‘Hoops’, placer culpable

La nueva serie de animación de Netflix quiere ser la más gamberra de su plantilla. Burra, loca, y desinhibida. La transgresión pura en forma de pelota de baloncesto a las órdenes de un entrenador poco convencional, iracundo y malhablado. ¿Consigue la “N” roja una nueva animación digna del público adulto?

Para nada, la verdad. ¿Cierro ya el artículo de opinión?

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Bueno, supongo que debería explicarme un poco. ¿Es una mala serie? No, no lo es. Eso no cambia el hecho de que el resultado final quede lejos de referentes del género como pueden ser Rick y Morty, o (rey de reyes) South Park.

Y sí, sé que las comparaciones son odiosas, y puedo pecar injusto. Sin embargo, hay una razón importante por la que las comparo.

Si bien, Hoops no deja de ser un producto divertido para apagar la sesera y reírse de las barbaridades expuestas en un formato adecuado de 20 minutos, también es un producto alejado de la más mínima ambición.

Hoops es una serie desinhibida como ya dije antes. Es burrísima a ratos, de sal muy gruesa, y llena de palabrotas cada ocho segundos. Sin embargo, no puedo dejar de notar su falta completa de inteligencia. Muchos de los chistes ya se huelen a la legua, y eso afecta a que el humor funcione como debería. No es tan gamberra como Big Mouth (También de Netflix), ni tan inteligente como Rick y Morty, y desde luego, no tiene la saña y lecturas que puede llegar a tener un capítulo de South Park. Es un pedo, caca, culo, pedo y pis. Uno bastante simplista, sin más pretensiones que la de ser agresiva por serlo.

¡Oye, eso tampoco es malo!

A fin de cuentas, la falta de pretensiones la convierte en el típico producto que uno se pone para entretenerse, y todo el show recae en ver que inframental barbaridad hará su protagonista.

Hoopkins es un entrenador que está dispuesto a pagarle una prostituta a uno de sus jugadores menores de edad. Insulta, grita y agrede sin pensar al que se planta en su camino. Un pringado con ataques de cólera que no deja de hablar de sus “Pollas” (No. Has leído bien; en plural), de mamadas, de acosar a su exmujer y de ser todo lo políticamente incorrecto que la situación se lo permita.

Sus personajes están lejos (A años luz) de los actuales canones de Netflix en lo que a su corrección política se refiere y, sin embargo, le falta mala baba a la hora de abordar las situaciones.

Y más que mala baba, le falta imaginación.

Basta con que te preguntes “¿Qué es lo más estúpido y bestia que puede pasar ahora?” y muy probablemente acabes acertando.

Ese es mi mayor problema con Hoops, porque considero que “adulto” o animación para “adultos” es algo más que darles una patada a tus filtros morales para sacarte los genitales en un parque infantil por el mero hecho de “Mira que loco estoy”.

“Hostia”, “Joder”, “Coño” o “Puta mierda” no dejan de ser palabras. Solo un conjunto de letras adosadas abordando significados. No entiendo el que se indigna, ni al que las vanagloria. El contexto, las formas, y el estilo son lo que las dota de fuerza. Hoops no tiene nada de eso. Aborda con chulería una fuerte ausencia de personalidad y carisma. Sus chistes son entretenidos, pero no graciosos. Sus burradas divierten, pero no escuecen.

Pero repito, eso no lo hace mal producto. Solo uno regulero. Y tampoco lo hace adulto, solo absurdamente agresivo.

Recuerdo cuando de pequeño veía South Park y me creía muy mayor riéndome de los tacos, o ver a Kenny reventar por quincuagésima vez. Es el típico lujo prohibido que, cuando crecemos, queda relegado a la falta de entendimiento fruto de la inmadurez. Sin embargo, el serial de Parker y Stone agradece ese visionado de adulto para descubrir que tras el lenguaje obsceno hay una ristra de críticas, burlas y sátiras que pueden llegar a abrumar. Ya no te ríes de que Cartman diga “Mierda hijoputa”. Te ríes de la forma tan imaginativa y burra que tienen de tocar la actualidad y reírse de la moral, la política, la religión, y cualquier cosa que parezca intocable.

Hoops es ese placer culpable que sentía cuando era un niño y veía South Park. Grosería con síndrome de Peter Pan, a la que le queda aún muy verde el término “adulto”, y tampoco es que le importe demasiado.

La disfrutarás si la tienes de fondo, o si estas en uno de esos momentos que te apetece ver algo gamberro. Si quieres algo más inteligente sin salir de Netflix, para eso tienes Big Mouth.