Reflexiones desde mi espejo

Blog de Opinión

Manuel Gris

Blog Manu Gris: “El futuro que hemos dibujado en Catalunya”

El futuro que hemos dibujado

(Visión sincera sobre lo que Catalunya, por desgracia, acabará viviendo)

He llegado a triste conclusión de que la raza humana tiene más en común con las ovejas que con los monos. Esta afirmación es fruto de años de observarnos, de estudiarnos, de ver cómo nos comportamos en según qué situaciones y, recientemente, al ver todo lo que está pasando en Catalunya con todo el tema del independentismo y la guerra de niños que está teniendo lugar en estos momentos con los dichosos lacitos.

He podido comprobar en primera persona como las ovejas/humanos tenemos la misma manía, la exacta, la calcada, de comportarnos imitando exactamente lo que hace el de delante/nuestros líderes políticos, y es que en ambos casos si uno va de cabeza contra una valla de metal, en la que va a abrirse la cabeza sí o sí, el que le sigue y todos los que hay detrás hacen lo mismito, paso a paso, sin salirse de la línea ni tener un mínimo de iniciativa propia. Esto se debe a que la confianza ciega, el fanatismo, el no empatizar con nada más que con tu manada, es algo así como un símbolo identificativo, algo que si no se hace te dejará solo y desamparado, sin amigos, y esa sensación de soledad es, al parecer, mucho más terrible que el hecho de sacrificar el libre albedrío en pos de las promesas de alguien a quien le importas una mierda o puede que dos. Porque no nos engañemos, los líderes que tenemos no durarían ni un segundo en echarnos a una hoguera si con eso ellos iban a salir sin una sola herida, y encima algunos imbéciles no solo se dejarían quemar, sino que encima se creerían mártires de una causa que, en muchos casos, ni siquiera recuerdan o sabrían explicar con un mínimo de sentido común o razonando cada frase llegado el momento.

Pero, ¡oye! ¡No toques mis lazos!

El problema de todo esto es que hemos llegado a un punto tan alejado del inicio, ese que se debía sobre todo a tratar de escapar del linchamiento popular por los casos de corrupción, que el motivo de la lucha ya ni importa, lo que de verdad hay encima de la mesa es una cuestión de ver quién la tiene más grande, quién es más chulo o se impone a los demás, olvidándonos por completo del diálogo (que es de las palabras que más usan los que jamás quieren tenerlo), la empatía (esto directamente ni se tiene en cuenta a no ser que sea alguien de tu bando) o el sentido común más básico (ese que nos dice que no usemos la violencia injustificada, o que debemos escuchar antes de gritar, o eso que tantas veces nos dijeron los padres de “no te fíes de un desconocido”).

Ahora estamos bien jodidos, creedme, porque pase lo que pase (y muchos querrán que sea lo peor porque creen, erróneamente, que solo del fuego y la violencia surgen las grandes cosas) volver a un estado de derecho en el que todos nos respetemos podría lograrse, únicamente, con una purga total y dejar que, de nuestros charcos, nacieran nuevas bacterias que quizá, en algún momento, lo harán mejor que nosotros. Y sé que a veces me paso de catastrofista, pero es ver videos de vecinos gritándose por quítame aquí esos lazos, en los que ninguna de las dos partes ya sabe ni lo que dice, que cada vez son más y más bizarros, y perder toda esperanza. El último que se ha viralizado, por ejemplo, es de un chaval gritándole a un restaurador que los lazos no se tiran al suelo, sino a la basura (de donde se entiende que directamente se la sopla que los quiten, ahora solo interesa el medio ambiente y la limpieza de una ciudad que ellos mismos están ensuciando con sus “reivindicaciones”), y eso ha estallado en gritos (el de “fuera de Mi pueblo” me encanta), en insultos y en descalificaciones más propias de neandertales que de homo sapiens “evolucionados”. Y no sé quién tendrá razón cuando todo acabe, más allá de lo que yo opine, pero si algo tengo claro es que de esta manera nada va a llegar a buen puerto y que, por desgracia, estamos a un tiro de piedra de un desastre mayor.

