El fin de una era, y de ‘Supernatural’

Decir que han pasado quince años es quedarse corto. Me hacen falta exclamaciones en la frase anterior para expresar lo que Supernatural ha significado para muchos. Quince años de los hermanos Sam y Dean Winchester en la road movie más larga de la historia de la televisión. Octubre es el último mes. Siete episodios para el punto y final.

(Advertencia, si eres fan de la serie, es obligatorio leer todo esto mientras escuchas Carry On My Wayward Son, de Kansas)

Era de esos shows que, siendo yo adolescente, acabó en mi televisor mientras zapeaba una tarde poco productiva. Aún recuerdo ese primer capítulo que acaparó mi atención. Los hermanos se metían en un fregado enorme en un banco; con rehenes, con la policía en la puerta tratando de negociar. Dentro del edificio, los Winchester trataban de ganar tiempo para cazar a un metamórfico; un monstruo capaz de cambiar su aspecto por el de cualquier persona. Y ese monstruo estaba entre los rehenes.

Una suerte de paranoia que bebe mucho de películas como The Thing de Carpenter, con un terror modesto pero eficaz, y unos protas con muchísimo carisma.

Recuerdo la frase que cierra ese capítulo.

Consiguen escapar del banco, entran en el coche, y ambos se miran comprendiendo que ahora engrosan la lista de enemigos públicos. “Estamos jodidos”.

Y eso era la segunda temporada.

15 años de “Estamos jodidos”

Tras ese capítulo me bajé de la burra (Sutil, ¿eh?) la oportunidad de conseguir todos los capítulos y meterme una maratón. Con más de 20 episodios por temporada, me comí las tres primeras como si fueran chocolatinas y aún aplaudía por la diabetes.

Trama simple: La madre muere en extrañas circunstancias, y el padre (Un desconocido Jeffrey Dean Morgan; al menos antes de reventarle la cabeza a nuestros favoritos de The Walking Dead con un bate) comienza una cruzada con sus dos hijos para encontrar al ente causante de la tragedia. Años más tarde, el padre desaparece, y recae en los hijos, Sam y Dean Winchester, encontrarle.

Y de camino viajan por todo el país limpiando a su paso los monstruos sobrenaturales que encuentran.

Fantasmas, demonios, wendigos, zombies, vampiros, hombres lobo; todo bicho aparecido en leyendas urbanas y folclóricas (¡Ojo a la férrea documentación mitológica que se tira la serie encima!) es susceptible de aparecer en el show, protagonizando los “casos” a los que se enfrentan los protagonistas.

Salvar gente, cazar cosas, el negocio familiar 

Y desde entonces me he considerado fan incondicional de la serie.

Por sus protagonistas, hitos romántico del forajido “sentimental” y a la vez, paladín de una causa perdida: algo que les pasará factura en más de un cargo de conciencia. Con ese rollo “no homo” (los fans entenderán) y fraternal entre hermanos tan distintos, y mucha sentimentalidad masculina sacada del manual sobre “Como no llorar” robado al mismísimo Chuck Norris.

Por sus antagonistas. ¡Maldita sea! ¡Es que no recuerdo ni uno solo que no me caiga bien! Algunos de ellos podían sustentar capítulos enteros. Ojos amarillos, Lilith, Ruby, Metatron, Crowley o incluso Lucifer. Villanos carismáticos capaces de sacarte una sonrisa, a la vez que mostrarse temibles.

De su banda sonora (¿Aún no estás escuchando el temazo de Kansas?). De su rock clásico y macarra. Música de carretera para viajar y patear culos.

Y de su coche. Quiero un Impala. ¿Quién no quiere un maldito Chevrolet Impala del 67?

Toda una época…

Y es que el show de Eric Kripke (El mismo tío a los mandos de la descomunal The Boys) ha surcado tres lustros muy diferenciados entre sí.

El primero a las manos de Kripke, y considerados por muchos, el arco verdadero de la serie. No les falta razón, teniendo en cuenta que su quinta temporada era la pensada para acabar el show.

El segundo con un Misha Collins (Castiel) que se niega a cerrar la trama. Se nota el bajón de ritmo, pero sigue regalándonos algunos de los capítulos más divertidos, como puede ser El Error Francés, en el que los hermanos viajan a una dimensión paralela donde todo Supernatural es un plató de televisión, y ellos están los cuerpos de Jared Padalecki y Jensen Ackles, los actores que dan vida a los hermanos Sam y Dean Winchester (Divertidísimo, en serio. Verles comprar huesos de santo para un ritual y que el productor crea que los actores están metidos en drogas duras no tiene precio).

Y en la tercera encuentra su camino en su segundo lustro. La necesidad de reinventarse enseña que es la reinvención lo que mantiene su fiel base de seguidores. Nos ponemos aún más bíblicos para el arco horizontal, introducen elementos nuevos a la vez que guiñan a los viejos, y los villanos siguen dando mucho de que hablar. Los Winchester siguen igual de “jodidos” que en aquel capítulo de su segunda temporada.

Y no les da miedo reinventarse… y jugar con la metaficción.

Lo demuestran en El Error Francés, o en ese hermoso especial de 200 capítulos titulado Fan Fiction que es una carta de amor a sus seguidores, a sus teorías, y a las historias escritas fueras del canon ¡Pero si hasta tienen un capítulo de Scooby-Doo, por el amor de Dios!

Y en esta última temporada encarnan esa metaficción hasta el final; riéndose de si misma, de los errores que arrastran sus guiones en busca del divertimento, de entretener, de embelesar a quien se pare a mirar.

Y todo se acaba

Por que por mucho que me considere fan incondicional de esta fantasía moderna de terror (Aunque el terror se olvidó por mucho tras el primer arco), entiendo de los fallos, y de la imaginación que tuvieron para esconderlos bajo la alfombra.

Supernatural está lejos de ser una serie perfecta, pero ha sabido mantenerse como un divertimento increíble para aquellos que la hemos seguido.

Perdonamos que los personajes resucitaran cada dos por tres, o que algunos arcos argumentales se solucionaran a capones.

Perdonamos que estiraran la trama, pues se sustentaba en unos protagonistas y antagonistas que no queríamos perder de vista.

Y por supuesto hemos perdonado su modesta propuesta técnica, pues supieron como esconder los flecos para mantener la intensidad.

¡Quince años, colega! Con sus bajones y subidas; una montaña rusa de tornillos flojos por la que nos atrevimos a tirarnos sin pensarlo demasiado.

Ya solo quedan siete capítulos antes del cierre. ¿Y luego? Sé que Jensen Ackles pasa a la plantilla de The Boys como Soldierboy (La parodia de Capitán América y el primer super), y Jared Padalecki será el nuevo Walker: Ranger de Texas en su remake.

Me va a costar decirle adiós a Sam, a Dean, a la chica del tatuaje de Dungeons & Dragons (Aka: Charlie), a Bobby, a Castiel… y me gusta pensar que la revisión siempre será una opción.

Y ahora, que la serie sigue siendo despertando interés tras quince años, ha llegado el momento de cerrarla. ¿Qué mejor forma que haciendo que los mismos protagonistas se enfrenten a la encarnación de su propio guionista?