El Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges arriesga con el cine de género hecho en casa

Recuperada la normalidad en todos sus ámbitos, aunque seguimos viendo gente con la mascarilla puesta en algunos momentos, el Festival de Sitges ha querido rendir homenaje este año al 40 aniversario de la película Tron.

Puede que a primera vista no sea una película tan referencial e influyente como otras, pero si nos hacemos con Macros Ocultas (Hermenaute, 2022), el libro que han coordinado Ángel Sala y Jordi Sánchez Navarro para esta edición del Festival, nos daremos cuenta que mucho de lo que la película de Steven Lisberger firmó en 1982 para la titánica Disney, ha quedado en el imaginario popular desarrollándose en múltiples dimensiones paralelas aún presentes a día de hoy tanto en el cine de género, como en los blockbusters.

Con la oferta de cine español más elevada de los últimos años y la irrupción nuevamente en temáticas tan actuales como la maternidad o la vejez, representadas ambas en varias de las películas más visibles del Festival, la diversificación del género y las nuevas miradas hacia el mismo se han visto representadas en el Festival en toda su magnitud y de manera inequívoca.

Puede que ese espacio ocupado por la nueva sangre, haya dado lugar a una renovada y actualizada versión del propio Festival en el que muchos de los fans de la vieja escuela no se ven representados, más sangre y menos drama sería su leitmotiv, pero no podemos ir en contra del progreso, el nuevo terror ha llegado para quedarse, pese a quien le pese.

Y sin más dilación vamos a ir desgranando por aquí las películas que he ido visionando estos días en el Festival, espero que lo disfrutéis tanto leyéndolo como yo viéndolas.

FLUX GOURMET (2022)

Peter Stickland / 111 min.

Intentar explicar la nueva fantasía imposible de Strickland (The Duke Of Burgundy, Berberian Sound Studio, In Fabric), se puede convertir en un dolor de barriga insoportable. Antes de verla hay que tener claro que su indigesto surrealismo no está hecho para todos los estómagos. Volviendo sobre su vis cómica desarrollada en la anterior In Fabric (éste nuevo universo creado por Stickland no podría estar expuesto de otra manera que no fuera así), Flux Gourmet nos habla de nuestros miedos internos (unos más concretos que otros), de la competitividad (en el trabajo, en la sociedad y en el amor), de las relaciones físicas y emocionales (tanto con las personas como con las cosas), de nuestro cuerpo como forma de expresión (y liberación), de las funciones gastrointestinales (y sus problemas derivados), y del arte abstracto (en concepto de performance).

Por un lado tenemos a un trío musical performativo que practica el catering sónico y las relaciones cruzadas, por otro tenemos a una excéntrica mecenas empeñada en explotar al máximo y a toda costa las capacidades artísticas de dicho grupo, y por último añadimos a un documentalista con problemas de estómago que está en el lugar preciso y en el momento equivocado para convertirse en el protagonista accidental de la función. Una maravilla única e incomparable.

Sé que con la descripción que he dado nadie puede imaginar lo que se va a encontrar, pero ahí reside la magia y el secreto de Flux Gourmet, en encontrarse metido en un universo que no comprendemos del todo, que nos cuestiona y nos interpela de maneras impensables y nos pone en situaciones que jamás hubiésemos pensado que disfrutaríamos.

En la línea tan abstracta de cineastas como Lynch, Jodorowski o Noé, Strickland se vuelve a confirmar como uno de los cineastas actuales con mayor personalidad, valor estético, capacidad creativa y desprovisto de complejos.

MANTÍCORA (2022)

Carlos Vermut / 115 min.

Mantícora era una de mis más esperadas. Con el cine de Carlos Vermut tengo una relación especial. Me llega de maneras que ningún otro lo consigue. Ya sea por su intensidad emocional, por su abrumadora honestidad, por su calidad como narrador, por su arrolladora personalidad, por su capacidad para embrujar y encandilar con las imágenes o por su empeño de desentrañar la psique humana y sus más oscuros recovecos de las maneras más irracionales posibles, Vermut es un genio indiscutible.

