Sin lugar a dudas, Cat Power y su banda, dieron el concierto más especial, único y emotivo del ALMA Festival en su actual edición, rememorando al completo el concierto que Bob Dylan ofreció en el Royal Albert Hall en 1966.
Un concierto que no estuvo exento de polémica en su día. Dylan apareció con su guitarra acústica y tocó la mitad del concierto con ella en modo intimista, como era habitual en él, pero al llegar al ecuador del concierto, el escenario se armó con una banda al completo, guitarras eléctricas incluidas, y se pasó el resto del directo en modo blusero tirando de un sonido enchufado que bebía más del rock and roll que del folk. Algo que no gustó a todos los que asistieron.
La devoción, la entrega y el éxtasis en el que se encontraba Chan Marshall a la hora de ejecutar uno de los discos más importantes de su vida firmado por el que es uno de sus referentes más evidentes, se convirtió en algo mágico e incomparable.
Su interpretación más allá de ser impecable vocalmente, esa voz que con tan solo una palabra contiene más significado, experiencia y calidad que cualquier intérprete de hoy en día, el trance en el que estaba Chan se evidenciaba bailando e interpretando los temas de manera especial y única. Una persona que es capaz de bailar canciones lánguidas y acústicas, es porque lo siente muy dentro de su cuerpo y forma parte de su ADN.
Utilizando el riguroso negro para aparecer en escena, como el resto de la banda, Chan nos deleitó con una técnica al micro asombrosa.
Jugando con las distancias para intensificar o reducir su registro vocal y que nada desentonara o se saliera del rango prácticamente susurrado que utilizaba, la posición de sus manos, también ejercían un papel importante a la hora de conseguir efectos de voz con más eco y reverb de lo normal gracias a la manera de utilizarlas durante todo el show. Una maravilla con la que muy pocas veces vas a encontrarte en un concierto.
Durante el set acústico, hubo momentos como el Desolation Road o Mr. Tambourine Man en los que, tanto el público como la banda, llegaron a una comunión emocional descomunal poniendo nuestros corazones en un puño y haciendo brotar lágrimas de los ojos a más de uno, para más tarde pasar al momento enchufado insuflando al show una energía y una potencia que puso a muchos de los presentes de pie dispuestos a bailar canciones tan emblemáticas como Tell Me Momma o la final Like A Rolling Stone. Todo con una calidad y entrega realmente especial ya que la ocasión así lo demandaba.
Salir de un concierto de ese nivel sabiendo que lo que has vivido esa noche es único e irrepetible, no tiene precio.