Mirror

Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Hay espejos que deberían arreglarse antes de levantarse cada mañana

Hace poco estuve hablando con un amigo sobre qué era lo que de verdad le daba importancia a una vida. Si existían cosas como la dignidad, el honor y todas esas cosas tan bonitas por las que morían los mosqueteros en la novela de Dumas.

Enseguida llegamos a la conclusión de que a día de hoy, y por desgracia, el dinero suele ser lo que consigue que quien sea, sin tapujos, se ponga en pie y haga algo. Con el vil metal se puede lograr de todo y, también, comprar a quien sea.

Y no seáis mentirosos: todos tenemos un precio. Hay una cantidad por la que cualquiera pondría el culo o mataría a alguien (pensadlo un segundo, y veréis que tengo razón). El problema llegó cuando quisimos ir un poco más allá (que coincidió con la cuarta cerveza o así), que nos preguntamos algo un poco más serio y que, ahora mismo, me ha llevado a estar escribiendo esto en el tren: ¿a qué se debe esta elección tan rápida por el dinero?, ¿acaso no hay cosas mucho más importantes o que conseguirían hacernos sonreír mucho más?

Pues sí, existe. O al menos a esa conclusión llegamos.

Entendiendo por “sonreír” no solo por la acción que hace que nuestro labios se tensen, sino por ese brillo interior que nos regala una sensación de paz y tranquilidad plenas, se podría afirmar sin ningún tipo de duda que más del 80% de la población no sonríe nunca.

Jamás.

Ya sea porque creen que no deben hacerlo, porque dejan que los demás les quiten las ganas de hacerlo o, simplemente, porque son unos idiotas que anteponen otras cosas a Sonreír, la vida humana ha llegado a unas cotas de estupidez y de farsa, de caretas y máscaras imposible para algunos de diferenciar de sus caras, que todavía no entiendo como existimos como raza. De verdad que no lo entiendo.

Seguro que muchos podríais señalar a varios centenares de personas que no Sonríen en su día a día a base de anestesia alcohólica, de fatiga y estrés laboral o por elecciones personales que desearían borrar de su pasado, pero mis preferidos son aquellos que no sólo niegan las pruebas y bailan sobre charcos de lágrimas que su alma lanza al mundo como S.O.S., sino que basan toda su maldita existencia en aplastar a los demás porque creen que “soy mejor que los demás, más listo y poderoso”.

Esta subespecie de la naturaleza se regodean en el fango de sus fantasías ególatras con la esperanza de que sus salpicaduras sean capaces de tapar la libertad y la paz que, en silencio, le envidia a los demás.

Porque es un clásico de estos eslabones perdidos el querer joder al prójimo a base de estratagemas y jugarretas dignas del bebé cagón y maltratador más patético de la guardería de turno. Lo necesitan.

Creen que el poder del dinero y la purpurina, de la falsedad y la mentira usadas como mantas ignífugas para apagar a los que les rodean, es lo único real y puro del mundo porque, claro, tiene más números en las etiquetas que cuelgan de sus cuellos.

Ganado simple y bobo; eso son con orgullo y pasión desmedidos.

La falta de paz, de personalidad, de razón o de simple autoestima, ha llevado a muchos de estos seres incapaces de Sonreír a devorar poco a poco el mundo a base de repetir una y otra vez que el dinero, el poder y el tener la capacidad de joder a los demás con una sola orden, es lo más. Es lo que crea una carácter ganador. Un líder. Un jefe.

Pobres aquellos que les crean y sigan; pobres de nosotros por no hacer nada al respecto.

La linea que separa la sonrisa del llanto, la verdad de la farsa, el autoengaño de conocerse a uno mismo poco a poco, y sin freno a la vista, se está haciendo más y más gruesa sin que nadie quiera o pueda hacer nada.

Es difícil verlo a veces, lo sé porque muchos de mis antiguos amigos acabaron siendo así, pero rendirse y apartar la vida y las sonrisas de nosotros no es una opción; no es un camino.

No diré que hay que luchar por ellos, porque hay peces que por mucho que devuelvas al mar siempre picarán al ver un nuevo anzuelo, pero el callarse y dejarles seguir no es algo que debería entrar entre las opciones. Jamás debe ser esto un Plan B.

Así que haced un simple ejercicio que, a mi al menos, siempre funciona: miraros en el espejo y pensad en vuestro pasado, en lo que habéis hecho o dicho por envidia o querer subir un escalón a costa de otros, en quienes decís que sois y en lo que después hacéis, en aquello que prometéis y no cumplís, o en el ejemplo que vais a dar a vuestros hijos y en lo que se convertirán algún día por tu culpa.

¿Te sientes orgulloso mirándote a los ojos?, ¿te sientes bien?, ¿te gustaría tener a alguien delante capaz de hacer lo que tú haces y que tu destino dependiera de él?

Sinceramente, ¿te caerías bien si trabajases contigo mismo?