Presentando la película en el Festival con todo el equipo en el Auditori del Melià, Vermut nos hizo la broma sobre el algoritmo de Netflix comentando que si en algún momento esta película nos aparecía como una de las recomendaciones del mismo, significaba que no estábamos muy bien del todo y que necesitábamos hablar con alguien. Quizás las expectativas creadas por Vermut en la presentación poniendo por las nubes lo mal que lo íbamos a pasar con ella, dejaron a algunos con ganas de alguna escena más violenta o explícita, pero es que aquí la cosa no va de eso. Nada es explícito, todo es sugerido, presentado con un ritmo pausado, casi terrorífico, en el que la tensión se va construyendo de manera magistral con detalles puntuales. Mínimos retazos de personalidad de los personajes se van descubriendo a lo largo de una narrativa desoladora, dolorosa y moralmente destructiva.

Conocer, entender y controlar la parte más oscura e irracional de su personalidad es algo con lo que tiene que lidiar Julián, un diseñador de criaturas monstruosas para videojuegos que cree encontrar su equilibrio a través de la relación que entabla con Diana, una estudiante de historia del arte que ocupa sus días cuidando de un padre agonizante inmovilizado en la cama de su habitación.

Leerla al dedillo es prácticamente imposible. Qué quiere decirnos Vermut con una película de este calibre no es fácil de descifrar, pero las preguntas que nos hace, aunque sean sumamente difíciles de responder (y aún más de preguntar), son preguntas que jamás se hubiera hecho la mayoría. Por desgracia, estoy seguro que hay gente que, ni aún viendo la película, ha querido hacérselas tachando el ejercicio de Vermut como obsceno en todos los sentidos.

Obviamente no es fácil ponerse en la posición de ninguno de los protagonistas, transmitir empatía por ellos o sentirse identificado con ninguno de los rasgos de personalidad más extremos de sus personajes. Pero ahí es donde gravita el arte de Vermut, en la dolorosa incomodidad, en la cuestionable moralidad, en la oscuridad que habita en el interior del ser humano. Conceptos que, de la misma manera que te cuestionas como espectador, se los plantean los propios personajes de manera consciente y decisiva durante el metraje.

VENUS (2022)

Jaume Blagueró / 100 min.

Presentando la película en el Auditori del Melià con la protagonista Ester Expósito y los productores Alex De La Iglesia y Carolina Bang, Balagueró volvió a agradecer a la organización la oportunidad de exponer su nuevo trabajo ante tan entregado público dentro del marco del mejor Festival fantástico del universo conocido.

Criticar el trabajo de Balagueró se me hace complicado teniendo en cuenta el peso específico de su persona dentro del desarrollo que ha tenido el fantástico español desde la eclosión de la saga REC, pero una vez más y poniendo como referencia sus primeros trabajos (Los Sin Nombre, Darkness, Frágiles, REC, Mientras Duermes), nos encontramos con un producto bastante inferior sin desmerecerlo. Tomando algo de su anterior Musa (bajo mi punto de vista superior a Venus), el nuevo artefacto terrorífico de Balagueró es el tren de la bruja perfecto para una sesión en Sitges, y al fin y al cabo eso es lo que muchos queremos y esperamos tanto del cineasta catalán, como del Festival.

Poniendo en valor películas como La Semilla del Diablo, Lords Of Salem, The Sentinel o incluso Suspiria, Venus nos lleva a las afueras de Madrid donde se encuentra el siniestro y ruinoso edificio Venus. Un edificio en el que vive la hermana de la protagonista con su hija y en el que algo siniestro y oculto habita en él.

Venus mezcla conceptos como el terror brujil, la ciencia ficción, el thriller urbano y la violencia explícita, formando un mejunje plagado de sangre y terror en el que no hay demasiados repeticiones, se masca la tensión de principio a fin y nos acaba llevando a un clímax final de los más terrorífico y ambiguo. Con esa malsana atmósfera marca de la casa, un ritmo endiablado en las escenas más activas, esa suciedad a la hora de filmar y la localización del edificio en cuestión, Venus se convierte en una experiencia notable para disfrutar dentro del marco del Festival. La pregunta sería si funcionará igual en salas.

IRATI (2022)

Paul Urkijo / 114 min.

