Celebrado dentro del marco del Festival Empremtes, que extenderá su programación en la Ciudad Condal hasta el 26 de abril con conciertos cada fin de semana, el segundo directo de La Bien Querida en la sala Apolo presentando su séptimo trabajo de estudio titulado Paprika, ahora hace un año que la vimos en la misma sala dando comienzo a la gira del disco, ha sido otra de esas noches inolvidables en la que el tiempo y el espacio se congelan en favor de una generación que ya ha pasado de los cuarenta y se siente sumamente cómoda entre sus letras sobre el amor tóxico y el romanticismo literario.
La banda, compuesta por tres chicas y tres chicos exponiendo así el equilibrio heterosexual que reina también entre su público, convirtió el espectáculo en una foto del pasado a la que poder acudir sin miedo y sin complejos si lo aprendido hasta ahora no se interpone entre nosotros.
Algo que solamente es capaz de hacer esa generación que todavía sigue sintiendo así y que aún con lo aprendido, no entiende esos sentimientos de una manera errónea, al menos cuando es Ana quien nos los canta.
Su manera de entender el amor, el arte y la expresión musical parece estar fuera de tiempo, enfrentada de cara con la realidad y con una capacidad para evocar sentimientos y obsesiones que a día de hoy podrían considerarse tóxicas, dependientes e incluso enfermizas.
No seré yo quien se lo reproche, ésto no lo es en ningún momento, pero es evidente que, ya sea por la franja de edad que ocupa su público o por lo desfasado de sus letras, su propuesta no ha modificado sus maneras, su fondo o su mensaje con la actualización moderna de conceptos como la dependencia emocional o el amor romántico.
Una actitud que la honra y la coloca en una posición tan necesaria para algunos como anticuada para otros. Sobre todo en un momento en el que canciones como Zorra de Nebulossa, que nos representará en Eurovisión este año, o películas como Creatura de Elena Martín Gimeno, injustamente maltratada por los Goyas de esta edición, están en la conversación de manera recurrente.
El concierto
Saliendo a escena con un vestido largo rojo pasión inspirado en el color del pimentón picante que deriva del título de su último disco y accediendo de manera continuada a sus más recientes e imponentes obras maestras de estudio, siendo Paprika la más acudida, Ana tuvo el placer de regalarnos un glorioso bis en el que sonaron 9.6 y De Momento Abril, de su debut Romancero, para contentar a los fans de toda la vida.
Un regalo precioso que su público agradeció cantando a pleno pulmón sus letras. Dejando de lado su faceta más electrónica, el teclado hacía las veces de elemento extra en la configuración de banda clásica (bajo, batería y dos guitarras), el traslado de esos temas electrónicos al formato tradicional, resultaron tan disfrutables como sus originales envolviéndolas en una atmósfera más orgánica y familiar.
Todo eso sin renunciar a los momentos más bailables sacados de discos tan efectivos como Ceremonia o Premeditación, Nocturnidad y Alevosía.
La Bien Querida no es una artista que mira al presente con ambición fijándose en las corrientes imperantes, tanto de pensamiento como estilísticas, para amoldarse a ellas y conseguir una base de fans más amplia y acorde con la actualidad, pero creo que eso a ella le importa poco mientras pueda disfrutar de noches tan memorables como la de ayer en la que una sala llena de fieles devotos se sigue deshaciendo en elogios con su particular visión del romanticismo doloroso y el amor naïve.