Group of books

Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Carcasas sin contenido

Reseñas de libros que nunca leeré

La actualidad literaria está más llena de “historias”, “autores” y “editoriales” que nunca. Es un boom que no se veía desde que se puso de moda las obras con temática zombi y, de un día para otro, cualquier cosa con un muerto viviente entre los personajes era digno de ser publicado y consumido por los “lectores”.

Por desgracia para quienes amamos realmente leer y descubrir autores, nos encontramos ahora con que esos cuerpos mutilados, repugnantes y faltos de cerebro se han trasladado a ser quienes tocan las teclas, editan y publicitan.

Así de cruelmente sencillo.

Aún recuerdo cuando el hecho de comprar un libro se basaba en la curiosidad y el disfrute de sumergirse en mundos nuevos y estilos literarios complejos o novedosos, no como ahora que quien compra busca la foto en redes sociales y los likes sin importarle ni un poco si el libro le gustará o no, si vale la pena o no, si le han robado o no; sólo quieren no estar fuera del círculo y “leer” cuantos más “autores” y “editoriales” aceptadas por el rebaño, mejor.

¡Hasta hay carreras en páginas web sobre a ver quién lee MÁS!, no qué leen, ¡sino cuánto! Dios no quiera que encuentren fuera de la toxicidad de las campañas de publicidad multimillonarias o virales (estas segundas suelen ser las más agresivas y torticera, y que basan todo su empeño en conseguir esclavos a los que marcar, a veces literalmente con tatuajes, incapaces de salir de la cerca), autores o historias que no sean inclusivas con razas o discapacidades, tengan una protagonista femenina genérica capaz de todo sin un mínimo de lógica más allá de sus genitales, o un discurso político detrás tan liberticida como falto de argumentos.

Dios no lo quiera.

En la actualidad la autocensura de los autores es el pan nuestro de cada día, pues en ello basan su supervivencia, y cada vez menos nos atrevemos a cruzar líneas nuevas, a crear paisajes y discursos rompedores, o, simplemente, no agachar la cabeza en cuanto alguien nos señala como cualquiera de esas palabras acabadas en –ista que tanto asusta a muchos y, por supuesto, representa realmente a quienes extienden el dedo como autómatas.

Muchos editores saben, y me lo han reconocido en privado, que publican mujeres o no blancos o pertenecientes a colectivos LGTB para que les dejen en paz por rellenar una cuota impuesta por quienes no aman las literatura sino el sectarismo salido de reglas escritas en su día por Goebbels.

¿Y por qué lo hacen?

Muy sencillo: porque trabajar de verdad es complicado, realmente duro, y muchísimas veces no da beneficios a corto plazo, así que optan por escupir autores y géneros, o discursos y victimismos más propios de niños que quieren el caramelo ¡a la voz de ya! que de un adulto con masa gris dispuesto a respetar algo tan importante y respetado para los verdaderos amantes de la cultura como la literatura.

Por eso venden libros con titulares como “el autor gay de moda” o “venido desde África” o “la siguiente Shelley”, porque ahora vende la carcasa, vende la fachada, vende la identidad, y no la calidad y la aportación cultural que lleve detrás (que en estos casos es completamente nula).

La calidad de las estanterías de las librerías volverá cuando se expongan obras auténticas e inolvidables, de esas que cuando las acabas te hacen pensar y cambian aunque sólo sea un milímetro de tu alma.

Hasta que no desaparezcan tanto de la mente de los editores como de los “escritores” la idea de que hay que entretener al lector, nunca va a regresar la literatura tal y como siempre debió permanecer; y si con ello deben morir bajo el fango de su inutilidad editoriales que venden “libros” de 100 páginas a 20 euros, o autores preocupados en cubrir la couta en cada escrito para no enfadar a nadie, que así sea.

El renacimiento de la cultura está en vuestras manos, ¿qué pensáis hacer al respecto?