Irati era otra de mis apuesta más fuertes y seguras. Después de un debut con tanto potencial y tan prometedor como Errementari (2016), presentada también en el Festival de Sitges hace unos años, mis expectativas estaban por la nubes. Contar con un presupuesto mucho más amplio y de nuevo basando su narrativa en el folklore vasco (firmada en euskera también como su debut), Irati lo tenía todo para convertirse en una de mis favoritas del año.

Dotada de un arranque tan espectacular como emotivo (incluso me brotó alguna lágrima), su fuerza y su misterio se van desvaneciendo a medida que el metraje avanza y se va metiendo en un sinfín de repeticiones, lugares comunes, y representaciones demasiado estériles del bien y del mal. No voy a negar que la historia de amor es potente (aunque mil veces vista), que la fotografía y localizaciones son abrumadoras gracias a la belleza que emana de esos titánicos bosques, la música cumple su función con creces y que los efectos prácticos y digitales están resueltos con una clase y un buen gusto estético innegable.

Pero lo que le ocurre a Irati, más allá de ser un alarde mastodóntico de dirección y técnica impresionante, es que su historia no engancha, no crea expectativa y tampoco resulta emocionante y divertida. Teniendo en cuenta que estamos hablando de una película de tintes románticos en la que el motor se le presupone aventurero, a Irati le falta dinamismo, acción, tensión y misterio prácticamente en todo momento.

Puede que verla a las 09.00 de la mañana haya jugado en su contra, de la misma manera que lo han podido hacer mis expectativas puestas sobre ella, pero es indudable que toda esa maravilla visual y la exposición del folklore vasco como algo rico y atractivo, no justifican una película que resulta aburrida por momentos y falta de esa frescura y locura que respiraban su debut y sus cortos.

TROPIQUE (2022)

Édouard Salier / 110 min.

Tropique es el debut largo del francés Édouard Salier, quien vino a presentar la película junto a parte del equipo en el Auditori del Melià. Tropique nos relata la historia de dos hermanos gemelos que se están preparando para ser seleccionados en la misión estelar Infinity. Pruebas físicas y psicológicas muy duras en las que la resistencia y el control del cuerpo se pondrán al límite, siendo la más importante y recurrente en la película la capacidad pulmonar debajo del agua.

La relación entre los dos hermanos y sus propias capacidades para ocupar un puesto en la misión se convertirán en el motor de la primera parte de la película que además nos presenta a una madre volcada con sus hijos y en su trabajo con la única motivación de proveerles económicamente para cumplir el sueño de ambos. Pero todo da un giro de 180º cuando una especie de meteorito espacial cae en el lago donde están entrenando los dos hermanos y a uno de ellos le deja deformada la mitad del cuerpo convirtiéndolo en un humano más bien monstruoso.

Sin tener mayor ingrediente fantástico dentro de la historia que la caída del meteorito y la posterior deformación de uno de los hermanos para justificar su paso por el Festival, creo que no es valor suficiente para meterla en la sección Oficial Fantàstic. No es una mala película para nada, pero no es una película para Sitges. Funciona explorando las relaciones entre hermanos y las materno filiales, pero su extrema capacidad para el drama y esa elusividad para explicarnos su ingrediente fantástico, hacen que pase sin pena ni gloria por un público que le exige al Festival y a las películas de la sección Oficial, un ejercicio dentro del género mucho más importante, con mayor peso específico y  no de manera tangencial como ocurre en Tropique.

ENYS MEN (2022)

Mark Jenkin / 91 min.

Mark Jenkin nos propone un viaje a un lugar desolador, inhóspito, marcado por el pasado y su desgracia, y en el que llegará un momento en el que nos costará horrores distinguir entre realidad y ficción. Una mujer de avanzada edad se ofrece voluntaria para habitar la casa del acantilado, en la que transcurre toda la historia, y realizar comprobaciones rutinarias y diarias de las mareas y la escasa flora del lugar. Trabajo que irá apuntando en una libreta cada mañana después de realizar dichas comprobaciones.

La isla tiene una leyenda negra sobre un barco de rescate que se hundió en la costa de ese lugar, accidente en el que perecieron todos sus ocupantes. Con ese poso de misterio, la cinta de Jenkin no acaba de convencer por varias razones. Sí que es cierto que la podríamos encasillar en ese apartado folk horror tan en boga últimamente, pero su inclinación a realizar una película de arte y ensayo, además de estar rodada en 16mm, la hunden en el mayor de los olvidos.

