‘El último duelo’, honor por la verdad

La cosa es que ya hacía tiempo, que una obra de Ridley Scott me gustaba. Desde Gladiator, que no sentía que este hombre tenía peso en la gran pantalla. Bueno pues, con esta nueva entrega, ese sentimiento ha vuelto.

Son muchos los puntos de esta entrega, que me han gustado y por tanto, merecen su mención.

Preparando el duelo

Este film ya parte de la premisa, de que esta basado en hechos reales. Eso quieras o no, es un punto que lo hace más interesante.

Esos hechos nos narran, el último duelo a muerte que quedó documentado. Este enfrentamiento nos lleva a Francia, 1386. En él, el caballero Jean de Carrouges y el escudero Jacques LeGris se baten en duelo, al acusar el primero al segundo de violar a su esposa, Marguerite De Carrouges.

Tras la arriesgada acusación de la esposa, el Rey Carlos VI decide que la solución al conflicto debe ser un duelo a muerte. El que salga vencedor de este desafío, será considerado ganador y por tanto, portador de la verdad. Sin embargo, si el vencedor fuera el escudero, la esposa que le ha acusado, será quemada públicamente como castigo por sus falsas injurias.

Teniendo en cuenta la ambientación medieval, la psicología social de entonces y la dirección de en teoría, uno de los grandes, lo que se nos presenta es un plato muy suculento.

Honor

Es una completa sorpresa, la forma en que nos narra lo ocurrido. De forma magistral, nos parte la película en tres actos, en los cuales cada parte nos muestra un punto de vista diferente, según el sujeto que nos los cuenta.

Esta peripecia narrativa es muy significativa, ya que a pesar de ser lo mismo, pequeñas acciones y detalles varían. En esos ínfimos momentos, que según los personajes, son de una manera u otra, es donde se decide el criterio del espectador.

Otra genialidad de la película, es la libertad con la que la historia hace que el espectador tome su propia decisión.

Con esto el director, nos indica detalles de lo que va ocurriendo para que el espectador, se posicione de una forma a favor u en contra de lo que va ocurriendo. De esta forma, no se sentencia desde un criterio de verdad, como en una narración normal. Los hechos ocurren, pero no por ellos están coordinados con la emoción de quienes lo presencian.

Verdad

A lo largo de toda la película, es imposible no salir de la época representada. El equipo técnico hace un ejercicio de ambientación digno de mención.

Con unos paisajes nevados, un vestuario fiel a la época y unas actitudes propias del medievo, la película recrea al mínimo detalle las realidades de una época, que a mi parecer, olía a estiércol y descomposición por todos los lados.

A estas magistrales ambientaciones, se le unen un elenco de magníficos actores y que, una vez más, hacen un trabajo excelente. Destacando por encima de todos, el papel de Marguerite De Carrouges, interpretada por Jodie Comer. La cual hace un ejercicio de contención brutal, dejando por dentro sentimientos tan fuertes como el amor o la mentira. Según a mi parecer, la vencedora del duelo, es ella.

Duelo

A pesar de la época a la que nos transporta, hay reflejos de la actual bastante impactantes. Por una parte está, el uso de la verdad.

A día de hoy, no existe una verdad, si no la interpretación de lo ocurrido para que se convierta en lo que queremos que sea.

Ese punto es el más fuerte dentro de toda la película, es el estandarte en el que se sostiene la narrativa y en el cual, se hace participe la moral de quien la esta viendo.

Otro punto en el que me voy a pillar los dedos, es el carácter “feminista”. La cosa es que en esa época, la mujer era un mero florero acompañante del hombre y así, nos lo hace ver la película.

Aunque a pesar de ello, Marguerite juega sus pocas cartas de una forma arriesgada para salir vencedora. Es un punto de vista complicado, pero hace valedora de su feminidad, en unos tiempos donde el medievo dominaba hasta la moral de las personas.

El vencedor es…

Sin duda, el espectador que ame el buen cine y quiere disfrutar de un trabajo medido al detalle y calculado hasta el último decimal. Una recomendación necesaria, para disfrutar de un plato denso y fuerte, pero para nada copioso.