Ser libre nunca había sido tan complicado. El viento conoce mi nombre (Penguin Random House) supone un punto de inflexión entre lo lejano y lo humano. Una mezcla de sentimientos donde la crueldad y el amor están conectados.
El problema de emigración proyectado en esta novela, es un claro ejemplo de la crueldad y la desesperación que muchas familias vivieron. Hablamos de una crueldad que no parece humana, proyectada en la separación de padres e hijos, el mal trato hacia los demás y en como la raza, la riqueza, los pensamientos y el propio conocimiento pueden determinar tu destino en una situación tan compleja de entender cuando se piensa con el corazón.
Samuel, cuya infancia había sido castigada por el régimen nazi, se ve obligado a abandonar a su familia cuando aún era un niño. Con seis años sube a un tren, con destino a Inglaterra acompañado únicamente de su violín sin saber cuándo volverá a reunirse con sus seres queridos.
Tras los ojos de Anita, una niña de tan solo ocho años que tuvo que huir de su propio país, El Salvador, se percibe la esperanza que proyecta a una edad tan temprana, así a través de su imaginación y elocuencia es capaz de mantener el recuerdo de su madre y la certeza de volver a estar entre sus brazos.
Tanto la lucha de Anita como la de Samuel, transcurridas en un espacio temporal distinto, reflejan la desesperación e impotencia que se vive en las fronteras, además la historia que hay tras ellas, proyecta lo complicado que es seguir el camino que lleva a lo que las autoridades llaman “libertad”.
Después de esta lectura, comprenderás que lo que más humanos nos hace es la comprensión y la empatía por los demás. La diferencia de años, reflejada en las distintas historias contadas, incita a la reflexión de cómo es el mundo y por qué hay gente que guarda tanto odio dentro. Una novela que rompe con el silencio fronterizo y da voz a las historias tan crueles que se han vivido y que cada uno de los supervivientes guardará para siempre en su interior.