Prácticamente sin diálogos, plagada de escenas inconexas y poco explicativas y protagonizada por una actriz que tampoco aporta demasiado a la fuerza de la película, he de admitir que ha sido la experiencia más inocua, aburrida e insulsa que he tenido la mala suerte de ver este año en el Festival, y puede que de fuera también.

INCROYABLE MAIS VRAI (2022)

Quentin Dupieux / 74 min.

Quentin Dupieux presentó sus dos últimas películas en el Festival. Fumer Fait Tousser y Incroyable Mais Vrai. Sobre la primera nada puedo decir ya que se me escapó a la hora de cuadrar horarios, pero con Incroyable Mais Vrai tuve más suerte y la pude enganchar en el Auditori del Melià en prime time.

Dupieux es uno de los cineastas más peculiares, originales, personales y divertidos de la actualidad europea. Películas como Rubber, Mandibules, Wrong Cops o Le Daim lo han consagrado como una de las figuras más activas y creativas del país galo sumando adeptos a su desfasada locura con cada nueva película que nos regala.

Dentro de ese ridículo y absurdo universo en el que nos introduce Dupieux, el que crea para narrar Incroyable Mais Vrai es de los más normales y estructurados. Con un claro mensaje que nos hace reflexionar sobre el paso del tiempo, cómo afecta en nuestros cuerpos, en  nuestra capacidad mental y en nuestra nostalgia, Incroyable Mais Vrai no es ni floja, ni fallida, ni falta de gracia, algo de lo que se la ha tachado en varias conversaciones que he tenido sobre ella con algunos de los asistentes.

Una pareja de edad adulta decide comprar una casa en las afueras que tiene la peculiaridad de tener un túnel en el sótano. Dicho túnel tiene la capacidad de avanzar doce horas en el tiempo, si entras a las 20.00 de la tarde apareces en el otro lado del túnel (que te lleva precisamente hasta el comedor de la casa) a las 08.00 de la mañana. Pero la magia no acaba ahí. Perder esas doce horas de tiempo en el día corriente, se te recompensan ganándole tres días biológicos a tu propio cuerpo.

Si con ese planteamiento no tenéis una curiosidad enorme por verla es que no sois muy amantes del género. El drama costumbrista y la comedia ridícula se dan la mano con la ciencia ficción más hard en una película que vuelve a colocarse, dentro de la filmografía del propio director, como otro ejercicio destacable e ineludible.

CERDITA (2022)

Carlota Pereda / 99 min.

Con todos los aciertos y logros que tiene Cerdita, ganar el Fantastic Fest de Austin (Texas), ser un slasher rural con una motivación y entorno claramente patrio (Cáceres), estar reconocido como el primer slasher nacional rodado por una mujer (ahí es nada), contar con actrices de talla (Carmen Machi, Pilar Castro), y ser el debut largo de dos pesos pesados del cine de género actual mostrando un potencial descomunal (Carlota Pereda a la dirección y Laura Galán como protagonista absoluta), personalmente me ha gustado, pero con ciertas reservas.

La película se divide claramente en tres actos. El primero es prácticamente lo que ya vimos en su corto previo del mismo nombre. Carlota nos vuelve a poner en la misma situación, primero de tensión extrema y luego de desconcierto inesperado, para entrar en un segundo acto que viene a explicarnos lo que está ocurriendo en el pueblo y las situaciones de cada uno de los personajes de manera tan atractiva como entretenida.

Hasta aquí todo va cuesta arriba como un cohete propulsado por una dirección magistral, unos actores que se comen la pantalla y una historia que te deja enganchado desde la primera toma haciendo que tus ansias por ver la resolución se conviertan en unas expectativas que, finalmente, son traicionadas a propósito para poner al espectador en otra tesitura completamente diferente a la esperada.

En el giro es donde está gran parte de su encanto o de su desencanto. No es problema, o no debería serlo, y tampoco es algo que estropee la película de ninguna manera, realmente es una vuelta de tuerca al subgénero de bullying and revenge incluso necesaria y que funciona a la mil maravillas en el marco actual de educación sobre el tema. Por eso mismo pienso que la película ni se desmonta, ni falla en ese aspecto, pero tengo que admitir que, personalmente, quería otra cosa y eso me ha hecho no abrazarla tan fuerte como quería.

