Ferrari, la última película de Michael Mann, llegó a la gran pantalla dos meses después del estreno en el Bel Paese donde fue acogida relativamente bien.
Digo relativamente, porque aunque sea una buen película, tiene sus defectos, pero antes de entrar en detalles sobre esto quiero destacar el increíble trabajo de Adam Driver, Penélope Cruz y Shaylen Woodley que nos regala uno de sus mejores papeles.
Este biopic, mezcla de película de acción, se centra en uno de los años más duros para Ferrari, y no hablo de la empresa, que también, si no del propio Enzo Ferrari. Hablamos del 1957.
Si no conoces la historia, te va a sorprender y si la conoces apreciarás los detalles y el cuidado que le ha dedicado el director, aunque haya algunos peros. Dos de ellos muy grandes.
En primer lugar, destaca el hecho de que es una película sobre una historia italiana, de un italiano y contada en Italia. Todo muy italiano sí, menos el reparto.
Una elección que de por si no criticaría, si no fuese que se le añade a los personajes, que evidentemente hablan inglés, un marcado acento italiano, de vez en cuando mezclado con alguna palabra como “Signora” o “Signore” o discursos en lengua original entre algunos personajes que hablan de fondo.
El acento tan marcado es un estereotipo que se suma a un sin sentido y que además le añade algo de cómico a una trama que realmente es trágica.
El reparto está bien, de hecho muy bien, elegido y lo hace genial, pero no hacía falta ponerle acento a los personajes.
El otro pero de la película está en los efectos especiales. En un par de ocasiones me he sorprendido por lo mucho que cantaban algunas escenas. Era muy evidente que no eran reales. Quizás, y espero que sea así, pase solo en pantalla grande.
En definitiva es una película entretenida, y que cumple con el objetivo de contar el fatídico año de Enzo Ferrari, aunque lo haga con dos grandes pero.