Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Es hora de quitarme la máscara

Creo que ha llegado el momento de quitarme la máscara. Sí. No puedo más.

Tras tanto tiempo tratando de aparentar ser una persona distinta a la que me pide el cuerpo, de discutir con personas tratando de negar lo que para mí ha sido siempre evidente (y en muchas ocasiones llegar incluso a ganarles la partida usando trucos verbales que me revolvían las tripas), me he decidido a contaros de una vez por todas quién está de verdad detrás de esta cara barbuda y con una melena que cada vez escasea más.

Ha llegado el momento. Voy a soltarlo todo.

Para empezar sí, lo reconozco: SOY UN PUTO MACHISTA.

Siempre he pensado que las mujeres no sirven más que para limpiar y fregar, para hacernos la comida a los hombres, y desde luego para ser golpeadas con completa impunidad si no hacen lo que es debido y, claro, solo porque son mujeres, y por eso estoy de acuerdo en que en los trabajos se admita a las mujeres por paridad y no porque tengan los estudios pertinentes (y que es imposible por otra parte que tengan), además de que defiendo a los que siguen la religión musulmana y las tratan como a un trapo, y aplaudo a las mujeres que llevan burka, porque estoy al cien por cien convencido de la premisa de que las mujeres son seres inferiores y sin terminar, incapaces de llegar a donde han llegado los hombres por sus propios medios, ellas solas con su propia “inteligencia”, es cierta, y me ofrezco a ser el primero en derrocar la sociedad actual para que ellas, y solo ellas, puedan llegar de este modo instantáneo a ser las dueñas del mundo y así, de paso, poder reírme a gusto cuando todo se vaya definitivamente al carajo (más o menos a donde nos lleva el actual gobierno, que está formado en su mayoría por mujeres).

En segundo lugar, sí: SOY UN FASCISTA.

Pero no uno que viene de la auténtica base del fascismo como es Mussolini (uno de mis dictadores y asesinos de masas favoritos, junto a Lenin), ya sabéis: que busca el totalitarismo y que todo lo rija el gobierno sin que nadie pueda rechistarle, sino que soy fascista de los de Franco (que no era más que un puto enano que no quiso ponerse al frente en un principio, pero bueno, me mola mucho su voz de pito) y Hitler (con su partido nacional, como los independentistas catalanes, y socialista, como de nuevo nuestro actual gobierno).

Soy un fascista de pro, de los que ve a un negro y como sabe que es un ser inferior, un ser primitivo, creo que necesitaría una fuente propia para beber y demás lugares especiales lejos de los blancos, donde estar a la suya ajenos al contacto directo, tanto positivo como crítico, de los que no son como ellos, lugares donde, ya puestos, también deberían estar los gays y lesbianas y toda esa gente con sexualidades de pronombre inventados y que les hacen felices, les hacen fuertes, y les hacen comportarse con los heterosexuales igual que nosotros hacíamos hace unos cuarenta años con ellos.

Pues sí, creo que toda esta gente diferente debería estar protegida, alejada, como dentro de una jaula de cristal, bella y limpia de fascistas como yo, para que ninguno de nosotros pueda molestarles ni, ya puestos, ellos a mí, y así al menos poder vivir en paz todos aunque sea odiándonos mutuamente y para siempre de un modo irracional (para algo somos seres humanos).

También soy fascista, que se me olvidaba (es que son tantas cosas esto de ser fascista) de los que no dejan que nadie diga lo que sea diferente a mi ideología bajo pena de censura o multas, y que me encabrono y te ataco y destruyo si puedo siempre que me lleves la contraria con cualquier cosa, porque para eso soy un intolerante de manual y alguien que vive por y para el odio contra el diferente.

Un día tengo que encontrar un modo de razonarlo, pero mientras sea feliz con ello, ¿a quién le importa?

Y por último, y esto sí que me va a doler: SOY UN ENVIDIOSO DE MIERDA.

Sí, bufff, al fin.  ¡Qué alivio! Soy alguien que todo lo que hace es impulsado por el único motivo de pisar a los demás y colocarme yo como sea por encima de ellos, sobre todo porque de un modo justo y en el que tenga que demostrar que de verdad me merezco ese lugar, bueno, es imposible con mis limitaciones cerebrales e inventivas.

Soy completamente inútil en ese aspecto. Así que me dedico a atacar a quién sea que tenga algo que quiero, o creo merecer, sin miedo a que no haya ni una pizca de lógica en mis acciones, ya no digamos sentido o finalidad entendible, porque disfruto escupiendo y golpeando (no literalmente, por supuesto… Dios me libre de vérmelas cara a cara con mis enemigos, ¿te imaginas?, ¿¡qué coño iba a hacer!?), o pataleando como un niño pequeño, cada vez que un logro no cae en mis manos por mi supina inutilidad intelectual.

La envidia me da fuerza, me anima a seguir, me ciega los sentidos. La envidia es la mejor gasolina que un acomplejado como yo puede encontrar en el mundo; o que se ha encontrado en un primer momento y me ha dado palo seguir intentando otra cosa.

¡Joder!, que a gusto me he quedado… que ligero me siento…

Deberíais probarlo, ¡en serio!

Pero primero hacedlo delante de un espejo, como he hecho antes de escribir esto, y después si no habéis llorado como un crío (igual que me pasó a mí) haced lo mismo, veréis como os sentís mejor.

Veréis como, de algún modo, todo empieza a tener cierto sentido.