El pase en el Retiro a la 01.00 de la madrugada fue una fiesta innegable y la confirmación de que la película de Carlota es un triunfo absoluto en todos los aspectos. Por ello no nos queda más que celebrarla con todos los honores. Ahora le queda su andadura en salas que espero sea tan fructífera y delirante como lo ha sido en los festivales especializados. Cerdita se merece de sobra todos los elogios recibidos.

PROJECT WOLF HUNTING (2022)

Hongsun Kim / 122 min.

Project Wolf Hunting venía precedida por un hype importante. A los pocos días de poner las entradas a la venta ya era misión imposible conseguir una para cualquiera de los dos pases que se hacían este año en el Festival. La gente que ya había podido verla solo hablaba maravillas de ella y los propios artífices de la misma pusieron las expectativas por las nubes cuando al presentarla en el Auditori comentaron que habían gastado la friolera de dos toneladas y media de sangre falsa para rodarla. Con todos esos elogios la cosa no podía salir mal de ninguna de las maneras.

La premisa es fácil y clara. El gobierno quiere trasladar a unos presos de máxima seguridad en una travesía por barco que dura varios días. El problema es que además de los presos, que son suficientemente peligrosos y faltos de cualquier moral, en la bodega del barco hay un experimento humano que está controlado para su traslado, lo llevan sedado para que no se despierte, y del que casi nadie tiene constancia. Obviamente todo estallará en una orgía de sangre y casquería a niveles extremos cuando los presos consigan hacerse con el control del barco, o al menos eso es lo que ellos creen.

Con referencias claras que nos remontan a películas como Con-Air, La Jungla de Cristal, ReAnimator o incluso las más actuales Overlord y Train To Busan (casualmente el lugar a donde se dirige el barco), su mayor baza es la de estar dotada de una violencia tan gratuita y explícita y tan consciente y de regalo que incluso en ocasiones se llega a atragantar.

Si el año pasado tuvimos la muy comentada The Sadness como el plato fuerte de casquería del Festival y hace unos años Tjahjanto nos regaló aquella insuperable The Night Comes To Us como cúlmen absoluto de la violencia desmedida en pantalla, este año le tocaba el turno para cubrir el puesto a Project Wolf Hunting y, bajo mi punto de vista, no lo ha conseguido.

No se le puede negar la intención provocativa y desmesurada que gasta con la violencia en pantalla prácticamente desde su inicio, pero la falta de un argumento algo más atractivo y la repetición sobre repetición de escenas gore, hacen que te vuelvas prácticamente inmune a ellas a partir de la media hora de película. Me encanta el diseño del monstruo, que recuerda enormemente al monstruo de Frankenstein, y creo que rodarla en un espacio tan cerrado le ayuda sobremanera a conseguir esas escenas tan bien coreografiadas, pero se llega a hacer monótona y repetitiva de mala manera.

LA PIEDAD (2022)

Eduardo Casanova / 80 min.

Mucho hemos tardado en poder ver el segundo largo de Eduardo Casanova, l’enfant terrible del cine español actual según lo presentó Melina Matthews en el Melià. La entrada en el Auditori fue triunfal, ovación al entrar y ovación al subir con el equipo al escenario a presentarla. Habiendo pasado ya por varios festivales importantes cosechando críticas de todos los calados, la verdadera prueba de fuego para Eduardo se materializaba en Sitges (un festival exigente y dedicado al género como ningún otro) y por ello llegó con sus mejores galas y un discurso para el recuerdo.

Durante la presentación Eduardo nos habló de varias cosas. Primero de todo pidió disculpas por ir medicado, la ansiedad y los nervios a flor de piel le obligan a equilibrar químicamente para no sufrir demasiado, algo que está muy a la orden del día por exagerado que nos pueda parecer. Lo segundo fue la complicación y el esfuerzo sobrehumano que le supuso parir una película tan compleja y personal como La Piedad, que trata de manera frontal y sin tapujos la maternidad tóxica resaltando soberanamente la importancia de la salud mental.  Y por último nos rogó que le mintiéramos a la cara si la película no nos había gustado, su tolerancia a la mentira es altamente superior a su tolerancia a la verdad.

