Writer's block concept

Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Escritores de larga duración

No es un secreto que el mundo editorial está cada vez más lleno gente que escribe, pero que sería un insulto para los maestros llamarlos escritores.

Entre los famosos sin oficio, los presentados ansiosos de premios comprados y con mucho ego y, mis favoritos, los que publican en pequeñas editoriales simple y llanamente porque lamen culos como el que más a falta de talento y personalidad y una imaginación valedora de ello, se nos está quedando un mundillo tan apestoso y pobre, tan vacío y completamente olvidable, que es normal que muchas editoriales de renombre estén optando por reeditar joyas olvidadas o nunca traducidas en español.

¿Pondrías en manos de un payaso, que se dedica a imitar, el sustento de tu negocio? Por supuesto que no.

Esto debería poner triste a cualquier verdadero amante de la letras, a los que hemos crecido con editoriales y creadores de historias que buscaban con su trabajo hacernos soñar y viajar, y no simplemente entretenernos a cambio de dinero y aplausos enlatados.

Pero, si os soy sincero, yo no lo estoy porque es divertido ver como acaban estrellándose todos y cada uno de ellos en la evidencia de que poco tenían de artistas y mucho de trileros; además, me encanta oírles llorar.

Grandes escritores de otro nivel

También, por suerte, hay varios grandes genios que crearon un estilo y un universo a base de pencar de verdad y golpearse con la esquina de la mesa un sin numero de ocasiones hasta encontrar la zona menos puntiaguda. Hablo de King, Reverte, Millás, Palahniuk, Navarro, Mendoza, Easton Ellis, R.R. Martin…

Hablo de genios que crearon escuela y, a lo largo de los años, han sabido escapar de sus propias sombras (en muchos casos muy alargadas) y continuar en la cresta de la ola, manteniendo lectores o consiguiendo nuevos de otras generaciones, por un factor que ninguno de los payasos televisivos o rodilleras del underground tendrán jamás: verdadero amor por la literatura y un respeto por su trabajo.

Porque es sencillo escribir lo que dicta la moda, lo que quieren los lectores y editores, y no salirse de los renglones que la censura social dicta (solo hay que ver los catálogos de algunos “multipremiados” sellos de géneros tan machacados como el terror, la fantasía o la a estas alturas super violada ciencia ficción, para darse cuenta de que NADIE pretende revolucionar nada; solo vivir de los aplausos fáciles), pero de este modo únicamente te conviertes en una putita del mercado, en un negro de ti mismo sin más utilidad para la cultura que el reciclaje que se hará con tus olvidados libros que nunca, de ningún modo, irán de una mano a otra por el tan complicado boca a oreja.

Nunca.

Un ejemplo: Stephen King

King hace nada publicó nuevo libro, y Reverte se la ha sacado con su Linea de Fuego, mientras se llena un gran saco de basura que trata de quedarse más de dos días en las listas de superventas de alguna librería, donde la misma editorial ha comprado la mayoría de los ejemplares, para poder pegar sobre un fondo rojo o amarillo la escueta frase de segunda edición.

Esa es su meta, y ninguna más, pues saben que los que leen para entretenerse no buscan, solamente aceptan, y que algo haya vendido mucho ya es suficiente reseña para gastar su dinero en algo tan vacío como esa paja hecha medio dormido a primera hora de la mañana.

Ya casi nadie investiga, prácticamente nadie se pierde entre las estanterías de una librería o biblioteca leyendo sinopsis y más sinopsis en busca de la aventura o los sentimientos que les apetece tener entre sus manos. Ahora todo es: Mira, el último de Risto Mejide está en el número uno de más vendidos; ¿De qué va?; ¿Qué más da?, ¡es el Risto!

En fin…

El rebaño manso que no sabe pensar por si mismo, va erosionando poco a poco todo lo bueno del mundo y de la cultura porque se sabe perdedor; desde luego que lo sabe. Conoce muy bien sus limitaciones y profundas taras, y también sabe que si todos los del sector son patéticos como ellos y, después, logra convencer al público que no debe buscar la grandeza sino el simple entretenimiento, tiene una oportunidad para ganar.

Su única oportunidad.

La partida, por desgracia, lleva mucho tiempo jugando en su lado, porque muchos os habéis dormido en los laureles por simple ignorancia o no querer aceptar que os rodea el mayor de los vertederos culturales; pero aún estamos a tiempo. Aún podemos darle vida, una nueva vida, a las letras que antaño crearon el mundo en el que andamos sin tenerle ni un mínimo de respeto.

¿Os vais a levantar del sofá?