Cada nueva semana que pasa esa divertida excursión a un centro comercial para descubrir algún nuevo buen estreno para ver en el cine con un amigo, familiar o pareja ha caído no solo en el olvido, sino que además es prácticamente imposible.
Y no es por los directores, guiones, actores o efectos especiales, sino por todo a la vez bien movido y vendido como obras de arte cuando, como mucho, llegan a cagada de pájaro.
Porque no os engañéis, el cine actual, exceptuando dos o tres películas de cada veinte, es un enorme montón de guano que nadie se atreve a señalar como lo que es por miedo (lo habéis adivinado) a ser señalados como amargados y envidiosos o, ya puestos, fachas o fascistas.
Siempre es igual. Todo es igual.
¿O creíais que este trato denigrante y abusivo o esa manía de escupirnos a la cara es algo sólo reservado para los políticos?
No señores, no, esto va más allá y, por supuesto, se ceba mucho más en aquello que, desde que se creo, buscaba abrir mentes, descubrir artistas o imaginar nuevas maneras de contar historias y hacer pensar en el proceso. En nueve palabras: conseguir que se nos cayeran los huevos al suelo.
El cine ya no es más que pura propaganda con la que volvernos idiotas convenciéndonos de que somos más listos (es retorcido, pero ahora iré a eso), metiéndonos en la cabeza discursos superados antaño en guerras mundiales y conflictos bélicos tan lejanos como, al parecer, poco enseñados en las escuelas.
TITANE, VENOM 2 y DUNE por ejemplo
Las películas TITANE, VENOM 2 y DUNE llevan en su interior todo lo que caracteriza las producciones cinematográficas actuales:
_ malas tramas adornadas con purpurina inconexa que trata de hacerte creer que inventan algo cuando en realidad es un sinsentido escrito y dirigido por algún yonqui en horas bajas que ha llegado hasta donde poseyendo un sexo específico (TITANE)
_ estupideces infumables sin pies ni cabeza que solo sirven para destrozar currículums de actores con talento, pero vendidos al vil metal (VENOM 2)
_ el más vergonzoso, coitus interruptus filmados con CGI de primera categoría, pero que a cada segundo te dice a la cara que eres tonto mientras te lleva a un final sin acabar antes siquiera de empezar de verdad una historia sin promesas de segundas o terceras partes (DUNE).
Y en todas ellas, sin excepción, no falta el discurso con globalismo insultante, donde el color de la piel y el sexo de los personajes es lo más importante y no las tres dimensiones de los protagonistas, o unos diálogos que te hagan pensar en un guionista que sabe al menos escribir una conversación creíble demostrándonos ser capaz de unir dos letras seguidas sin sufrir un ictus.
Es tan triste el cine, el mal llamado ahora mismo séptimo arte, y todo debemos agradecérselo a la ley del mínimo esfuerzo que, finalmente, ha conseguido su objetivo: tenernos tan dormidos que apenas sabemos diferencias el vómito rancio de la miel pura.
¿Pero quién va a decir algo si eso conlleva estar solo?, ¿para qué decir la verdad si hay más gente con la necesidad de mentirnos para tener algo sobre la mesa a la hora de comer?
¿Alguien va a pensar en la cultura cuando, literalmente, nadie sabe disfrutar de ella porque apenas saben describirla?
Voy a abrir otro libro.
Sí, será lo mejor…