Hace casi un año les dije a mis amigos y familiares que el 1 de octubre, durante el circo que se montó con las urnas/tupper, estaba seguro que muchos de cualquier bando estaban ansioso por que llegara la sangre al río, porque así tendrían la mejor excusa para atacarse del único modo que creen que puede solucionarse esto, y que no es otra que con una guerra civil. Muchos me llamaron flipado, loco, o gilipollas (esto último me lo llaman mucho, pero eso no viene al caso), pero ahora que se acerca el “aniversario”, ahora que quieren hacer un Octubre Caliente, tengo cada vez más claro que no hay una manera civilizada de llegar al fin de todo esto. No la hay y, por desgracia, muchos no la quieren, porque en su pequeño cerebro enfermo y podrido quieren para ellos las historias de sus abuelos, esos que murieron y lucharon por sus ideas, y a esto se le llama ser anormal, a esto se le llama tener una vida de mierda o directamente no tenerla, cuando lo que deseas es ver como todo arde por el simple hecho de hacer algo con tu patética y triste vida que no has sabido gestionar por vagancia, falta de motivación, o porque eres un capullo sin oficio ni beneficio.

Recuerdo una conversación que tuve hace años, cerca de aquel estúpido 9 de noviembre en el que la Generalitat hizo un record en ridículo, en la que mi amigo (de unos 60 años e independentista de toda la vida) me aseguró que iba a votar que No a la independencia. Aquello me extrañó mucho porque, ¡joder, que te dejan votar algo que llevas buscando toda la vida!, pero él me dijo que esa independencia no era la que necesitaba su pueblo y, ni mucho menos, era por la que llevaba luchando toda la vida. Me aseguró, avergonzado, que todo eso no era más que un circo, algo sin base ni rumbo, y que todos sus amigos y familiares estaban de acuerdo. Creo que fue la primera vez en toda mi vida que me interesé de verdad por este tema, ya que antes mi única conexión con todo esto había sido ir a conciertos de Brams o Gossos, o grupos de esos que entre canción y canción trataban de lavarte el cerebro con pancartas y vítores de panfleto, y que yo solo estaba ahí por la cerveza barata, los amigos de instituto, y porque las chicas con rastas siempre me han puesto burrete. Pero aquella vez, con mi amigo, me di de verdad cuenta que aquel teatro que me había comido toda la juventud era algo que podía hacerse real y que, sí o sí, toda mi generación, y alguna anterior, iba a comérsela con patatas simplemente porque era lo que creían que estaban esperando, que necesitaba su libertad, y que si se la abrazaban con fuerza conseguirían trabajo, dinero, familia, y todo eso que se logra en realidad con trabajo duro y esfuerzo.

Y ahora estamos así, con las ovejas golpeándose contra la valla una y otra vez, intentando cambiar algo del modo que sea y contra todas las leyes físicas, legales o lógicas, solo por la tonta y falsa promesa de que detrás de ese muro hay un pasto verde en el que todo sabrá a piruleta de fresa y los ríos serán de cava. Todo por algo que no entendemos ni sabemos, pero que queda muy bien decir y hacer para que la piara te quiera y acepte y para que puedas mirarte en el espejo un día tras otro y no sentirte un fracasado porque, ¡coño!, ¡estoy luchando por mi futuro, por el que me quieren quitar si no me enfrento al sistema opresor! Y mientras tanto los lideres siguen en sus yates, siguen engordando, siguen subiéndose los sueldos y soltando las primeras barbaridades que se les ocurre y que no les supondrá un verdadero castigo porque, sinceramente, ¿creéis que ellos serán los que se pondrán en la primera fila cuando todo explote, o en realidad estarán tomando bourbon en sus bunkers esperando a que la turba se tranquilice para salir y recoger las ganancias?

Por favor, calmémonos; y pensad.