Como de todos es sabido (y si no es así, ya estáis empezando a leer y buscar información al respecto), más allá de la protección, esta situación que estamos viviendo buscaba algo muy específico no sólo en España, sino en el mundo: hundir a los pequeños empresarios y dejar en manos del estado, y las grandes corporaciones controladas por este, la capacidad de supervivencia global.
Ya sabéis, ese pin circular con tantos colores que muchos se cuelgan de la solapa de sus trajes de 6.000 euros en actos solidarios.
El caso es que, contra todo pronóstico, muchos nos hemos revuelto en el asiento en el que querían atarnos, escapando, no sin esfuerzo, de las garras de un globalismo que quería controlar cada uno de los pasos y plantarnos en la “nueva normalidad” que ellos esperaban que fuera nuestra jaula de por vida.
Pero no contaron con la enorme fuerza que tienen los eventos en directo y las ansias de moverse de los músicos, escritores, actores y artistas en general.
No contaban con ello.
Ya hubo unos primeros coletazos a finales del 2020, como por ejemplo en Avilés con el Festival Literario Celsius 232, en el que gracias a buenas medidas de seguridad e incluso mamparas de plástico pudimos darnos una vuelta o firmar libros para los que, cansados de obedecer, ser acercaron y vivieron la pionera experiencia.
Bien es cierto que muchos no aparecieron o prefirieron seguir viviendo en redes sociales o eventos virtuales (ya se sabe que se vende muy bien vía Youtube…), pero más allá de las excusas y la borrega confianza que estos escasos especímenes tienen en este gobierno todo sabíamos que se debió más a cuestiones monetarias que a precaución y “amor” por sus lectores; pero ya se sabe que los mentirosos suelen ser los primeros en caer y estrellarse en su propia hipocresía.
Pero este 2021 ya es otro cantar, pues hartos de restricciones, y tras darse cuenta de que muchas prohibiciones no llevaban detrás la lupa de las autoridades competentes (sólo hay que viajar en coche de una comarca a otra para ver que NADIE está vigilando que no nos movamos), tanto bibliotecas como teatros, universidades o bares empiezan a abrir sus puertas a eventos literarios con poco aforo pero muchos ánimos, poniendo así, una vez más, sobre el tablero un hecho que todos los que hemos estado en una presentación defendiendo nuestras obras sabíamos: cuando algo va mal sólo aparecen los amigos y familiares (y a veces ni los amigos).
Porque sí, está bien que poco a poco salgamos a hacernos la foto en el FNAC o la universidad de turno delante de nuestros lectores, pero el hecho de que haya que hacer un esfuerzo para disfrutar del arte, que sea “arriesgado”, hace que solamente los verdaderos amantes del mismo salgan de sus casas y se acerquen a los actos o festivales para poder disfrutar de algo incomparable: ver a un autor defender su obra a pecho descubierto.
De todo lo malo hay que coger, tras las lágrimas, las cosas buenas; y este caso no iba a ser una excepción.
La pandemia nos ha robado muchas cosas, y quién sabe si nos las devolverá algún día, pero si algo hay que agradecerle es que no sólo le ha quitado la máscara a nuestra clase política y a alguna que otra rata que pronto acabará en la más mugrienta de de las alcantarillas, también a aquellos que pretendían aprovecharse del arte a base de engañar a unos y untar a otros, que se han encontrado con que la soledad ha sido lo único que llena la mochila de sus sueños.
Hay tantas asociaciones, escritores, músicos, artistas y parásitos mediáticos que se han topado de pronto con la más grande de las indiferencias, que, sinceramente, me hace reír a carcajadas su miserable situación debido a un complejo de Nostradamus que he arrastrado toda mi vida.
¿Quién echará en falta aquello que nunca fue apoyado realmente?, ¿quién agarrará de los sobacos al cadáver abandonado y lo pondrá de nuevo sobre una silla, obligándole a la fuerza a continuar con sus trucos de marionetista? ¿Quién, por el amor de Dios, creía que podía vivir eternamente de amiguismos, olvidando por completo su arte y el talento que, visto lo visto, nunca tuvo en realidad?
Nos vemos el fin de semana del 17 y 18 de abril en Sitges, junto con los valientes de la Vila del Llibre; veremos quién sigue vivo, y quién murió por adicción a lo falso y estúpido.