Eduardo tenía complicado volver a remover estómagos de la misma manera que lo hizo con Pieles, pero hay que decir que lo ha vuelto a hacer, con mejor pulso, una estructura más normalizada y una temática mucho más dura y polémica. Con una personalidad arrolladora plasmada a fuego en su estilo, sus formas y su estética, La Piedad es de una brutalidad monstruosa. Transformar un drama familiar en una película de terror tan potente y sincera no es fácil, pero gracias a la capacidad que tiene Eduardo para exponer los desequilibrios humanos desde un prisma cómico (aunque la comedia sea muy muy negra), resulta en un ejercicio altamente creativo y atractivo. Rodada con una intención artística palpable en el vestuario, la música y el diseño de producción, La Piedad es una película única, incomparable y tan personal que resulta intransferible o intercambiable.

Libertad (una Ángela Molina estelar) es una madre posesiva, servicial, devota y mentalmente desequilibrada que vuelca en su hijo Mateo (un impresionante Manel Llunell) todas sus ansiedades, miedos e inseguridades para convertirlo, transformarlo y hacerlo partícipe de una relación tóxica a niveles enfermizos. La necesidad que llegan a tener el uno del otro se convierte en el motor de una película que, para bien o para mal, no deja a nadie indiferente.

Al finalizar el pase, el clásico aplauso en los títulos de crédito mientras las luces del Auditori siguen apagadas se alargó más de cinco minutos, ya con las luces encendidas, y un Eduardo Casanova disfrutando de manera exagerada y exuberante de un baño de reconocimiento y agradecimiento por una película como La Piedad en el Festival de Sitges.

PEARL (2022)

Ti West / 103 min.

Ti West es un asiduo en el Festival, película que saca, película que se pasa en Sitges, eso es así y siempre lo será. West es uno de los cineastas actuales de género más querido por el fandom y que mejor y más respeta el género en toda su magnitud. No vive de la nostalgia, vive de los referentes y de su buen gusto, y eso hay muchos que ni una cosa ni la otra. Incluso cuando se metió en el western acertó sobremanera.

West vino a recoger el premio Máquina del Tiempo que le otorgaba el Festival por su carrera y también a presentar la precuela de X. Pearl tuvo una motivación muy concreta. La idea era aprovechar las dos semanas que Mia Goth y Ti West debían hacer cuarentena en Nueva Zelanda antes de empezar a rodar X, cosas de la pandemia mundial, y escribir un posible guión para realizar una precuela sobre el personaje de Pearl que aparece en X.

Pearl se ambienta a principios del siglo XX y nos sitúa a su protagonista en la granja familiar. Su vida nos presenta una estampa complicada que incluye a una madre estricta, un padre catatónico en silla de ruedas al que cuidar constantemente, un marido que sigue en la guerra, una rutina de trabajo aburrida, y una socialización prácticamente nula. Pero Pearl se nutre de otras cosas. Su pasión por el cine, el baile y la representación hacen volar su imaginación pensando que, de alguna manera, su sueño de triunfar la sacará de esa monotonía rutinaria a la que está esclavizada. Pero de la misma manera que sus sueños la ayudan a seguir adelante, sus pulsiones sexuales y su psicopatía van en aumento acercándose cada vez más al decisivo brote psicótico que nos llevará hasta el deseado e inevitable baño de sangre.

Tanto en la construcción del personaje como en la dirección Mia Goth y Ti West están en su peak. Se nota mucho la complicidad, la ganas y el compromiso que se ha fraguado entre ellos para ofrecernos una precuela diferente, atractiva y dotada de un ritmo, sin prisa pero sin pausa, que ya se ha convertido en marca de la casa para Ti West. La evolución de Pearl es oro puro, sus caras, sus reacciones y sus decisiones se convierten en el motor que nos impulsa a lo largo del filme hasta desembocar en un clímax final de un nivel interpretativo descomunal. Ver a Pearl en primer plano desentramando del todo su personaje y exponiéndolo de manera pura y sin límites, hacen de ella una joya indiscutible.

