“30 monedas”, Álex de la Iglesia mola un puñáo

Creo que hablo sin temor a equivocarme cuando digo que Álex de La Iglesia no necesita presentaciones, al menos aquí en España. No por nada es uno de los directores más laureados a nivel de público, y cuando su nombre aparece en la cartela de una película, sabes que te vas a encontrar un producto que te sacará más de una carcajada, y momentos realmente memorables ¿Y en series? ¿Qué tal le ha ido?

Pues por partes. El proyecto 30 Monedas lo llevo siguiendo bastante tiempo antes de su salida. Que además contara con el sello de HBO Max, ya era la guinda de un pastel de calidad. Y mucho me he abstenido de hacer un juicio de valor tras sus primeros capítulos, decidiendo esperarme antes de juzgar un libro por su cubierta.

Bien, la serie ya ha terminado. ¿Qué tal ha ido?

Sigamos por partes. 30 Monedas es una de esas series a las que es preciso ir lo más virgen posible, en busca de conseguir el mejor impacto posible a la hora de visionarla, y curiosamente, es necesario entender que es la mano de Alex de la Iglesia quien está detrás de ella. Curioso, ¿no? Ahora me explicaré mejor.

La trama nos sitúa en el pueblo de Pedraza, en Segovia. Es un entorno, ya de entrada, bastante atípico para una serie de terrores bíblicos-demoniacos, y eso ya es un potosí.

En este entorno rural es donde llega el padre Vergara (Eduard Fernández), y con su llegada, le suceden una serie de eventos paranormales que pondrán en jaque a los convecinos de la localidad.

Tanto el alcalde (Miguel Ángel Silvestre) como la veterinaria local (Megan Montaner) acaban dándose de bruces con unos terrores demoniacos relacionados con el nuevo cura, y con una moneda de plata que parece ser parte de la colección de la historia de Judas, y que implican a una conspiración que trasciende hasta el mismísimo Vaticano.

Vamos; complots católicos, curas mazados, demonios, curas, ovejas y Alex de la Iglesia. Si la cosa no pinta bien, apaga y vámonos.

Hablemos de lo bueno

Si lo anterior no te bastaba, permíteme profundizar. Y es que si algo hace realmente bien Alex de La Iglesia es convertir una comuna en un personaje más.

El pueblo y sus habitantes me transmiten esa atmósfera de realidad turbia que ya me transmitió con su grandísima La Comunidad.

Desde la única autoridad del tranquilo sitio (Magnífico Pepon Nieto, ya actor fetiche del director) hasta el que regenta el bar. Cada uno conforman un engranaje sistémico que hace correr la serie cuando la trama parece estancarse, y reparten un alivio casi cómico, pero sin olvidar el escalofrío que quiere transmitir al espectador; un espejo sucio que refleja la realidad.

Y la otra cosa en la que despunta, es en la acción. No es de extrañar que el padre Vergara disponga de un arsenal que haría las delicias de John Wick tras el incendio de un hospital canino.

Son esos puntos que parecen salidas de tono, pero que lejos de considerarse fallos, se enaltecen cuando se conoce la mano que dirige la orquesta.

Y es que la obra de Alex de La Iglesia mola un puñáo, y esta serie no iba a ser menos.

El reparto está bastante bien. Noto altibajos en Miguel Ángel Silvestre, en las reacciones de su personaje, más no desentona. Lejos y por encima sobrevuela Eduard Fernández con su caracterización de “dangerous” reverendo; desborda carisma por todos lados.

Y hago una especial mención a Macarena Gómez, que tiene momentos que sostienen toda una sucesión de pulsos con tan solo una mirada y una mera expresión. Acojonante.

Y por último, como punto que me gustaría destacar, (que no son solo estas sus virtudes), el diseño de los monstruos. Flipante. Sin palabras y realmente acojonan. Hacía tiempo que no veía tal derroche de imaginación plasmado en una serie, y más en una patria. 

Y ahora lo no tan bueno

Me fallan algunas cosas. Empezamos por la postpro. Si bien la dirección de foto tiene momentos realmente cojonudos, no me gusta nada el filtro que le han dado al 90% de la cinta.

Emborrona y mata realidad, dando a veces un aspecto que choca con lo que se quiere contar. Parece un filtro de Instagram al uso, y aunque no molesta demasiado, hace hincapié donde el presupuesto tuvo menos rigor.

Algo que afecta, entre otras cosas, a los efectos especiales. Si bien el diseño de los seres es increíbles, el CGI es escandaloso en lo malo. Noto un mal equilibrio a la hora de gestionar estos recursos.

Y la trama tiene algunos de esos detalles que, si no conoces a Alex de La Iglesia, pierden su función “auto-homenaje” y llena de dudas los cerebros más despiertos. Es malo contar un chiste que solo entiendan unos pocos, y aquel que no sea cómplice se sentirá desubicado.

Esto ocurre con algunos detalles, e incluso pulsos enteros donde el Wtf puede matar la misma historia. Y el hecho de que nos encontremos ante una serie, y no una película, hace más dolorosa dicha afirmación.

30 Monedas habría funcionado perfectamente en la pantalla grande, pero como serie de ficción, estas licencias pueden alejar a la audiencia que no quiera entrar en su juego.

Conclusión

Merece la pena verla. Es divertida, a ratos fresca, a ratos sumamente oscura. Con planos de esos que te hacen soltar un suspiro por la tensión. Sabe gestionar los ritmos y mantenerlos para clavar al espectador en su asiento a lo largo de los ocho capítulos.

Sus personajes son 100% made in Alex de la Iglesia, y si eres fan de su filmografía (mi caso), estás ante un producto único que bien merece la membresía de HBO España.

No te la pierdas y dale una oportunidad, y aunque no conozcas al director y te puedas sentir desubicado por su forma de hacer las cosas. Si Davyd Lynch tuvo Twin Peaks, Alex de la Iglesia nos regala 30 Monedas, y a poco que te guste el terror y la acción, sabes que merecerá la pena en cuanto veas un solo capítulo.