‘El bastardo’: Psycho Killer ¿Qu’est-ce que c’est?

¿Alguna vez habéis mordido algo con mucha hambre y de repente os ha quedado tanto trozo en la boca que no podíais masticar? Pues esta película, cinematográficamente hablando, me ha resultado lo mismo.

Es que desde el fenómeno de la película Parásitos e incluso antes, he sentido cierto fetiche con el cine coreano. Sí, me gusta y esta película me suscitaba curiosidad, ya que el director a pesar de ser bastante novato, tiene algunas perlas dignas de ver.

¿Qué nos quiere contar?

Han, un pugilista filipino involucrado en peleas clandestinas para financiar el tratamiento médico de su madre enferma, se topa con una propuesta inusual: si acepta visitar a su padre, un acaudalado surcoreano al que jamás ha visto, este se comprometerá a cubrir sus necesidades económicas. Aunque Han acepta la oferta, su llegada a Corea del Sur desencadena una serie de eventos que transforman su existencia en un torbellino de adversidades.

Y vaya que de adversidades. La película se vuelve brutal con cada segundo en el que avanza la película. Una buena fumada de acción coreana, con todo lo bueno que ello conlleva. Un constante chorreo de reminiscencias de mis películas y directores favoritos.

Brutales y sangrientas coreografías marciales como las de La redada asesina, una trama de venganza y traumas como Oldboy y estética a lo Reservoir dogs.

Esta última referencia se ve latente en la primera escena, donde transcurre en un garaje y hace referencia a como escapa del secuestro.

A mi parecer son referencias muy top, debido a mi amor por este tipo de cine de excesos y ficciones de acciones imposibles de realizar. Con muchas tildes tarantinescas, se mezclan los brochazos de humor con situaciones de tensión. Clímax en escenas que, a primera vista, no requieren comedia; sin embargo, el director logra incorporarla con ingenio. Lo mejor de todo es que lo hace sin perturbar el flujo de la tensión, convirtiéndola en una cómplice de la narrativa.

¡Pim, pam toma chorrazo de sangre!

El bastardo es una apuesta entretenida, donde se mezcla el dinamismo de la acción, el sadismo de la gente sin escrúpulos y de forma magistral, la comedia de la gente que no tiene nada que perder.

Con una estructura narrativa tal vez previsible y algo poco creíble, lo cual me la suda ya que la ficción que te cuenta y como te lo cuenta se hace tan disfrutable cómo un chocolate con churros en mitad de la sierra madrileña.

El director coge cierta madurez en esta película, donde refleja sus intenciones mediante uno de los personajes, que engloba la idea de su cine. Meticuloso, histérico y elitista, solo capaz de reaccionar cuando le tocan la cara, le manchan los zapatos o le joden el Mercedes.

Aunque tiene partes muy previsibles y forzadas al estilo que quiere marcar el director en su debut, hablamos de una película muy disfrutable con todas las tildes del mejor cine coreano, del sur claro. Pasas un rato agradable entre disparos, escenas excesivas de sangre, vísceras y personajes sin escrúpulos. Una oda al abuso de poder y a cómo el dinero puede facilitar dicho abuso con una facilidad desconcertante.