A la espera del cierre de la trilogía anunciada, Pearl funciona a las mil maravillas con un estilo y unos códigos totalmente diferentes de los expuestos en X (la que sigue siendo mi favorita) para ofrecernos una precuela que se vuelca al cien por cien en definir y describir el personaje y mucho menos en su entorno o en la propia historia.

HALLOWEEN ENDS (2022)

David Gordon Green / 111 min.

Precedida por la polémica de sus dos pases anulados por la productora en el Festival (aludiendo que era demasiado pronto para hacerlos) y reducido solamente a uno programado un día antes de su estreno en salas, está claro que la productora no tenía mucha confianza en ella y no quería que se levantara la polvareda que se ha levantado con demasiada antelación a su estreno, Halloween Ends ha creado incluso más polémica después de su pase en Sitges, que con las salvajes críticas en Twitter hacia la productora y el Festival que ocasionó su cambio de programación.

Me considero un fan acérrimo del reboot de la saga que ha realizado David Gordon Green estos últimos años, al menos de sus dos primeras entregas. Dejando a un lado las particulares versiones de Rob Zombie, lo de Gordon Green fue un acierto absoluto retomando la saga como continuación directa de la original de Carpenter. Eso y recuperar a Jamie Lee Curtis en la primera y algunos de los que quedaron vivos en la original para la segunda entrega. Ambas muy pasadas de vueltas con la violencia, sobre todo la segunda, presentándonos a un Michael Myers absolutamente invencible, indestructible y sobrenatural. Quizás el más difícil de matar que nos habían propuesto jamás y con una fuerza tan descomunal que lo podríamos catalogar de sobrehumano.

Pues bien, en esta tercera entrega no seré yo el que critique el giro de los acontecimientos, Myers aparece más bien poco y el relevo lo coge uno de los jóvenes protagonistas de la entrega más inconexa, extraña y descabellada de todas. Y no precisamente por loca o desfasada, vuelvo a decir que la inclusión de un “nuevo Myers” no me ha parecido mal y no es lo que a mi me falla, la cosa es más que se traiciona a sí misma. O más concretamente, traiciona la propia construcción que han hecho del personaje de Michael Myers y Laurie Strode en las anteriores entregas de la saga.

El Myers de Halloween Ends no es fuerte, no es amenazador, no es sobrenatural (de ninguna de las maneras) y se acaba convirtiendo en el clásico asesino con máscara dentro de un thriller de terror de lo más “normal” y decepcionante. Tanto es así que incluso el enfrentamiento final entre Laurie y Michael es bastante insípido. Si en la primera nos encontrábamos con un Myers metafísico e insondable y en la segunda con un monstruo sobrenatural, aquí nos encontramos con un Myers más bien mundano y natural. Y si en la primera nos encontrábamos con una Laurie Strode más emparentada con una Sarah Connor pasada de vueltas que con la indefensa Laurie de la original de Carpenter, y en la segunda con una luchadora nata que poco puede hacer con sus heridas de guerra, aquí tenemos a una Laurie vieja, despreocupada y familiar que sigue muy poco la línea marcada en sus preconfiguraciones anteriores.

Una pena haber tenido que tirar por la borda la trilogía más resultona y disfrutable sobre Michael Myers realizada jamás. Pero al final, no pudo ser.

VIEJOS (2022)

Raúl Cerezo y Fernando Gónzalez Gómez / 111 min.

Viejos vino precedida por una presentación demasiado eufórica. Con gran parte del reparto, los productores y los directores de la criatura sobre las tablas del Auditori, la emoción con la que comunicaban el terror que nos iba a producir la película y la efusividad con la que promovían su amor  por el cine de género de calidad hecho en casa, quizás jugaron un poco en contra de lo que finalmente nos encontramos en Viejos.

Viejos es una película que funciona en su concepción, pero que a la hora de ejecutarla se hace algo farragosa. Aguantar demasiado su giro final (que se da en los 10 segundos finales de la película) y concentrar su historia en unos personajes que tampoco nos transmiten mucho, son algunas de sus irregularidades. Me parece bien mezclar géneros para obtener un híbrido con una idea súper potente detrás, pero como he dicho, la película se hace algo cuesta arriba a medida que vamos avanzando en el metraje hasta llegar a un final que, incluso con su sorpresivo giro de guión, acaba perdiendo bastante el interés.