punto, como hace aquí Osa. Tarea difícil y resultado encomiable.

El seguimiento del caso, el descubrimiento de los cuerpos desmembrados y putrefactos, no es nada comparado con la retransmisión en directo que le hizo a su amigo Marvin, pendiente de juicio por violación en Brasil. Los niños bien se aburren igual que los desarraigados sociales.

Todos buscan el límite. Vomitivo el momento de cómo separar la columna vertebral. Que algo sea técnicamente posible, no implica que sea éticamente aceptable. Tanto delito hay en el crimen como en la retransmisión, en la colaboración pasiva de ver sin denunciar.

Queda más claro ahora, cuando nos hemos visto restringidos en las cadenas de los Whatsapp. Y que sepas que Marvin está en prisión en Brasil por recibir los vídeos de Patrick, en un país donde los refriadiños y las gripeciñas del Covid-19 pasan factura en las cárceles. Ojo con lo que recibes. Ojo con lo que reenvías.

Final feliz: no, salvo que están en prisión.

Bajo las llamas, de Hervé Le Corre

Lo único que faltaba en este mundo irreal, con colas en el supermercado guardando un metro de distancia, sería la guerra, un cambio de régimen, un ajuste de cuentas aprovechando la retirada de un poder y la imposición de otro. No hay buenos ni malos, todos son peores.

En Bajo las llamas, de Hervé Le Corre (Penguin Random House), los más taimados aprovechan esa falta de control para cometer las fechorías que no pudieron antes ni podrán en el futuro, aprovechar para cambiar de bando y ejecutar al vecino.

En medio del fragor, un París onírico, el de la Comuna francesa, la Cécilia, se rinde a las tropas de MacMahon en Versalles. La protagonista -casi de película- que ha sido secuestrada es, ni más ni menos, que una enfermera voluntaria.

En medio de nuestro confinamiento, si hay algo sagrado ante el vacío de poder y las contradicciones gubernamentales, es la sanidad pública. ¿Se atrevería alguien a secuestrar en la calle y cometer atrocidades con un ATS en el Madrid de IFEMA como hospital, del Palacio de Hielo convertido en morgue, de los crematorios a todo trapo?

Una obsesión sexual que cuenta con rudos ayudantes ignorará todo y a todos para llegar tan lejos como sea posible. El que a hierro mata, a hierro muere. La traición acaba por pagarse con la vida.

Final feliz: sí.