Drácula desembarca en Netflix para sembrar terror

Una de cal y otra de arena. Tras el éxito arrollador de Moffat y Gatiss con la deconstrucción del personaje de Doyle, Sherlock, ahora se atreven con uno de los iconos más grandes de toda la literatura de terror. Ahora es turno de sangre, ratas, noche y monstruos del infierno, y Drácula desembarca en Netflix para sembrar terror.

Creo que hay pocos mitos tan adaptados, reimaginados, deconstruidos, destrozados, y reevaluados como el de Drácula. Aquel personaje de la novela de Bram Stoker, basado en la verídica historia de Vald Tepes se infiere y se alza como un icono de la cultura popular, y el único icono capaz de rivalizar con la masificación Zombie.

Lo hizo la Hammer con su cine de monstruos y Bela Lugosi, Nosferatu dejándonos uno de los mejores referentes del expresionismo alemán, Eddie Murphy con su horrible Vampiro en Brooklyn, y no olvidemos que hasta Chiquito de la Calzada aportó (ejem) su granito de harena (así, con “H”) con su desquiciada Brácula: Condemor II.

Hemos tenido a Drácula en el pasado, en el futuro, e incluso en el espacio. Hasta en los cereales de chocolate.  

La novela es del 1897, y hay películas sobre el referente de la figura del vampiro desde 1920 gracias a Karoly Lajthay. Siendo un apasionado de dicha figura, supongo que no puedo ya asustarme en demasía por lo que puedan hacer ya con dicho personaje aunque, sin embargo, enterarme de que Mark Gatiss y Steven Moffat iban a darle vida al conde transilvano, me dio cierta esperanza.

A fin de cuenta, hablamos de dos tipos que han dado vida a algunos de los mejores momentos de Doctor Who, y los que hicieron la maravillosa Sherlock, otra deconstrucción muy sabrosa de un personaje ya iconizado hasta el espanto. Al detective londinense consiguieron dotarle de frescura, y una gran fuerza y carisma.

¿Lo han conseguido con Drácula?

Tres episodios de una hora y media cada uno. Eso es lo que dura la serie. Tres películas. La fórmula se repite, y la verdad, creo que es la mejor forma de afrontarla.

Esta reseña es sin spoilers, pero déjame aventurar algo para los más leídos, aquellos que esperaban una adaptación 1 a 1 de la obra literaria; No lo vais a tener.

El primer capítulo toma la base de la novela, con el señor Jonathan Harker acudiendo al castillo del conde para ayudarle a cumplimentar los documentos legales de la propiedad que el vampiro ha adquirido en Inglaterra.

El segundo capítulo comienza a desligarse de las novelas a lo bestia, y el tercero ya grita “¿Novela? ¡¿Qué novela?!” y sale corriendo mientras se descojona.

No lo veo, mal. La verdad. A fin de cuentas, ya lo hicieron creando a un Sherlock viviente del siglo XXI y su tecnología, afrontando los casos mientras Watson utilizaba las redes sociales del nuevo milenio para expresarse y contarle al mundos las hazañas del detective.

Era obvio que Moffat y Gartiss iban a sacar la artillería “Flexible” más pesada a la hora de adaptar el mito del vampiro, y en mi opinión, lo hicieron francamente bien. Puede que el camino cambie, pero el espíritu tenebroso y sangriento del mismo se mantiene.

¿Quién es Drácula?

Personalmente, me ha gustado tanto el personaje interpretado por Claes Bang, que creo que tiene recorrido para hacer una análisis de varias páginas. Es hilarante, desquiciado, soberbio, carismático, a veces muy humano, y otras casi un animal. Pero lo más importante de todo, no deja de ser un monstruo perverso, uno que se alimenta de la vida, y hastiado de ello, ya ve la muerte incluso como un triste divertimento. Los humanos somos moscas, y él solo es un niño que se divierte arrancando las alas.

Drácula tiene ese punto magnético que te atrapa cuando sale en pantalla, generando un humor de sal tan gruesa y perversa que a uno se le puede atragantar al descubrir que sonríe ante una atrocidad y, sin embargo, sigue causando terror y tensión cuando no está en escena, y la preocupación por el resto de los protagonistas se intensifica.

La otra cara de la moneda, Van Hellsing. En este caso, otro personaje muy deconstruido para crear una versión propia para la serie, pero al igual que Drácula, está perfectamente construido. Genera preguntas, inseguridades, inquietudes, y lo hace solo con sus actos, con su forma de entender el mundo, la ciencia y la religión, y es la estaca del vampiro. Su posicionamiento en pantalla es fuerte, divertido, e inquietante.

El resto de los personajes saben posicionarse para mover el argumento. Algunos viejos, algunos nuevos, pero poco se mantiene de la novela original, con lo que la sangre puede salpicar incluso a los más intocables. Todos están estupendos, y todos consiguen que nos preocupemos por ellos.

Muy bien ¿Y qué tal se ve?

La ficha técnica de la serie es prodigiosa. Condensar 10 capítulos en solo 3 largos da sus frutos, como dije antes, y otra vez más, Moffat y Gartiss son buenos realizadores. La fotografía es portentosa, sobre todo en el primer capítulo dentro del terrorífico castillo, el montaje tiene mucho ritmo y hace que el tiempo pase volando, y los guiones son mordaces y divertidos. El resultado es pintón, muy bueno, haciendo que Drácula desborde calidad por todos los costados, y lo más importante, se haga super interesante de ver para varios visionados.

Tal vez decae algo cuando se abusa del CGI, pero la serie es consciente de ello, y juega al ilusionismo del cine para que dicho artificio no abunde o sature.  

Lo no tan bueno

Si hay algo que debo achacar a esta serie, es el decrescendo de todas las bondades que he ido escribiendo hasta ahora. Todo lo enorme, bueno, y basto de su producción, personajes, y divertimiento, va decreciendo por capítulos, regalándonos dos primeros geniales, y un tercero que parece morirse por sí mismo, y es una pena, porque es realmente dicho capítulo el que realmente se desentiende de la novela y trata de volar por libre. No lo consigue.

La fotografía portentosa se hace modesta en el tercero. Los interesantes personajes se hacen anodinos. El ritmo narrativo se hace lento y algo insípido. ¿Es un mal capítulo? En absoluto, solamente no llega a las cotas de calidad previas. La serie se desinfla, pero recordemos que lo más malo de algo bueno, no tiene que ser necesariamente malo.

Conclusión

Me ha encantado su primer capítulo, con esa aura gótica, terrorífica y gore. Me ha encantado su segundo capítulo, con esa intriga de salón. Me ha gustado el tercero, que aunque decae la calidad, tampoco rompe la serie, y nos brinda un final romántico, acorde al personaje, y al espíritu de la obra que lo encierra.

Para mi gusto, Netflix arranca un año maravilloso que, si bien a mi me dejó con ganas de más esfuerzo para The Witcher, me ha enamorado con esta miniserie de Drácula, demostrando lo que una producción de Netflix puede darnos si cae en buenas manos.